FILOSOFÍA Y VINO El conocimiento y el vino bueno

La apertura del espíritu humano a la totalidad de lo que es, nos permite trascender lo inmediato para vivir de cara a la verdad de las cosas. Es común que frente a la pregunta ¿cuál es el mejor vino? , quien no conoce del tema, alegue: "el que más te guste". Dejando así en evidencia que la respuesta ha nacido sólo de la inmediatez de lo que se tiene en el paladar, sin percibir la verdad de un vino bueno.


Por Edgar. O, Farías

El viejo Platón decía “en el vino esta la verdad”, y una medieval sentencia confirma “solo pocos atienden a la verdad que yace en el ser de las cosas”. Lo bueno presupone lo verdadero,  para alcanzar esa verdad el hombre busca conocer. Por eso a la hora de elegir un buen vino el conocimiento será quien prime por encima de la inmediatez espontánea y  nos ponga frente a ese universo que encierra el fruto de la vid. Con esto no se está negando que el alma se pueda quedar prendada por una copa de vino que antes no degustó y que hoy la sorprende llegando a su paladar por primera vez. Claro que esto es posible porque nada está en el intelecto del hombre sin antes no haber pasado por la experiencia de los sentidos, que para quien es virtuoso en arte del vino, debe tener bien dispuestos para captar color, sabor y otras tantas propiedades que son observadas con celo y  sutileza.

El conocimiento es esa potencia del alma que nos permite alcanzar la verdad de la cosa, elevando así lo más noble que hay en el hombre, su espíritu y su inteligencia.  Análogamente, podemos decir  que quién conoce de vinos consigue comprender que la verdad del vino se desenvuelve en la duración invisible e interior del espacio que abre al espíritu del fruto de la vid, que celosamente ha insuflado Dionisio con cierto designio. (No sea que el hombre, trascendiendo lo inmediato,  robe el secreto del elixir de los dioses y nunca más vuelva a perder la cordura) Penetra así,  quien conoce, en las peculiaridades y en la mística que envuelve la suavidad de los taninos madurados de las uvas que explotan en paladar exigente y que alegran con galanura al hombre de espíritu dionisíaco. Quien conoce de vinos ha adquirido cierta virtud que le permite disfrutar y alcanzar la innegable delectación de lo bueno.  Porque ese conocimiento  le ha permitido grabar una atracción duradera que lo transportará como el amado a su amada cada vez que la quiera recordar… porque ciertamente la virtud es el sello que el conocimiento imprime en la voluntad moviéndola al bien amado por la que ha quedado prendada alguna vez.  Salud!!!

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