Tips de cocina para solos y solas por Alejandro Maglione
La soltería puede ser
especialmente dura en lo que a cocinar se refiere. Especialmente cuando
se trata de preparar comida para las visitas, que en el caso de los/las
solteros/as, puede ser con un interés que exceda al simple agasajo
gastronómico. En esta nota, Alejandro Maglione trae una serie de tips e
ingredientes infaltables para una experiencia exitosa en la cocina.
Premisas. Recuerde que las premisas para que estas reflexiones le sirvan, deben ser pocas pero contundentes:
- Usted vive solo/a.
- Su departamento o casa no es ¡guau! y tiene una cocina que no es de aquellas como las que había en la casa de sus padres.
- Usted es alguien enemigo de la comida comprada.
- Se supone que se da maña para que de su habilidad culinaria resulte una omelet del tipo “jugosa” si es que así resolvió hacerla, o al menos no se le queman las tostadas. Ni le cuento si, además, ya la emboca con un risotto con los granos en su punto justo. ¡Listo/a para el campeonato!
Cada maestrito con su librito. Si todo esto es así, ahora veremos una lista de elementos que es totalmente subjetiva, ya que depende de lo que le guste comer y se anime a preparar. Tómela como ayuda para que haga SU lista.
Cocina de levante. De lo que puede estar seguro es que si me presta atención, no hará papelones con esa señorita o señor que ha invitado a su casa por casualidad, y antes de… bueno de ‘eso’ que seguramente se propone consumar, resolvió usar como arma de seducción a su habilitad culinaria.
Empecemos a anotar: ¡A nuestra lista!:
A mandar comentarios. Y esto es todo por hoy, queda pendiente lo que debe poner en la heladera y en el freezer (huevos, quesos, verduras congeladas), que es un capítulo no menos importante. Recuerde que es MI lista, y la comparto con usted, así que no me venga con que “falta esto, falta aquello”. Falta para usted, porque, por ejemplo, tengo alergia al pescado y los mariscos, así que ya sé que “falta el atún, la caballa o los berberechos”. Bueno, déjeme que le diga: NO, no faltan, en mi despensa no entran y ¡chan, chan!. Además, a veces me gusta escribir con una inexactitud escrupulosa…
Premisas. Recuerde que las premisas para que estas reflexiones le sirvan, deben ser pocas pero contundentes:
- Usted vive solo/a.
- Su departamento o casa no es ¡guau! y tiene una cocina que no es de aquellas como las que había en la casa de sus padres.
- Usted es alguien enemigo de la comida comprada.
- Se supone que se da maña para que de su habilidad culinaria resulte una omelet del tipo “jugosa” si es que así resolvió hacerla, o al menos no se le queman las tostadas. Ni le cuento si, además, ya la emboca con un risotto con los granos en su punto justo. ¡Listo/a para el campeonato!
Cada maestrito con su librito. Si todo esto es así, ahora veremos una lista de elementos que es totalmente subjetiva, ya que depende de lo que le guste comer y se anime a preparar. Tómela como ayuda para que haga SU lista.
Cocina de levante. De lo que puede estar seguro es que si me presta atención, no hará papelones con esa señorita o señor que ha invitado a su casa por casualidad, y antes de… bueno de ‘eso’ que seguramente se propone consumar, resolvió usar como arma de seducción a su habilitad culinaria.
Empecemos a anotar: ¡A nuestra lista!:
- Aceite de oliva. Por ahí si es muy afecto a las papas fritas o a las milanesas, puede tener un aceite mezcla. Pero el oliva-oliva, extra virgen, primera presión, no puede faltar. Y no estaría mal que adopte el hábito de comerse todos los días una buena rebanada de pan de cereales con una generosa cantidad de este aceite. Además, unos buenos tallarines, que tengan solo aceite de oliva y buen queso de rallar + algo de pimienta negra recién molida, le propondrán una buena y muy saludable cena. Si quiere písele un ajo dentro y entibielo apenas.
- Pasta secas. Las que le gusten. Ahí es donde tiene que darse el gusto. Le gustan los moñitos, pues tenga moñitos. A mí los mostachole me pueden. Pero, atenti, toda pasta que sea hecha con trigo candeal es garantía de éxito. Las baratas, que nosotros no elegiríamos nunca, son las hechas con “trigo pan” que tienden a tener un final medio baboso. No ahorre nunca.
- Caldo en cubitos y sopas de sobre. Hoy realmente tienen una gran calidad y variedad. Es más, si se anima, puede usar una sopa de sobre para hacer una salsa y acompañar una pasta o un plato de carne. Es cuestión de atreverse y probar. De lo contrario, un caldo de verduras es una tontería prepararlo. Todo depende del tiempo y las ganas que tenga.
- Harina. Pero no compre mucha y sobre todo téngala en un frasco hermético, sobre todo para que no se le vaya a llenar de polillas o gorgojos, que es una cosa ¡aaaaaj! total. Amasar una masa para pizza es cosa de pocos segundos, y luego es dejarla levar en lugar a temperatura ambiente.
- Café. Aquí hay muchas opciones, pero mi recomendación es que NO sea torrado. Usted ya se sabe que tiende a lo finoli, y el torrado es el café de la B, y usted juega en la A. Puede usar café instantáneo solo si su cardiólogo le ha aconsejado el descafeinado. De lo contrario elija el café que quiera, mientras sea bueno…y que no esté molido. La diferencia es abismal y el molinillo es baratísimo.
- Azúcar. Tiene que tener aunque no consuma habitualmente, porque hay salsas que lo exigen. Así que tenga, pero no mucha para no tentarse.
- Especies variadas. Su uso es el que corrobora de la mejor manera nuestra patente de chef amateur de alto coturno. Un plato adecuadamente especiado enamora a cualquiera.
- Pimienta. Que sea del color que más le guste, pero por favor úsela en grano con el molinillo respectivo. Es demasiada la diferencia con la que viene en polvo. Además da canchero usar el molinillo en la mesa luego de servir los platos…
- Sal gruesa y fina. Déjese llevar por la “sal marina”, que sala estupendamente y con menos sodio. De lo contrario para salar el agua de los ravioles no dude en avanzarle a la sal que viene de La Pampa, o también hay hoy una buenísima extraída en Chubut. Lo que no puede es faltar en su alacena.
- Vinagre. Aquí la cosa se complica. Si es vinagre común, prefiero el de vino, pero ante todo me inclino por los estupendos artesanales que se hacen en Mendoza. Son interesantes algunos que vienen saborizados, pruébelos. ¿Aceto? No siempre, y sobre todo, porque si son industriales, directamente no son aceto. Si consigue el de Modena, diría que vale la pena tener una botellita.
- Té. Acá también vale la pena invertir en algunos de los tés artesanales que hoy se ofrecen en Buenos Aires. Recuerde que es verdad que los digestivos ayudan la digestión, y que el tilo le ayuda conciliar el sueño. De algo estoy seguro, no vale la pena el té importado, deje eso para los tilingos que se sienten que son Inés Berton. La nariz de Inés es una entre 10 “absolutas” que hay en todo el mundo. Dudo que su acompañante ocasional tenga “nariz absoluta” como la Berton. Mímese con un buen té. Usted se lo merece.
- Latas varias. Va en gusto suyo. No puede faltar el puré de tomate que complementará su salsa de tomate cubeteado. Pero las otras cosas no engordantes que suelen venir en lata, las prefiero secas o congeladas. Me refiero a las arvejas, las lentejas o los porotos. Aquí debe consultar con su gusto personal.
- Arroz. Tenga mano al elegir: hay una variedad casi para cada cosa. Hoy están llegando unos arroces de altísima calidad venidos de Entre Ríos, póngale el ojo. Recuerde que al abrir caja o paquete, ponga lo que sobra en un envase hermético, porque también es fácil presa de bichos indeseables. Y no me diga como una amiga chanchona: “yo lo uso igual, total los gorgojos flotan y los saco con una cuchara”. ¡Brrrr! (No, no me quedé a dormir en su casa)
- Polenta. La que le dé la gana. Un consejo, deje que se le caiga un pote de crema de leche –el tamaño del pote depende de la cantidad, obvio- cuando ya la tiene casi lista. Se va a acordar de mí por la maravillosa textura que toma. Y ni hablar si se le cae un puñado de provolone recién rallado. Guau!
- Puré instantáneo. Otro tanto como con la polenta. Ya sé que el hecho a mano, pisando papa por papa, no tiene igual. Pero hoy, si al instantáneo se lo hace con más leche que agua, e incluso crema, se le agrega un huevo apenas batido, suficiente nuez moscada, pimienta, y algo de queso de rallar de ese que le quedó de los fideos de ayer, el resultado es más que digno.
- Fécula de maíz. Tenga un paquetito chico nomás, para cuando se la pidan en una receta, o una salsa se le ponga a mañerear y no se espese como es debido, le pone una cucharadita así chiquita, de café, diluida en agua tibia, y verá su deseo realizado.
- Galletas. Las que más le gusten. Siempre es bueno tenerlas en una de esas latas divinas que se venden por ahí, que puede llevar directamente a la mesa del copetín, para repasar un salamín tandilero o mercedino, y porqué no ese quesito que se compró de paso por Carlos Keen en el paseo dominguero.
- Mayonesa y ketchup. Dos todo terreno infaltables. Recuerde: apenas abiertos, pasan de la alacena a la heladera sin escalas.
- Ajo o cebolla en polvo. Suelen sacar de apuro a la hora de usarlos en una salsa. La cebolla no tiene tanto problema, pero el ajo tiende secarse con mucha facilidad, y en general no lo consumimos tan cotidianamente. Siempre mejor lo fresco, pero estoy sugiriéndole un atajo. Ah, y no diga a nadie que se lo dije…
- Maceta de hierbas. Si la cocina tiene una ventana luminosa, tener una maceta con albahaca, orégano, ciboulette, tomillo, albahaca, salvia, romero o la hierba que prefiera, es algo sencillo. Pensándolo mejor, necesitará varias pequeñas macetas o una grande, pero anímese, porque son decorativas y la diferencia entre fresco y seco en estos productos es enorme.
- ¿Lácteos larga vida? Huuummm, no sé, mi amigo Jean Pierre Hounie, gran tambero uruguayo, no es lo que se dice amigo íntimo de estos productos. Usted se imagina, si son larga vida, valga la redundancia, por algo será. Personalmente no cambio un yogur orgánico por nada.
A mandar comentarios. Y esto es todo por hoy, queda pendiente lo que debe poner en la heladera y en el freezer (huevos, quesos, verduras congeladas), que es un capítulo no menos importante. Recuerde que es MI lista, y la comparto con usted, así que no me venga con que “falta esto, falta aquello”. Falta para usted, porque, por ejemplo, tengo alergia al pescado y los mariscos, así que ya sé que “falta el atún, la caballa o los berberechos”. Bueno, déjeme que le diga: NO, no faltan, en mi despensa no entran y ¡chan, chan!. Además, a veces me gusta escribir con una inexactitud escrupulosa…
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