El desafío: menos descriptores y más empatía con el consumidor
A medida que se fue sofisticando el consumo de vino en el país -una evolución que se fue dando casi de manera paralela con la gastronomía-, los profesionales fueron encontrando un amplio abanico de campos para desarrollarse.
Ya sea desde la comunicación, la capacitación, como en las “trincheras” mismas -como son los restaurantes-, asesorando a clientes, los sommeliers demostraron que había un eslabón que faltaba entre el productor o enólogo y los consumidores.
Ese vacío que existía, indudablemente se fue llenando. Se hizo un enorme y vital trabajo. Pero es cierto que todavía queda mucho camino por recorrer.
“¿Al vino le ponen chocolate?“. Para quien esté en un círculo vinculado al mundo vitivinícola, estas preguntas pueden bordear lo tragicómico. Pero la realidad es que en este último año, pude escuchar a no menos de diez personas con una copa en la mano, formular este cuestionamiento.
Ese interrogante, lógicamente, tuvo ciertos matices. La palabra pudo ser “chocolate”, como también “pimienta” o “vainilla“. No importa. Lo cierto es que fueron enunciadas por consumidores que venían haciendo sus primeras armas en el mundo del vino.
Para algunos, podrá ser una anécdota de corto vuelo. En algunos contextos, estas personas hasta podrían ser objeto del “bullying enológico“; es decir, cuando son adoctrinados sin mucho tacto por quienes se asumen como portadores de la verdad.
En lo personal, siento que representa una luz de alerta. Significa que ese eslabón que se fue soldando en la cadena que va de los productores/enólogos hasta los consumidores, todavía tiene que ser reforzado. Lo más rápido posible.
Significa que un concepto tan básico, como el de la elaboración del vino, que es resultado de un proceso natural -más allá de las técnicas de elaboración- todavía es un universo lejano y abstracto para muchas personas. Tal vez más de los que imaginamos.
Y además, muestra que todavía hay un camino fértil para que proliferen -como diría Alejandro Dolina-, los “refutadores de leyendas“. Es decir, personajes que se avanzan en la vida encontrando teorías conspirativas tanto en un accidente aéreo como en una botella de vino.
Estos refutadores serán los primeros que denunciarán públicamente a los “agentes del marketing” por querer hacerles creer a los ingenuos consumidores que el vino huele a “chocolate“, “vainilla” o a “frutillas“.
Y también serán los primeros que tratarán de arrastrar a sus mundos plagados de suspicacias a aquellas personas que, queriendo informarse, conocer y saber más de esta bebida, pregunten en voz alta si al vino le agregan algo para que desprenda aromas que recuerdan a algo más que a vino.
Por eso, uno de los tantos desafíos de la sommellerie -en este duro camino de soldar y consolidar más y más ese eslabón-, es el de profundizar la empatía con el consumidor. Mostrarle que este universo no se reduce a unos simples descriptores. Que va mucho más allá.
Esa empatía, en definitiva, es la que salvará a quienes pregunten con verdadero interés de aquellos “refutadores de leyendas”, para quienes todo es una conspiración que tiene como único fin el engaño, con el único objetivo de incrementar las ventas.
Fuente: http://vinosybodegas.iprofesional.com/2015/10/13/el-desafio-menos-descriptores-y-mas-empatia-con-el-consumidor/
© Por Juan Diego Wasilevsky – Editor Vinos & Bodegas iProfesional – vinosybodegas@iprofesional.com
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