INTERNACIONAL El hielo en el vino divide a expertos y consumidores cada verano


Sumilleres advierten de la pérdida de calidad, pero defienden que la decisión final corresponde siempre al cliente

 Adding ice to wine divides enthusiasts and experts over tradition and taste

El debate sobre añadir hielo al vino vuelve cada verano, cuando las altas temperaturas llevan a muchos consumidores a buscar formas de refrescar sus bebidas. Sin embargo, esta práctica genera opiniones encontradas entre los profesionales del sector y los aficionados al vino. La costumbre de poner hielo en el vino suele recibir críticas por parte de sumilleres y expertos, que consideran que afecta negativamente a la experiencia de degustación.

El principal argumento en contra de añadir hielo al vino es la dilución. Cuando el hielo se derrite, el agua modifica la concentración de aromas y sabores. El vino pierde intensidad y equilibrio, ya que los matices originales se ven alterados. Además, el agua utilizada para hacer los cubitos puede influir en el resultado final. Si se emplea agua del grifo, su composición mineral y posibles residuos de cloro pueden modificar aún más el perfil del vino.

El frío extremo también tiene un efecto directo sobre las características organolépticas. Al bajar la temperatura de forma brusca, los aromas se atenúan y las sensaciones ácidas y tánicas se vuelven más evidentes. Esto puede hacer que un vino pierda su carácter afrutado y resulte menos agradable al paladar.

A pesar de estos inconvenientes, existen situaciones en las que algunos consumidores optan por añadir hielo o agua al vino. Entre los motivos más habituales se encuentran la necesidad de disimular defectos en vinos de baja calidad, enfriar rápidamente una botella que está demasiado caliente o reducir la graduación alcohólica para facilitar su consumo. 

La cuestión ha sido objeto de debate incluso en certámenes internacionales. En el concurso del Mejor Sumiller de Europa celebrado en Austria en 2017, uno de los ejercicios consistió en atender la petición de un cliente que solicitaba hielo para su copa de champán. Según Olivier Poussier, reconocido sumiller francés, la respuesta adecuada fue ofrecer un pequeño recipiente con hielo y una cuchara para que el cliente pudiera servirse a su gusto. Poussier explica que el cliente siempre tiene la última palabra y no se le debe hacer sentir incómodo por sus preferencias.

No obstante, Poussier señala que no existe ninguna razón técnica para añadir agua o hielo al vino. Si un vino resulta desagradable, lo más recomendable es cambiar de botella antes que intentar corregirlo con agua. Para enfriar una botella rápidamente, existen alternativas como el uso de una cubitera con hielo o incluso enfriar la copa antes de servir el vino. Si el problema es la graduación alcohólica, lo mejor es elegir vinos con menor contenido en alcohol o moderar la cantidad consumida.

En cualquier caso, la decisión final recae sobre el consumidor. Si alguien disfruta añadiendo hielo a su copa de rosado durante una comida informal o en una terraza durante una ola de calor, puede hacerlo sin problema, aunque conviene reservar esta práctica para vinos sencillos y evitarla con botellas de mayor calidad. Los expertos recuerdan que la mejor manera de disfrutar del vino es servirlo a la temperatura adecuada desde el principio, lo que requiere planificar con antelación su conservación y servicio.

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