En la vitivinicultura argentina se discute lo mismo que hace tres décadas Cinco años después...
2014 fue
el cuarto año consecutivo de caída de la facturación total de la
vitivinicultura argentina. Más de 3.500 millones de pesos se han perdido
y he aquí la principal razón de tanto malestar. Lejos, muy lejos
parece estar el 2010…
Quizás fue Hilda Wilheim, presidente de Coviar, quien lo expresó con más contundencia, directo, "sin inflación y con un dólar competitivo esta misma vitivinicultura no tenía un litro de excedente".
Cualquier estadística que tengamos a mano da cuenta de ello. La
inflación y todas sus derivaciones sobre los negocios son el núcleo de
la crisis actual. Por el lado del mercado interno porque al vino le es
muy difícil seguir el ritmo del resto de los bienes de la economía.
Todos sabemos que el vino, mal que les pese a todos los involucrados en
el sector, no puede seguirle el paso a muchos otros bienes o servicios
más imprescindibles y cuando la inflación ataca los ingresos,
especialmente de los que menos tienen, el ajuste es natural. Por el lado
del mercado externo, el tipo de cambio desde 2010 no creció tampoco con
la inflación general y la consecuencia fue la pérdida de competitividad
de los vinos argentinos en el exterior, especialmente en las franjas de
embotellados de más bajo precio. Allí se perdieron exportaciones por
casi 3 millones de cajas de un total superior a 22 millones.
Cuando cae la demanda de vino y no se ajusta la oferta aparecen los stocks que no se pueden vender y eso es lo que estamos observando. Además, el ajuste de oferta, en un sector como el vitivinícola es muy lento, y traumático!!! Sobradas experiencias ha tenido la vitivinicultura argentina como fueron los excedentes de vinos que no tenían mercado hasta fines de los '80. En unos pocos años se erradicaron más de 100 mil hectáreas sin ningún tipo de planificación porque el vino no tenía un precio que compensara los costos. El problema arrastró a todos, recordemos que fueron por lo menos 30 mil hectáreas de Malbec las que se convirtieron en sarmientos. También hay experiencias de lo que ha pasado en las vitiviniculturas europeas que tuvieron que ajustar su oferta porque cayó y sigue cayendo su consumo interno y disminuyeron casi 200 mil hectáreas en los últimos años asistidos con fondos de la Unión Europea o lo que le pasó a la vitivinicultura australiana, apenas una década atrás cuando era el paradigma a seguir. Dicho sea de paso también allí hubo y hay retraso cambiario.

Los números crudos de los negocios
Los balances de las empresas muestran categóricamente la situación, y allí no hay discurso que valga. De un análisis de más de 100 bodegas que operan en Argentina se advierte claramente de lo que estamos hablando. El Margen Operativo promedio, que rondó el 6,8% hasta 2011 se desplomó a menos de 1% en 2012 y 2013 y los números que se tienen de 2014 lo ubican en una situación similar, tres años de mucho stress para gran parte de los ejecutivos del sector, especialmente los de las áreas de ventas. Como dato concluyente, en 2014 el empleo total de las bodegas disminuyó.
Con estos márgenes no se puede invertir ni mantener el negocio, más aún cuando en este cálculo aún falta restar los impuestos. Claramente que en esta situación el precio de la materia prima se vea impactado negativamente. Por ello, la cotización de todas las uvas es hoy sensiblemente más bajo que el de hace cuatro o cinco años atrás y apenas un 60% del que parece ser el precio de largo plazo.

El diagnóstico no parece ser el mismo para todos
De que hay crisis hay acuerdo, sin embargo el diagnóstico de las causas no goza de acuerdos generales. Esto agrega una cuota de incertidumbre pues no permite anticiparse sobre lo que pueden llegar a ser las políticas públicas, si es que las hay. A lo ya dicho por la presidente de Coviar podemos agregar las palabras de Juan José Canay, de Bodegas de Argentina en un caluroso almuerzo en Bodega Crotta: "la competitividad y la inflación dependen de políticas nacionales", y agregó en otro párrafo que las empresas tienen "altas tasas para acceder al financiamiento en el mercado interno" lo cual está directamente relacionado con nuestro cuadro de inestabilidad macroeconómica y la cada vez mayor absorción de créditos por parte del sector público.
Sobre este particular, digamos que en toda la década, los préstamos al sector privado de la economía crecieron muy suavemente y fueron por lo general de corto plazo y orientados a las personas antes que a las empresas. En tanto, los préstamos al sector público crecieron a una tasa muy superior. Nuestros problemas sin resolver de deuda externa obligaron al sector público a buscar formas alternativas de financiarse como la mostrada en el gráfico.

Diferencias abismales
Donde la falta de coincidencia en el diagnóstico es diametral es en la afirmación del Ministro de Agricultura de la Nación, Carlos Casamiquela quien enérgicamente fundamentó en una "profunda crisis mundial" una de las causas principales de los problemas que afectan a la vitivinicultura. "Es una crisis compleja y que no es fácil de arreglar y que no afecta a todos por igual, sino que es más dura con los pequeños y medianos productores y bodegueros" dijo en el concurrido desayuno del sábado en el Hyatt. Claro que las cifras de destacadas consultoras y organismos internacionales del vino parecen desmentir tal afirmación. En primer lugar, la demanda mundial de vino ha vuelto a crecer, no en Europa, donde tiene una caída estructural de demanda, como el caso argentino, pero sí en Estados Unidos, principal cliente de los vinos argentinos de exportación y el mercado de consumo más grande del mundo, y en otros varios países del planeta también. Según IWSR, una prestigiosa consultora del mercado mundial de vinos, el consumo creció a una tasa del 0,4% anual en los últimos cinco años y se espera que crezca al 0,6% anual en los cinco años que concluyen en 2018. Además crece el precio promedio de cada botella consumida. ¿Cuál es entonces la profunda crisis mundial?
"Mientras tanto nuestros competidores internacionales siguen creciendo en un mercado creciente." dijo la presidente de Coviar y tiene mucha razón, los europeos han reforzado su competitividad con la devaluación del euro frente al dólar y nos desplazan de mercados que les habíamos ganado. No es el mundo el que se nos cayó encima, somos nosotros que nos alejamos de lo que hace el mundo, esa es la diferencia.
Es el contexto en el que vivimos
Si repasamos sólo tres indicadores que muestran el contexto donde deben gestionar los empresarios argentinos en comparación con sus competidores internacionales podemos ver cuán difícil es el desarrollo del negocio vitivinícola argentino o mejor aún, para poner una cuota de optimismo: "hasta dónde se podría llegar con otro contexto interno".
Un indicador muy completo de la situación relativa lo muestra el ranking de "Facilidad de hacer negocios" que elabora el Banco Mundial en su agencia Doing Business. Allí se ve que nuestro país está en la posición 124 de 189 y que todos los competidores están varios puestos adelante. Sobre la carga impositiva, a la que también se aludió en los discursos, el número es muy contundente pues la relación entre los impuestos y las ganancias netas de las empresas es aquí 137% mientras que los países con altas cargas tributarias no llegan ni a la mitad y con servicios estatales de muchísima mejor calidad. Por último, en esto de compararnos con el mundo, el crédito total de la economía argentina, incluyendo los créditos que hacen las empresas a sus clientes es de apenas el 16% del PBI argentino mientras que es 10 a 15 veces mayor entre los competidores de los vinos argentinos. Afirmar que el mundo se nos cayó encima es por lo menos una afirmación cuestionable.



Las cadenas comerciales
Otro de los temas del diagnóstico fue el de las cadenas comerciales. Aquí hubo acuerdo generalizado. Todos opinaron negativamente sobre los márgenes que éstas manejan en relación al de las empresas vitivinícolas, lo cual es estrictamente verdad. El tema no es nuevo pero en los últimos años se ha agravado y aún más en un contexto recesivo y con muchas bodegas tratando de vender vino en el mercado interno que no logran colocar en el internacional. Más aún, se trata de un problema mundial el cual los exportadores de vinos argentinos venían sorteando en los últimos años gracias a un muy buen tipo de cambio. La huida masiva de bodegas desde el mercado de Reino Unido hacia el de Estados Unidos siete u ocho años atrás fue precisamente por la fuertísima presión que en el primero hacen las cadenas minoristas muy concentradas.
Lamentablemente por el lado de la oferta hay un problema muy grande a la hora de negociar con los canales comerciales, especialmente los supermercados, cualquiera de ellos maneja en promedio un listado de no más de 250 a 300 marcas y en nuestro país las bodegas en total ofrecen entre 4 mil y 5 mil marcas. El poder negociador de cada una es bajísimo. Pero difícilmente sea a través de la Ley de Abastecimiento por donde se encuentre solución a este problema. Hay que buscar mecanismos que permitan el desarrollo de otros canales alternativos como está sucediendo en el mundo. La Venta Directa es uno de ellos. De más de 8 mil bodegas que hay en Estados Unidos unas 6 mil viven de este canal y una gran proporción de ellas ni siquiera pasa por las góndolas de los supermercados.
De aquí deriva otro de los argumentos esgrimidos tanto por las autoridades nacionales como por las provinciales: "la vitivinicultura argentina se está concentrando y algunos pocos ganan mucho". Vale aclarar que en cualquier mercado cuando se contrae la demanda son las empresas de mayor envergadura y las más profesionalizadas las que tienden a mantenerse en esos mercados agresivos. Por lo tanto, la salida del mercado de empresas más pequeñas tiene su contrapartida en un escenario donde el contexto macroeconómico de inflación, tipo de cambio atrasado, recesión y crédito escaso les impacta con más fuerza. De esto tampoco se hablaba hasta el 2010 cuando todas crecían.

Tal cual se observa en el gráfico las empresas grandes han podido mantener ventas mientras que las más pequeñas las perdieron siendo que hasta 2010 todas crecían, y con mayor vitalidad las más chicas.
Los excedentes otra vez ocupan la escena
Una economía recesiva y un sector de cultivo permanente, salvo que existan posibilidades muy buenas de exportación (que no es el caso argentino) el único destino que tiene es la generación de excedentes. A esto se suma que, lo mismo que pasa en el mundo, la demanda de vinos que crece es el de la franja de precios más elevados mientras que se retrae la de precios más bajos. La combinación no puede ser peor para los productores más chicos, de bajo rendimiento y de uvas que pierden demanda. Este año serán 250 o 500 millones de pesos de asistencia, que tampoco alcanzarán, y el año que viene otro tanto y quizás más. La envergadura de estas cifras puede verse cuando se piensa que el Proviar I, el programa de integración de productores que financió el BID, destinó 50 millones de dólares, una cifra parecida a la que se piensa destinar este año a subsidiar el precio del vino. Esto ya lo vimos, así quebró Giol y el Banco Mendoza.
Cuando la demanda por un producto cae hay que buscarle mejores usos a los recursos productivos (agua, tierra y mano de obra). Lo ha hecho Europa y algunas de las vitiviniculturas del Nuevo Mundo. Más temprano que tarde se agotarán los recursos públicos y el ajuste de la oferta se hará igual pero traumáticamente. Se trata de un tema que la vitivinicultura completa debe resolver. En las zonas productoras de uvas de bajo precio hay por lo menos 15 mil hectáreas de fincas de menos de 10 hectáreas que cultivan con bajo rendimiento y uvas con escaso mercado, aunque la economía mejore. Hay que darle una solución de fondo a este problema y no puede ser subsidiando permanentemente su continuidad en esa franja competitiva donde hoy están. O reconvierten, o aumentan su rendimiento o deben buscar otras alternativas.
Apenas 5 años atrás
En el VI Foro Vitivinícola realizado en 2010 las dificultades estructurales del sector vitivinícola comenzaban a visualizarse luego de varios años de crecimiento. Me tocó exponer acerca de la situación de la vitivinicultura argentina y al final de mi presentación hice tres sugerencias o recomendaciones luego de revisar con detenimiento la situación argentina e internacional.
1. Es necesario aumentar el valor agregado de cada hectárea productiva, cada litro de capacidad y cada hora-hombre trabajada.
2. La dirigencia en general y los mejores técnicos argentinos deben volver a discutir ahora (2010) y a fondo los objetivos de nuestro Plan Estratégico.
3. Lo hecho hasta ahora (2010) es muy bueno pero la dinámica del cambio no permite que pasemos 10 o 15 años sin hacer esa revisión profunda.
No fui su autor original, era lo que recogía de muchas conversaciones y debates con profesionales, empresas locales y organizaciones empresarias y lo que estaba haciendo el mundo.
Fueron varias las voces que en los últimos días reclamaron por estos objetivos, especialmente la revisión del PEVI, y le agregaron un ingrediente que a mi entender está en la médula del debate: la innovación. Ya no se trata de una discusión de claustros universitarios, es crudamente el objetivo estratégico de varias vitiviniculturas con las que competimos. Países como Australia, Estados Unidos, Chile, España o Francia destinan recursos muy superiores a los que recauda el PEVI, sólo a este fin. Ya no hablan de innovación desde el punto de vista de lo productivo. Van mucho más allá, investigan a los consumidores, proponen otros formatos comerciales, analizan cómo transferir rápidamente nuevas tecnologías comerciales y productivas a las más pequeñas. En fin, el abanico es grande, lo único que no podemos es mantenernos inmovilizados cinco años más.
Después de mirar aquellas reflexiones de 2010 y leer y escuchar lo dicho en estos ¿festejos? vendímiales surge una cruda reflexión: cinco años después estamos con discusiones que se pueden leer en diarios de páginas amarillentas de hace 30 años.
Javier MerinoCuando cae la demanda de vino y no se ajusta la oferta aparecen los stocks que no se pueden vender y eso es lo que estamos observando. Además, el ajuste de oferta, en un sector como el vitivinícola es muy lento, y traumático!!! Sobradas experiencias ha tenido la vitivinicultura argentina como fueron los excedentes de vinos que no tenían mercado hasta fines de los '80. En unos pocos años se erradicaron más de 100 mil hectáreas sin ningún tipo de planificación porque el vino no tenía un precio que compensara los costos. El problema arrastró a todos, recordemos que fueron por lo menos 30 mil hectáreas de Malbec las que se convirtieron en sarmientos. También hay experiencias de lo que ha pasado en las vitiviniculturas europeas que tuvieron que ajustar su oferta porque cayó y sigue cayendo su consumo interno y disminuyeron casi 200 mil hectáreas en los últimos años asistidos con fondos de la Unión Europea o lo que le pasó a la vitivinicultura australiana, apenas una década atrás cuando era el paradigma a seguir. Dicho sea de paso también allí hubo y hay retraso cambiario.
Los números crudos de los negocios
Los balances de las empresas muestran categóricamente la situación, y allí no hay discurso que valga. De un análisis de más de 100 bodegas que operan en Argentina se advierte claramente de lo que estamos hablando. El Margen Operativo promedio, que rondó el 6,8% hasta 2011 se desplomó a menos de 1% en 2012 y 2013 y los números que se tienen de 2014 lo ubican en una situación similar, tres años de mucho stress para gran parte de los ejecutivos del sector, especialmente los de las áreas de ventas. Como dato concluyente, en 2014 el empleo total de las bodegas disminuyó.
Con estos márgenes no se puede invertir ni mantener el negocio, más aún cuando en este cálculo aún falta restar los impuestos. Claramente que en esta situación el precio de la materia prima se vea impactado negativamente. Por ello, la cotización de todas las uvas es hoy sensiblemente más bajo que el de hace cuatro o cinco años atrás y apenas un 60% del que parece ser el precio de largo plazo.
El diagnóstico no parece ser el mismo para todos
De que hay crisis hay acuerdo, sin embargo el diagnóstico de las causas no goza de acuerdos generales. Esto agrega una cuota de incertidumbre pues no permite anticiparse sobre lo que pueden llegar a ser las políticas públicas, si es que las hay. A lo ya dicho por la presidente de Coviar podemos agregar las palabras de Juan José Canay, de Bodegas de Argentina en un caluroso almuerzo en Bodega Crotta: "la competitividad y la inflación dependen de políticas nacionales", y agregó en otro párrafo que las empresas tienen "altas tasas para acceder al financiamiento en el mercado interno" lo cual está directamente relacionado con nuestro cuadro de inestabilidad macroeconómica y la cada vez mayor absorción de créditos por parte del sector público.
Sobre este particular, digamos que en toda la década, los préstamos al sector privado de la economía crecieron muy suavemente y fueron por lo general de corto plazo y orientados a las personas antes que a las empresas. En tanto, los préstamos al sector público crecieron a una tasa muy superior. Nuestros problemas sin resolver de deuda externa obligaron al sector público a buscar formas alternativas de financiarse como la mostrada en el gráfico.
Diferencias abismales
Donde la falta de coincidencia en el diagnóstico es diametral es en la afirmación del Ministro de Agricultura de la Nación, Carlos Casamiquela quien enérgicamente fundamentó en una "profunda crisis mundial" una de las causas principales de los problemas que afectan a la vitivinicultura. "Es una crisis compleja y que no es fácil de arreglar y que no afecta a todos por igual, sino que es más dura con los pequeños y medianos productores y bodegueros" dijo en el concurrido desayuno del sábado en el Hyatt. Claro que las cifras de destacadas consultoras y organismos internacionales del vino parecen desmentir tal afirmación. En primer lugar, la demanda mundial de vino ha vuelto a crecer, no en Europa, donde tiene una caída estructural de demanda, como el caso argentino, pero sí en Estados Unidos, principal cliente de los vinos argentinos de exportación y el mercado de consumo más grande del mundo, y en otros varios países del planeta también. Según IWSR, una prestigiosa consultora del mercado mundial de vinos, el consumo creció a una tasa del 0,4% anual en los últimos cinco años y se espera que crezca al 0,6% anual en los cinco años que concluyen en 2018. Además crece el precio promedio de cada botella consumida. ¿Cuál es entonces la profunda crisis mundial?
"Mientras tanto nuestros competidores internacionales siguen creciendo en un mercado creciente." dijo la presidente de Coviar y tiene mucha razón, los europeos han reforzado su competitividad con la devaluación del euro frente al dólar y nos desplazan de mercados que les habíamos ganado. No es el mundo el que se nos cayó encima, somos nosotros que nos alejamos de lo que hace el mundo, esa es la diferencia.
Es el contexto en el que vivimos
Si repasamos sólo tres indicadores que muestran el contexto donde deben gestionar los empresarios argentinos en comparación con sus competidores internacionales podemos ver cuán difícil es el desarrollo del negocio vitivinícola argentino o mejor aún, para poner una cuota de optimismo: "hasta dónde se podría llegar con otro contexto interno".
Un indicador muy completo de la situación relativa lo muestra el ranking de "Facilidad de hacer negocios" que elabora el Banco Mundial en su agencia Doing Business. Allí se ve que nuestro país está en la posición 124 de 189 y que todos los competidores están varios puestos adelante. Sobre la carga impositiva, a la que también se aludió en los discursos, el número es muy contundente pues la relación entre los impuestos y las ganancias netas de las empresas es aquí 137% mientras que los países con altas cargas tributarias no llegan ni a la mitad y con servicios estatales de muchísima mejor calidad. Por último, en esto de compararnos con el mundo, el crédito total de la economía argentina, incluyendo los créditos que hacen las empresas a sus clientes es de apenas el 16% del PBI argentino mientras que es 10 a 15 veces mayor entre los competidores de los vinos argentinos. Afirmar que el mundo se nos cayó encima es por lo menos una afirmación cuestionable.
Las cadenas comerciales
Otro de los temas del diagnóstico fue el de las cadenas comerciales. Aquí hubo acuerdo generalizado. Todos opinaron negativamente sobre los márgenes que éstas manejan en relación al de las empresas vitivinícolas, lo cual es estrictamente verdad. El tema no es nuevo pero en los últimos años se ha agravado y aún más en un contexto recesivo y con muchas bodegas tratando de vender vino en el mercado interno que no logran colocar en el internacional. Más aún, se trata de un problema mundial el cual los exportadores de vinos argentinos venían sorteando en los últimos años gracias a un muy buen tipo de cambio. La huida masiva de bodegas desde el mercado de Reino Unido hacia el de Estados Unidos siete u ocho años atrás fue precisamente por la fuertísima presión que en el primero hacen las cadenas minoristas muy concentradas.
Lamentablemente por el lado de la oferta hay un problema muy grande a la hora de negociar con los canales comerciales, especialmente los supermercados, cualquiera de ellos maneja en promedio un listado de no más de 250 a 300 marcas y en nuestro país las bodegas en total ofrecen entre 4 mil y 5 mil marcas. El poder negociador de cada una es bajísimo. Pero difícilmente sea a través de la Ley de Abastecimiento por donde se encuentre solución a este problema. Hay que buscar mecanismos que permitan el desarrollo de otros canales alternativos como está sucediendo en el mundo. La Venta Directa es uno de ellos. De más de 8 mil bodegas que hay en Estados Unidos unas 6 mil viven de este canal y una gran proporción de ellas ni siquiera pasa por las góndolas de los supermercados.
De aquí deriva otro de los argumentos esgrimidos tanto por las autoridades nacionales como por las provinciales: "la vitivinicultura argentina se está concentrando y algunos pocos ganan mucho". Vale aclarar que en cualquier mercado cuando se contrae la demanda son las empresas de mayor envergadura y las más profesionalizadas las que tienden a mantenerse en esos mercados agresivos. Por lo tanto, la salida del mercado de empresas más pequeñas tiene su contrapartida en un escenario donde el contexto macroeconómico de inflación, tipo de cambio atrasado, recesión y crédito escaso les impacta con más fuerza. De esto tampoco se hablaba hasta el 2010 cuando todas crecían.
Tal cual se observa en el gráfico las empresas grandes han podido mantener ventas mientras que las más pequeñas las perdieron siendo que hasta 2010 todas crecían, y con mayor vitalidad las más chicas.
Los excedentes otra vez ocupan la escena
Una economía recesiva y un sector de cultivo permanente, salvo que existan posibilidades muy buenas de exportación (que no es el caso argentino) el único destino que tiene es la generación de excedentes. A esto se suma que, lo mismo que pasa en el mundo, la demanda de vinos que crece es el de la franja de precios más elevados mientras que se retrae la de precios más bajos. La combinación no puede ser peor para los productores más chicos, de bajo rendimiento y de uvas que pierden demanda. Este año serán 250 o 500 millones de pesos de asistencia, que tampoco alcanzarán, y el año que viene otro tanto y quizás más. La envergadura de estas cifras puede verse cuando se piensa que el Proviar I, el programa de integración de productores que financió el BID, destinó 50 millones de dólares, una cifra parecida a la que se piensa destinar este año a subsidiar el precio del vino. Esto ya lo vimos, así quebró Giol y el Banco Mendoza.
Cuando la demanda por un producto cae hay que buscarle mejores usos a los recursos productivos (agua, tierra y mano de obra). Lo ha hecho Europa y algunas de las vitiviniculturas del Nuevo Mundo. Más temprano que tarde se agotarán los recursos públicos y el ajuste de la oferta se hará igual pero traumáticamente. Se trata de un tema que la vitivinicultura completa debe resolver. En las zonas productoras de uvas de bajo precio hay por lo menos 15 mil hectáreas de fincas de menos de 10 hectáreas que cultivan con bajo rendimiento y uvas con escaso mercado, aunque la economía mejore. Hay que darle una solución de fondo a este problema y no puede ser subsidiando permanentemente su continuidad en esa franja competitiva donde hoy están. O reconvierten, o aumentan su rendimiento o deben buscar otras alternativas.
Apenas 5 años atrás
En el VI Foro Vitivinícola realizado en 2010 las dificultades estructurales del sector vitivinícola comenzaban a visualizarse luego de varios años de crecimiento. Me tocó exponer acerca de la situación de la vitivinicultura argentina y al final de mi presentación hice tres sugerencias o recomendaciones luego de revisar con detenimiento la situación argentina e internacional.
1. Es necesario aumentar el valor agregado de cada hectárea productiva, cada litro de capacidad y cada hora-hombre trabajada.
2. La dirigencia en general y los mejores técnicos argentinos deben volver a discutir ahora (2010) y a fondo los objetivos de nuestro Plan Estratégico.
3. Lo hecho hasta ahora (2010) es muy bueno pero la dinámica del cambio no permite que pasemos 10 o 15 años sin hacer esa revisión profunda.
No fui su autor original, era lo que recogía de muchas conversaciones y debates con profesionales, empresas locales y organizaciones empresarias y lo que estaba haciendo el mundo.
Fueron varias las voces que en los últimos días reclamaron por estos objetivos, especialmente la revisión del PEVI, y le agregaron un ingrediente que a mi entender está en la médula del debate: la innovación. Ya no se trata de una discusión de claustros universitarios, es crudamente el objetivo estratégico de varias vitiviniculturas con las que competimos. Países como Australia, Estados Unidos, Chile, España o Francia destinan recursos muy superiores a los que recauda el PEVI, sólo a este fin. Ya no hablan de innovación desde el punto de vista de lo productivo. Van mucho más allá, investigan a los consumidores, proponen otros formatos comerciales, analizan cómo transferir rápidamente nuevas tecnologías comerciales y productivas a las más pequeñas. En fin, el abanico es grande, lo único que no podemos es mantenernos inmovilizados cinco años más.
Después de mirar aquellas reflexiones de 2010 y leer y escuchar lo dicho en estos ¿festejos? vendímiales surge una cruda reflexión: cinco años después estamos con discusiones que se pueden leer en diarios de páginas amarillentas de hace 30 años.
jmerino@areadelvino.com
Comentarios