APRENDER ¿Cómo conservar una botella de vino cerrada? ¿Y cuándo ya se abrió la botella?

por Marijo Cantinas y bodegones de Buenos Aires


En esta nueva sección de Oleo Dixit te vas a encontrar con los clásicos de la ciudad. Con fotos, entrevistas, anécdotas y los platos típicos. Hoy, Don Chicho, el favorito de Sandrini, Pugliese y Tita Merello. Una historia de cuatro generaciones de expertos en pasta italiana. 
cuatro generaciones de expertos en pasta italiana. 
Pastalinda: acá se hacen todos los días los imperdibles fusilli de Doña Coty

“¡Chicho, poné los fideos que vamos para allá!”: era el aviso que Luis Sandrini decía al aire antes de terminar su programa de radio. Llegaba con Tita Merello. Y mientras saludaban, ella bailaba la tarantela con Francisco ‘Chicho’ Pace, famoso por su estilo. Caminaba con la boina ladeada, el Avanti enganchado en la oreja y un pan bajo el brazo.

En la cantina Don Chicho también comieron escritores como Leopoldo Marechal y Adolfo Bioy Casares, o actores, cantantes y músicos como Roberto Tito Escalada, Agustín Magaldi, Eva Duarte, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Tito Lusiardo, que pasada la medianoche se sentaban a festejar los éxitos de sus funciones sobre las tablas de la avenida Corrientes.

Los fundadores que abrieron en 1922 las puertas del local fueron los padres de Chicho y de su hermano Luis, todos calabreses de Rossano, como Rosina y Filomena, las mujeres con las que se casaron por poder. Cuando esta generación muere, los hijos de Luis, Luis hijo y Vicente, tomaron el mando del barco.

Don Chicho sigue estando en el mismo lugar: Zárraga y Plaza, donde estaba también La Pagliata, el almacén y bodegón que habían abierto a principios de siglo XX cuando llegaron de Italia. Por entonces Villa Ortúzar era una zona de quintas.






 
Por aquí paseaba Coty Bustamante, que se había mudado desde Parternal. Criolla hasta el caracú, empezó a encontrarse con el joven Vicente que baldeaba la vereda del restaurante. Estuvieron casados como cincuenta años hasta que en 2009 muere Vicente, y Coty toma la posta. Se hace a cargo del local con su cuñado Luis, más hijos y nietos.

Don Chicho está abierto de lunes a viernes de noche, sábados al mediodía y noche, y domingos al mediodía. Hay 120 lugares adentro y 50 en la vereda, cubierta y con calefacción durante el invierno. Y muy al estilo de las cantinas italianas que poblaron la ciudad, Don Chicho también está decorada con guirnaldas y luces de Navidad, poesías, discos de vinilo, caricaturas, afiches, revistas y fotos de familia y de personajes famosos.

Pero además es un reducto de la hinchada de Chacarita Juniors. “Ellos tienen su rinconcito atrás para disfrutar con sus amigos del club”, dice Coty, mientras amasa sentada al lado de la ventana. “Al principio lo hacía a mano, pero como los brazos no me daban para cumplir con tantos pedidos compré la Pastalinda”.

Hoy Don Chicho es sinónimo de familia italiana de barrio porteño. “Somos un clan. Hijos y nietos barren, sirven y cocinan mientras aprenden”. Aun así no da abasto. Los domingos la gente hace cola en la vereda.

Con manteles de papel y sillas de madera, en Don Chicho recomiendan comer albóndigas de carne o de ricota que “en la lengua parecen de terciopelo”, afirmó un comensal.

“Pero las salsas de mi suegra son inolvidables, cada vez que me acuerdo me da hambre”, dice Coty. Pasajeros del primer menú en el barrio, se dice que lo mejor del restaurante son los caracoles.



Otros vecinos aseguran que no hay como los ñoquis del 29, aunque los que se asumen como especialistas afirman que son imperdibles los fusilli de Coty. La masa le llega en bollos listos para cortar y estirar. La pasa por la máquina hasta que queda muy fina con un ancho de unos ocho centímetros cada tira. Con un cuchillo filoso corta tiritas de dos centímetros. Primero Coty los enrosca a mano uno por uno alrededor del fierrito. Cuando se hacen tubito los enrosca otra vez alrededor del fierrito. ¡Un rulo! Y aquí la imagen de las mujeres, tejedoras desde la noche de los tiempos. ‘Fusilli’ viene de ‘fuso’, que en español sería ‘huso’: el mismo con el se pinchó la Bella Durmiente.

El tío Chicho dejó su nombre, y Filomena De Luca, su huella, porque todo lo que Coty sabe de Italia lo aprendió de ella. “Me decía que en su pueblo el agua eran tan clara que se podía ver el fondo del mar. También de Filomena aprendí a hacer la pasta”.

Antes de seguir enroscando masa alrededor del fierrito, Coty afirma que cuando reabrió Don Chicho pidió que si dejaban la bandera argentina pusieran también la italiana “porque al fin y al cabo esto es un restaurante italiano”.

Cantina Don Chicho: Plaza 1411, Chacarita-Agronomía, C.A.B.A.


 
 

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