El origen del comercio del vino entre Portugal e Inglaterra

Quizá mucha gente suponga que la alianza entre Inglaterra y Portugal se estableció en 1703, cuando el tratado Methuen concedió ventajas fiscales en Bretaña a los vinos portugue­ses. Pero no es así, Inglaterra y Portugal se habían prometi­do ya amistad eterna en el tratado de Windsor, en 1386.

En su libro Portugal´s Wines and Wine-makers, Richard Mayson subraya: «A finales del siglo XV, Lisboa era uno de los mayo­res centros comerciales del mundo. El imperio que se cons­truyó tras los épicos viajes del príncipe Enrique el Navegan­te, de Gil Eanes, de Bartolomeu Dias y de Vasco de Gama destacó a Portugal en el mapa mundial y amplió su ámbito de comercio hasta incluir África, la India y Brasil».

El prín­cipe Enrique el Navegante no siguió los grandes viajes que inspiraba, pero cualquiera que haya viajado a Sagres, desde donde él miraba al Atlántico, comprenderá su deseo de via­jar e ir más allá.

No debemos olvidar que el príncipe Enrique era medio inglés, pues su madre era hija de John de Gaunt, duque de Lancaster.

A partir de esos años, los ingleses inter­cambiaron lana por bacalao en salazón con los portugueses, un comercio que quizá se hiciera ya antes, pero que enton­ces se intensificó, ya que el pescado salado era una provisión muy valiosa para los largos viajes y expediciones.

Debido a esta larga amistad, el brindis por los nuevos so­beranos, el rey Guillermo III y la reina María Estuardo, cuando éstos subieron al trono en la Revolución de 1688, planteó un problema. El rey Guillermo era holandés, ¿se podía acaso brindar por los soberanos con ginebra, el licor que había dado al mundo la expresión «el valor holandés», durante las guerras del siglo XVI contra los españoles? Los recién llega­dos reyes no parecían tener un vínculo especial con ningún vino en concreto, y entonces los entendidos en vinos refres­caron la memoria de los mayordomos y encargados de comi­das reales y les recordaron Portugal... Empezaba así el comercio con los vinos portugueses, que resultaban muy atractivos tanto en los mercados británicos como en los del norte de Europa. El comerciante Christiano Kopke empezó la actividad comercial en 1638, y Warre en 1670.

El vino de este tipo agradaba mucho en los mercados del norte y, por otra parte, en aquellos años el rey Guillermo ha­bía dictado un impuesto a los vinos franceses, con lo que las ventajas de beber vinos portugueses eran obvias.

Guillermo «el holandés» no acababa de ser muy popular entre los bri­tánicos, pero éstos seguían brindando a la salud de su rey y, por razones de disponibilidad y de precio, lo hacían con vino portugués.

Con la reina Ana y el rey Jorge de Hannover la corte perdió mucha elegancia, pero quienes preferían la es­tabilidad moderada del monarca al estilo de los otros sobera­nos siguieron bebiendo vinos tintos, a menudo de Portugal.

De modo que, aunque no podemos fijar la fecha exacta en que se empezó a brindar por los reyes con oporto, parece claro que fue hace mucho tiempo.

Un artículo de Wine Researcher

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