La Pulpería del Cotorro: el restaurante más simpático de Buenos Aires
Parque Patricios está lejos de ser un polo gastronómico. Es un barrio de casas bajas, calles de adoquín y fábricas. Los espacios verdes aún funcionan como potreros, las señoras salen a hacer las compras con changuito, la pizza que se consigue por ahí es al molde. En Parque Patricios no está de moda el sushi. El grueso de los boliches para comer son más bien bodegones de mala muerte que rara vez abren de noche. Pasado el horario laboral el paisaje es de portones cerrados, uno al lado del otro.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Parque Patricios se está transformando. Gracias a los beneficios impositivos que ofrece el Gobierno de la Ciudad con la idea de refundar la zona como Polo Tecnológico, pequeñas y grandes empresas de informática se fueron instalando en el barrio. Ya hay 104 funcionando, lo que generó 11.000 puestos de trabajo. Y toda esta gente alguien tiene que darles de comer.
La sucursal de La Farola, que apenas tiene tres meses en el barrio, trabaja a salón lleno, y algunas casas de familia habilitaron los garajes para despachar comida para llevar. En este enclave, en la esquina de Pepirí y Avenida Chutro, a 200 metros del Parque, funciona desde agosto del año pasado La Pulpería del Cotorro, un restaurante pequeño que viene creciendo en fama y convocatoria gracias a un pizarrón callejero. Allí, su dueño, alias El Cotorro (Julián Mazzeo, de 39 años), improvisa a diario frases hilarantes para promocionar el menú de cada día: “¿Tu hijo baila como un guachi turro? ¿En qué fallaste? No te equivoques más. Entrá a la pulpería y comete algo más que las eses”, reza una de las más logradas.
Así como escribe consignas graciosas, las fotografía y las publica en su grupo de Facebook cada día. Y de este modo es como se hizo conocer: primero en Internet y después en el barrio. “El 40% de la gente viene de lugares que no tienen nada que ver con Parque Patricios; se ríe con los carteles del Facebook y viene por curiosidad. Hasta nos visitó gente de San Luis y de Rosario”, cuenta Mazzeo, que trabajaba a salón repleto (40 cubiertos) todos los mediodías, de lunes a sábado. En lo de El Cotorro se puede almorzar por $40 y se sirven gaseosas de litro.
Mientras muchos restaurateurs gastan un dineral para alquilar locales en Palermo, contratan chefs reconocidos e invierten en decoradores, prensa y marketing, El Cotorro atrae público con tan solo esa pizarra. Otro plus es el nombre con el que bautiza sus platos: un día de lluvia copiosa inventó la “milanesa atormentada”, una napolitana power con salsa boloñesa, mozzarella y algunas hierbas. Mientras se escribe esta nota, 2547 personas están hablando de La Pulpería del Cotorro en Facebook, donde ya cuentan con más de 8000 “me gusta”.
DONDE SE COCINA EL ESTOFADO
En las instalaciones donde hoy funciona La Pulpería, en los años 30 ya había un bar. Se trata de una casa esquinera con dos salones a la calle: el primero es el que está abierto al público en general, con prolijas mesas de manteles verdes que combinan con las aberturas. El de al lado, “el VIP”, como lo llama El Cotorro, se reserva para grupos grandes, festejos privados o para aquellos que requieren privacidad (médicos en debate gremial, por ejemplo).
La decoración, a cargo de Graciela, pareja y socia del Cotorro, exhibe antigüedades como sifones, envases de gaseosa y aceites, estufas antiguas, balanzas y hasta un oso de peluche que “cobra vida cuando se lo deja a solas con los comensales”, jura su dueño. La carta es acotada, bien caserita: guiso de lenteja, ñoquis, tamales, kepes, tartas, zapallitos rellenos, milanesa a la napolitana. Por momentos, si se lee con atención, el menú se torna un poco extraño: ofrecen “bicho bolita, gato por liebre, ojos de criaturas extrañas y otros animales. Tortuga no hay”. Otra broma del Cotorro que, por cierto, es bastante excéntrico.
Cierto día, entraron a La Pulpería del Cotorro dos señoras mayores que observaron con extrañeza la nueva decoración del lugar. Se sentaron calladitas y pidieron “empanalgas”, dos para cada una. Cuando El Cotorro se las acercó a la mesa (es él en persona quien atiende el lugar) se animaron a preguntarle por Aníbal, el viejo dueño… “Lo maté. ¿Está rico?”, les contestó Julián: “Lo uso para el relleno”.
SUERTE DE PRINCIPIANTES
A Aníbal no lo mató El Cotorro, de más está decirlo. Aníbal ni siquiera está muerto. Es un señor de edad avanzada que regenteó El Alba -tal el antiguo nombre de La Pulpería- durante doce años. El Cotorro y Graciela viven a dos cuadras de ahí y en el afán de comer pescado de vez en cuando (un plato que Graciela odia cocinar) hicieron amistad con el viejo Aníbal, que un día les confesó su cansancio y que el bar estaba buscando compradores.
“Siempre habíamos tenido la idea de tener un café, nos encanta su perfume. Nos gusta mucho salir a los cafés específicamente, sobre todo cuando viajamos. Y si es tradicional o antiguo, mejor”, cuentan. La oferta de Aníbal en seguida los tentó. El Cotorro, que es dibujante (trabajó para la Sex Humor) y también ex jugador de fútbol (San Lorenzo, Huracán, Argentinos Juniors y Nueva Chicago), hacía diez años que atendía en un local de ropa y ya estaba, por decirlo suavemente, un poco harto: “Lo que teníamos en mente era algo rápido: café, tortitas, nada más… pero apareció esta oportunidad y nos metimos de lleno. Fue cosa de decidirlo en un par de noches, de estudiar el precio e imaginar como podría ser el lugar”.
PROYECTO CARTELE
“¿Su vida es un drama nefasto en interminable como todas las series de Pol-ka? Coma en la Pulpería, ¡y sea feliz por siempre!”. Este es el cartel que nos recibe el día que vamos a hacer esta nota y a probar un excelente pollito al verdeo. Como este, El Cotorro escribe uno por día, uno más delirante que el otro. Reunidos en una carpeta de Facebook resumen perfectamente su onda y la del lugar. Algunos ejemplos: “¡Llame ya! A su esposa, su novia o amante y ¡dele carne! Si trae a las tres juntas, no paga”… “En el día del camionero: sándwiches con moyanesa” o el sublime: “Y dijo Satanás en tu llegada al infierno… ¿Recuerdas cuando llenaste el formulario para la tarjeta SUBE y lo firmaste al final? Adivina quién me vendió tu alma”.
La idea de los carteles que lanzaron a la fama a este bodegón nació un buen día en que el Cotorro se decidió a, como él dice, “ser una especie de voz popular”.
“Fue un poco adrede, para que sirva de publicidad, pero también para que te identifiques. Escribo comentarios que la gente diría en la casa, no en un medio público… ¡Hago chistes sobre personajes públicos!”. Lo que más le sorprende al Cotorro es que personas de más de 90 años se acerquen a felicitarlo: “Las señoras sólo se enojan si les toco a algún ídolo de ellas, como Arnaldo André”. Sin pepino, rezaba la receta del bife en su honor.
Las historias de clientes extraterrestres y apariciones existen y merecen una nota aparte. Será mejor escucharlas del mismo Cotorro, cuando todos ustedes, incrédulos, corran a refugiarse en La Pulpería a esperar una abducción comiendo un tamal o una napolitanga.
COTORREANDO POR LA NOCHE
La Pulpería del Cotorro abre, desde que inauguró, de lunes a sábado desde la mañana hasta las cuatro de la tarde. Pero el aluvión de fanáticos que los sigue por Facebook logró casi un imposible para cualquier local de la zona: que abran a la noche. Dedicado a todos los que trabajan lejos de Parque Patricios y quieren conocer al Cotorro para degustar una napolitanga o una empanalga, desde fines de marzo La Pulpería está abierta los sábados por la noche. Y hasta tienen un show de stand up. Queda en Pepirí 400 (esquina Chutro). Teléfono: 2059-7518.
Por Celeste Orozco
Comentarios