El Gran Castagnari ataca de nuevo: "Una noche de copas en la Expo DI Vino"
Anoche finalizó la primer Expo Di Vino en
el Hotel UTHGRA Sasso. El encuentro reunió a más de 30 bodegas y
cientos de amantes del vino. Nuestro cronista se sacrificó, probó varios
vinos, observó y escribió esta crónica mientras tomaba unas copas.
Cuando el vino es la causa y el objetivo del encuentro entre un conjunto de personas, el resultado siempre es colorido. El vino aceita las conversaciones, ayuda a la reflexión y hace trabucar la dicción de los que beben en exceso. Una reunión de muchachos pasados de alcohol barato puede terminar en un colorido encuentro pugilístico, pero si la tertulia para tomar vinos de alta gana se realiza en un hotel pipí cucú, con una entrada de 90 coquitos por cabeza (copa de vino incluida), la situación tiene un colorido menos violento.
- Tiene muy lindos aromas ¿Cuántos meses en barrica de roble americano tiene este vino?- pregunta y afirma con cara de sapiencia enológica infinita un cuarentón con cara de desvencijado.
- Es un vino joven y sin madera- explica la sommelier de una bodega mendocina.
El cuarentón se retira con un dejo tánico de vino verdón en su rostro.
La tribu, por llamar de alguna manera al conjunto de personas que se reúne en la Expo Di Vino, es variada. Se distinguen claramente los que están en el mundo del vino y van en busca de negocios, algunos veteranos que la saben lunga, los curiosos que buscan aprender y los infaltables mamados. Hay que reconocer que con el precio de la entrada logran evitar a las muchedumbres que ven una canilla libre en este tipo de reuniones.
Dentro del salón, de unos 1000 metros cuadrados, los stand de los expositores se acomodan uno al lado del otro. Cada uno tiene variedad de vinos, fraperas para mantener frescos los blancos y espumantes, jarras con agua y pequeños baldes para descartar el vino sobrante. Si bien el protocolo permite descartar o escupir el vino, no hay nadie escupiendo. La degustación se hace de parado y con poco morfi en el sistema digestivo, salvo algunos que vinieron comidos de sus casas. En la expo sólo se puede se puede picar algún marroco de pan, unos grisines o un poquito de aceite de oliva.
Las primeras copas siempre son maravillosas y permiten probar vinos de un costo elevado, esos que el tipo común y silvestre compra para situaciones especiales o para regalárselo al cardiólogo. Conviene empezar por los más suaves, tomar un torrontés después de un cabernet sauvignon con 14 meses de barrica produce un efecto que impide la posibilidad de apreciar la frescura y acidez del blanco.
Cuando pasa el tiempo y el líquido de la copa cambia de color y textura varias veces, los vinos se empiezan a parecer. Ese es el momento justo para bajar un cambio, tirar el freno de mano, tomar unos vasos de agua y recuperar fuerzas con un cafecito.
Muchas copas, muchos vinos, muchos sabores, mucho alcohol hace difícil recordar y describir todos. Algunos stands tienen más visitas que otros.
-Para mí este vino es la vedette de la expo. Hace tiempo que buscaba un vino así- describe un flaco de unos treinta años a la dueña y a la somellier de AVE Wines.
El vino en cuestión es el AVE Gran Reserva Malbec 2009 con una crianza en barricas de roble francés e italiano durante 18 meses. El resultado, un tinto aterciopelado, de gran volumen, carnoso y con taninos maduros. Imperdible.
Fuera de todo lo que es el circuito vitivinícola tradicional de Argentina, la gente de Bodegas Saldungaray, ubicadas en un pueblo pegado a Sierra de la Ventana en la provincia de Buenos Aires, sorprende con su Ventania Extra brut, un espumante realizado a base de pinot noir mediante método champenoise. En la copa tiene acidez sostenida y notas frutales.
Frente al sommelier de Altamisque, un hombre huele un Assemblage 2008, un vino de corte que combina 50% Malbec, 25% Cabernet Sauvignon, 25% Merlot. El fulano no hizo la pausa justa y perdió la línea. Aunque mantiene el equilibrio, le transpira la nuca y sonríe con los dientes violetas. Ya no puede distinguir y comprender los aromas, ni el volumen de este gran tinto que pasó de 14 mese por barricas de roble francés nuevas y 12 meses de estiba en botella. Igual lo disfruta. Acá los borrachos siempre tratan de aparentar sobriedad.
Tenemos abierto todo- afirma Hernán Alarcón, sommelier de bodegas López, una de las más visitadas de la expo.
Sobre la mesa, hay cuatro decánters y los clásicos de la centenaria bodega de Maipú: Federico López, Montchenot 20 años, Montchenot 15 anos y Montchenot 2002. En estos tiempos en que los vinos tintos super maderizados se confunden unos con otros, beber un trago de Montchenot cosecha 1989, añejado en toneles de roble francés, es una sensación única: los aromas terciarios florecen en la copa, los taninos son redondos y suaves. La vida sonríe.
Sobre la hora de cierre la gente se amontona en los stands que continúan sirviendo. Un flaco se tambalea y relojea a la curvilínea sommelier de Finca Gabrielli que le acaba de servir un vino que supera los 300 pesos. Quiere decirle algo, pero no puede. Se va sin decir nada y la mira de lejos.
La fiesta llega a su fin. Nuestro cronista extenuado por tanto vin… trabajo, se sube a un taxi y se pierde en charlas absurdas sobre clima, vinos, tránsito e inseguridad.
Cuando el vino es la causa y el objetivo del encuentro entre un conjunto de personas, el resultado siempre es colorido. El vino aceita las conversaciones, ayuda a la reflexión y hace trabucar la dicción de los que beben en exceso. Una reunión de muchachos pasados de alcohol barato puede terminar en un colorido encuentro pugilístico, pero si la tertulia para tomar vinos de alta gana se realiza en un hotel pipí cucú, con una entrada de 90 coquitos por cabeza (copa de vino incluida), la situación tiene un colorido menos violento.
- Tiene muy lindos aromas ¿Cuántos meses en barrica de roble americano tiene este vino?- pregunta y afirma con cara de sapiencia enológica infinita un cuarentón con cara de desvencijado.
- Es un vino joven y sin madera- explica la sommelier de una bodega mendocina.
El cuarentón se retira con un dejo tánico de vino verdón en su rostro.
La tribu, por llamar de alguna manera al conjunto de personas que se reúne en la Expo Di Vino, es variada. Se distinguen claramente los que están en el mundo del vino y van en busca de negocios, algunos veteranos que la saben lunga, los curiosos que buscan aprender y los infaltables mamados. Hay que reconocer que con el precio de la entrada logran evitar a las muchedumbres que ven una canilla libre en este tipo de reuniones.
Dentro del salón, de unos 1000 metros cuadrados, los stand de los expositores se acomodan uno al lado del otro. Cada uno tiene variedad de vinos, fraperas para mantener frescos los blancos y espumantes, jarras con agua y pequeños baldes para descartar el vino sobrante. Si bien el protocolo permite descartar o escupir el vino, no hay nadie escupiendo. La degustación se hace de parado y con poco morfi en el sistema digestivo, salvo algunos que vinieron comidos de sus casas. En la expo sólo se puede se puede picar algún marroco de pan, unos grisines o un poquito de aceite de oliva.
Las primeras copas siempre son maravillosas y permiten probar vinos de un costo elevado, esos que el tipo común y silvestre compra para situaciones especiales o para regalárselo al cardiólogo. Conviene empezar por los más suaves, tomar un torrontés después de un cabernet sauvignon con 14 meses de barrica produce un efecto que impide la posibilidad de apreciar la frescura y acidez del blanco.
Cuando pasa el tiempo y el líquido de la copa cambia de color y textura varias veces, los vinos se empiezan a parecer. Ese es el momento justo para bajar un cambio, tirar el freno de mano, tomar unos vasos de agua y recuperar fuerzas con un cafecito.
Muchas copas, muchos vinos, muchos sabores, mucho alcohol hace difícil recordar y describir todos. Algunos stands tienen más visitas que otros.
-Para mí este vino es la vedette de la expo. Hace tiempo que buscaba un vino así- describe un flaco de unos treinta años a la dueña y a la somellier de AVE Wines.
El vino en cuestión es el AVE Gran Reserva Malbec 2009 con una crianza en barricas de roble francés e italiano durante 18 meses. El resultado, un tinto aterciopelado, de gran volumen, carnoso y con taninos maduros. Imperdible.
Fuera de todo lo que es el circuito vitivinícola tradicional de Argentina, la gente de Bodegas Saldungaray, ubicadas en un pueblo pegado a Sierra de la Ventana en la provincia de Buenos Aires, sorprende con su Ventania Extra brut, un espumante realizado a base de pinot noir mediante método champenoise. En la copa tiene acidez sostenida y notas frutales.
Frente al sommelier de Altamisque, un hombre huele un Assemblage 2008, un vino de corte que combina 50% Malbec, 25% Cabernet Sauvignon, 25% Merlot. El fulano no hizo la pausa justa y perdió la línea. Aunque mantiene el equilibrio, le transpira la nuca y sonríe con los dientes violetas. Ya no puede distinguir y comprender los aromas, ni el volumen de este gran tinto que pasó de 14 mese por barricas de roble francés nuevas y 12 meses de estiba en botella. Igual lo disfruta. Acá los borrachos siempre tratan de aparentar sobriedad.
Tenemos abierto todo- afirma Hernán Alarcón, sommelier de bodegas López, una de las más visitadas de la expo.
Sobre la mesa, hay cuatro decánters y los clásicos de la centenaria bodega de Maipú: Federico López, Montchenot 20 años, Montchenot 15 anos y Montchenot 2002. En estos tiempos en que los vinos tintos super maderizados se confunden unos con otros, beber un trago de Montchenot cosecha 1989, añejado en toneles de roble francés, es una sensación única: los aromas terciarios florecen en la copa, los taninos son redondos y suaves. La vida sonríe.
Sobre la hora de cierre la gente se amontona en los stands que continúan sirviendo. Un flaco se tambalea y relojea a la curvilínea sommelier de Finca Gabrielli que le acaba de servir un vino que supera los 300 pesos. Quiere decirle algo, pero no puede. Se va sin decir nada y la mira de lejos.
La fiesta llega a su fin. Nuestro cronista extenuado por tanto vin… trabajo, se sube a un taxi y se pierde en charlas absurdas sobre clima, vinos, tránsito e inseguridad.
Por Juan Castagnari
Comentarios