¿Por qué huele así el vino?


Lo habrás visto más de una vez. Alguien se lleva una copa de vino a la nariz y empieza a enumerar lo que parece la lista de la compra: albaricoque, melocotón, regaliz, canela, mantequilla, café, pimienta… ¿Acaso el bodeguero de turno ha metido estos alimentos en las botellas o las barricas? No. Si así fuera, merecería el destierro más cruel. A un país de esos con leyes secas, por ejemplo.


Los aromas del vino proceden de los compuestos químicos naturales presentes en él o en otros elementos de su proceso de elaboración. Mediante el sentido del olfato, nuestro cerebro detecta esos compuestos, los identifica con los aromas más familiares que tiene archivados y les asigna sus nombres.
En otras palabras, si en un vino notamos aroma a plátano, es porque contiene la estructura molecular que, en la Naturaleza, es responsable del olor de esa fruta, el acetato de isoamilo. Pero le llamamos plátano en vez de acetato de isoamilo para no quedar como imbéciles ante nuestros compañeros de copas, salvo que todos ellos sean doctores en Químicas.

Otro ejemplo: el frecuente aroma a vainilla de los vinos con crianza -los que han pasado una temporada en una barrica de roble- tiene su origen en una molécula que se encuentra de forma natural en la madera de ese árbol, la vainillina o -atención- la 4-hidroxi-3-metoxibenzaldehído. El vino reacciona con ella y la incorpora a su composición.

Quien tenga tiempo y ganas para una exhaustiva explicación científica, puede leerla aquí. Por cierto, en este mundillo se habla de aromas, no de olores, porque estos últimos se reservan para los negativos, como el olor a corcho o a humedad.

Fuente: http://malditafiloxera.com/2015/11/09/es-que-echan-vainilla-al-vino/ 

Comentarios

Entradas populares