APRENDER 6 claves para descubrir un vino con tan sólo un vistazo

La fórmula del éxito


Fuente: Revista Bacanal | Alejandro Iglesias.
ArgentinaWineAwards[1]Desde 2007 se realiza anualmente el Argentina Wine Awards, un concurso de vinos que incluye un seminario llamado “Vinos y estilos exitosos”. Durante este highlight del evento, un panel de profesionales debate acerca de los vinos que espera el mundo y da su opinión acerca de las etiquetas locales. En esta ocasión, el jurado estuvo formado por doce reconocidos enólogos internacionales que trabajan en siete diferentes países productores. Tras catar a ciegas 733 vinos de 146 bodegas, estos expertos debieron enfrentar un público con más de 400 personalidades de la industria ansioso por escuchar sus comentarios. ¿Está la Argentina en la buena senda, haciendo los vinos que quiere el mundo? ¿O transita por un camino equivocado?

Divididos en dos paneles, cada uno dio su parecer acerca de los vinos evaluados. Lo interesante es que, en la mayoría de los casos, la conclusión fue la misma: según estos expertos, la Argentina abusa del roble y los niveles alcohólicos en sus vinos, algo que atenta contra la tan buscada -y comunicada- expresión del terroir y la identidad. Inmediatamente, tanto en las redes sociales como en el mismo recinto, la industria local expresó su opinión al respecto. Y lo hizo con algo de sorpresa y bastante ironía.
Menos madera y alcohol = éxito
Esto del alcohol y la madera no es nuevo. Ya desde hace unos años muchos medios especializados, tanto locales como internacionales, aseguran que “el consumidor de hoy” prefiere vinos con importante identidad frutal, bajo nivel de alcohol (cercano al 12,5%, Argentina trabaja por encima del 13,5%) y cada vez menos intervención del roble. Hasta aquí, estas conclusiones, que son las mismas de los expertos en el AWA, parecen dar forma a cierta fórmula del éxito, que la industria global debería seguir para triunfar. La cuestión, y el debate, surge de que para muchos esta teórica fórmula no parece reflejar lo que realmente sucede con mercados y los vinos argentinos. Es decir, no queda claro si son realmente los consumidores los que buscan esa ecuación, o los expertos los que aseguran esto sin prestar atención a la realidad que marcan los consumidores.

Si observamos las estadísticas locales, cada año cosechamos más tarde (esto resulta en niveles alcohólicos elevados) e importamos más barricas. Así y todo, cada vez exportamos más vinos. ¿De qué me hablan?”, dice nada menos que Daniel Pi, Chief Winemaker de Trapiche. “Este tema ya cansa… ¿Qué hay de la diversidad o el derecho de hacer vinos que triunfen en el mundo? ¡Si todos los vinos fueran de 12,5 de alcohol, frescos, orgánicos y biodinámicos, esto sería un embole!”, concluye este enólogo más preocupado por la opinión que demuestra el consumidor al comprar, que por los dichos de “los profetas del vino que no representan las preferencias del mercado”. A la vez, es necesario recordar lo declarado por Marcelo Pelleriti, enólogo de Monteviejo, meses atrás en “Bacanal”: “La identidad del terruño argentino se traduce en vinos potentes … quienes critican la concentración y el alcohol, me tienen podrido”.

Esto que dice Pelleriti refiere a las condiciones ecológicas locales. Los vinos argentinos son alcohólicos como consecuencia de un terruño donde el sol es protagonista (hay muchos más días de pleno sol en Mendoza que en Francia…), y si a esto sumamos un clima continental, bajas precipitaciones y suelos áridos es casi imposible lograr una buena maduración a niveles bajos de azúcar (que posteriormente se traduce en alcohol). Es decir, si la uva se cosecha madura, los vinos locales tenderán al alcohol alto. Pero, sobre todo, hay que resaltar que no se trata de vinos desequilibrados, sino de vinos con carácter y temperamento, que soportan dignamente un prolongado período de paso por barrica.

En cuanto al uso del roble, está demostrado que el consumidor percibe los aromas y sabores de la madera como un parámetro de calidad del vino. “Incluso, cuando un consumidor gasta unos pesos más, casi que exige las notas ahumadas de la barrica”, aporta Matías Michellini, de Passionate Wines, que, a diferencia de sus colegas, prefiere vinos más delicados, aunque confiesa: “El vino se debe vender; y si el mercado te demanda un estilo tenés que satisfacerlo. La Argentina aún esta en un proceso de posicionamiento de sus vinos, no es momento para experimentar”.

Entonces, ¿ser exitoso es un pecado? “¡Para nada! Está claro que, a veces, ciertos estilos pueden parecer comerciales o adaptados para determinados mercados, pero de mis decisiones dependen unas 1.350 familias, y eso también hay que entenderlo. Hacemos vino para venderlo”, dice Alejandro Vigil, de Catena Zapata, y agrega: “De todas maneras, agradezco el aporte de estos expertos, no debemos estar a la defensiva o enojarnos. Hay que tener la mente abierta a estas opiniones. Puede que nuestro estilo actual sea como dicen, pero en esto no hay una única receta. Recién estamos empezando y es bueno escuchar”.
And the winner is…

Pero la brecha entre lo que los expertos dijeron no sólo se nota con respecto a lo que los consumidores eligen, sino, incluso, con respecto a lo que los propios expertos premian. El AWA, organizado por Wines of Argentina y COVIAR, culmina con el gran cierre: la entrega de los premios a los mejores vinos, donde el galardón mayor son los Trophy, siguiéndole las medallas de oro, las de plata y finalmente las de bronce.
Así, durante la ceremonia de clausura las sorpresas y el debate tampoco estuvieron ausentes, ya que -en opinión de muchos-, este jurado que había sido tan severo durante el seminario terminó premiando a vinos cuyos estilos estaban claramente definidos por el alcohol y largas crianzas, incluso en algunos de los blancos.

De un total de 733 muestras, 88 recibieron oro y, de éstas, 18 fueron Trophy (máxima distinción). Claramente los tintos fueron las vedettes, entre los que destacó el Malbec, seguido por el Cabernet Sauvignon, los blends y la Bonarda, todos con importante concentración, alcohol marcado y pasos por barrica que difícilmente hayan sido menores a los 10 meses. “Al final premiaron lo que castigaron…”, dijeron muchos al irse.

Todavía queda mucho por discutir. Habrá que ver si es cierto que el mundo quiere vinos con menos alcohol. También habrá que ver hasta dónde un país debe hacer “lo que el mundo quiere”, aun cuando eso atente contra una calidad natural del terruño. Pero hay una sola cosa que, por ahora, nadie discutirá: hoy por hoy, el estilo local está definido por el alcohol y la barrica. Y mientras esta ecuación sea exitosa, nadie pensará cambiarla.

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