Viví la experiencia Cafayate

Bajo el encanto de los Valles Calchaquíes, la Vendimia Solidaria propone a los turistas cosechar uvas, mezclar cepas y probar los mejores vinos de la región.

En Cafayate es raro que llueva. Está nublado y hace calor, pero los que habitan este pequeño pueblo al sudoeste de la provincia de Salta saben que aunque el sol se esconda, muy pocas veces al año la tierra se moja. Si se llega por la Quebrada de las Conchas, el paisaje desborda en colores rojizos, verdes y cobre. “Si en Purmamarca está el cerro de los Siete Colores, nosotros acá tenemos 14”, cuenta Daniel, remisero que traslada turistas desde Salta capital, mientras maneja bajo el sol del mediodía sobre la ruta 40. En el corazón de los Valles Calchaquíes y en el kilómetro 18 desde Cafayate, las formaciones rocosas dejan lugar a la imaginación para encontrar insólitas figuras como el Anfiteatro, un espacio circular donde la acústica es perfecta para recitales, y la Garganta del Diablo, una inmensa pared circular de cerca de 50 metros con forma de traquea humana.

Una vez en el pueblo, predominan las casas de techos bajos y la arquitectura colonial. La plaza principal está rodeada de restaurantes típicos donde se pueden comer tamales, humitas y las infaltables empanadas salteñas, con papa y salsa a base de tomate y pimienta de cayena.  Frente a ella, la Catedral, que data de 1890 y 1895, conserva una imagen de Nuestra Señora del Rosario, que está sentada y que los locales llaman “La Sentadita”. La Última Pulpería, un salón antiguo donde se vende todo tipo de quesos y especias, y las ferias de artesanías, donde se pueden comprar tejidos autóctonos, le dan el detalle pintoresco que convoca a turistas de toda la región.
Vino propio. En esta zona de Salta, el clima es árido y ofrece días cálidos, noches frías y una gran amplitud térmica, ideal para la vitivinicultura. Es por eso que es común ver pequeños viñedos en los patios de las casas. Muchos de los habitantes cosechan en sus propios terrenos para luego hacer vino patero y venderlo a los turistas. Pero el gran atractivo de Cafayate son sus históricas bodegas y sus vinos de altura. En pleno pueblo se encuentran las fincas más tradicionales.
El primer destino es la Bodega El Porvenir de Cafayate, ubicada a pocos kilómetros del centro de la ciudad. Allí, el calor de la tarde no les impide a unas 15 personas cosechar  sus propios racimos de torrontés y llenar unas gamelas mientras Mariano Quiroga Adamo, el viticultor de la casa, explica el proceso. No son cosecheros, son turistas en busca de nuevos sabores. La novedosa actividad forma parte de la Vendimia Solidaria que realiza desde el año pasado la Fundación Cafayate y que busca recaudar fondos para aunar las necesidades del sector público y privado. Entre los turistas hay salteños, tucumanos, porteños y una francesa que quiere abrir un emprendimiento de producción de vinos en su país.
“Nunca en mi vida había cosechado”, se entusiasma un hombre de 40 años mientras corta un racimo de uvas justo desde su tallo. Algunos ríen y otros se apuran a llenar el balde en una competencia imaginaria. A la cosecha en el viñedo le sigue una degustación de un torrontés “goloso”, un Malbec dulce y un Tannat intenso, acompañados de empanadas de carne cortadas a cuchillo con papa y choripanes con lechuga y tomate, en la hermosa finca del lugar.
En la bodega de Finca Quara se realizan visitas guiadas y una actividad poco común. Los turistas tienen la chance de cortar los vinos, mezclar las diferentes cepas y probar lo que realizaron. “Nunca había hecho así”, se ríe una salteña, mientras agarra un copón en el que colocó 30% Malbec, 30% Tannat y 40% de Cabernet Sauvignon. Muchos ríen y el vino relaja. Más tarde, todos disfrutan de carnes de la zona, acompañadas con ensaladas y berenjenas al escabeche. Todo en una mesa alargada en uno de los patios internos de una casona de estilo renacentista que linda con la bodega y se ubica al pie de los cerros. Un auténtico monumento arquitectónico y una de las construcciones más antiguas de la región. “Nosotros nos enteramos casi de casualidad, pero nos encantan este tipo de cosas”, detallan dos hermanos de Salta capital, que se escaparon el fin de semana junto a sus parejas para disfrutar de un poco de vino.
En la Bodega Vasija Secreta, la más antigua del valle, también se pueden encontrar actividades diferentes. Aquí, a aquellos turistas que quieran aprender a cosechar se los lleva a los viñedos en un remolque sin techo que tiene bancos de madera atornillados y que es guiado por un pequeño tractor. En el viñedo, hombres de más de 60 años, jóvenes y hasta unas turistas alemanas se animan a probar las uvas dulces y claras que crecen entre unas flores violetas que en el lugar todos llaman “enredaderas” y se las considera un yuyo. Gabriel, uno de los cosecheros, explica cómo es su trabajo diario y todos escuchan.  En un día normal asegura que puede llenar entre 6 y 8 gamelas por hora y unas 100 en una jornada de 8 horas. Por cada gamela al cosechador se le da una ficha que varía de valor dependiendo si las uvas son para vino blanco o para vino tinto y que luego cambian por dinero.
En La Estancia de Cafayate, un club de campo de 550 hectáreas que integra golf y caballos, se puede almorzar al aire libre entre sus 72 hectáreas de viñedos distribuidos en forma de parral y espaldero. El lugar se destaca por su espectacular vista a los cerros andinos, pero también por poseer un exclusivo club house, una cancha de polo, campos de pastura para caballos y una cancha de golf de 18 hoyos. “Esta una experiencia muy interesante”, se alegra una coqueta señora tucumana, que disfruta del atardecer, mientras toma una copa de torrontés y una fuerte brisa comienza sentirse. Hace calor pero hace días que el sol no sale de entre las nubes. El cerro Chuscha se impone desde la cordillera andina. Con sus nevadas es el responsable de brindarle agua a la población y de alimentar los viñedos más tradicionales del país.
Fuente: http://7dias.infonews.com/2015/03/21/7dias-191191-experiencia-cafayate.php

Comentarios