Implantar más robles para fabricar barricas en Mendoza


Fuente: Diario Los Andes | Miguel Ángel Flores.
BarricasUn proyecto que está en la Legislatura busca, con incentivos fiscales, lograr un modelo de sustitución de importaciones a futuro. Hoy, las extranjeras cuestan desde U$S500. Si, atenuadas las protestas a la sombra de las limitaciones que plantea la coyuntura (léase trabas a la importación), se empieza a pensar a futuro en una sustitución a escala de insumos vitivinícolas claves, la idea es plausible. Se trata de una iniciativa surgida del ámbito privado, que apunta a promover la implantación de robles, especie poco difundida aún frente al álamo y el eucaliptus, para, así, proveer barricas hechas en Mendoza.

“Incentivar a través del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) en la provincia de Mendoza, la plantación de robles (Quercus robur y otras especies) para obtener esta madera a futuro y reflotar la industria de la tonelería regional relacionada a la vitivinicultura, mueblería, industria y comercio”, dice el proyecto de resolución presentado en la Legislatura por el diputado demócrata Aldo Vinci a fines de marzo.
Actualmente, no son pocas las bodegas que afrontan dificultades para liberar su mercadería importada, en especial barricas de roble europeo y americano. A nivel local, desde mucho antes de que se impusieran las Declaraciones Juradas, para muchas el reciclado (cepillado de las duelas con más de 3 años de uso) es una opción cuyo costo arranca, según estimaciones de los pocos fabricantes, en los $ 200, pero exceptúa a vinos premium y ultra-premium que exigen madera nueva.
El bodeguero Bernardo Guisasola es un impulsor de la iniciativa que debe tratar la Cámara baja. La iniciativa necesita aprobar las primeras pruebas de rendimiento de la madera mendocina en duelas y tablones, que se realizarían en un aserradero modelo de la Facultad de Ciencias Agrarias. “Hay roble en Mendoza pero no el suficiente. Está claro que lo único que se descarta es la corteza y las hojas, y hasta el aserrín sirve para usar como chips en el vino”, destaca.
El camino por recorrer no es fácil, teniendo en cuenta que Mendoza cuenta con pequeños paños productivos de robles, como en las cercanías de Tupungato, y de función ornamental, como los añosos ejemplares cercanos a Casa de Gobierno o en el Parque. De acuerdo a los expertos, un bosque puede producir con 20 años; por eso mientras antes se empiece, mejor.

La ley 25.080/99 (prorrogada hasta 2018) promociona la implantación, cosecha e industrialización: se otorga un subsidio inicial (el 80% de hasta 300 hectáreas) e incentivos fiscales en una segunda etapa.
“Si bien lleva más tiempo que el álamo, que incluso ingresa desde Chile, el roble es una especie que puede producirse aquí perfectamente”.
“El productor necesita saber más de sus cualidades y adaptabilidad, pero lo cierto es que existe una demanda importante: lo demuestran las empresas que compran barricas en desuso para convertirlas en entablonado. Sería interesante una industria local, por lo que significa la mano de obra como valor agregado”, analiza Natalia Naves, de la Dirección de Producción Forestal del Ministerio de Agricultura de la Nación, y jefa de la cátedra de Dasonomía de la UNCuyo, que lleva dos años de trabajo al respecto.


Preservar el oficio
Al margen de las complicaciones que conlleva el control aduanero, las barricas importadas de roble americano rondan los u$s 500, y 600 euros la variedad europea. En las madereras locales, una de 15 litros se ubica en $ 1.400, en tanto que el kilo de chips cuesta unos $ 35. De ahí que, si hubiera una industria tonelera en Mendoza capaz de atender la demanda, el ahorro en flete le daría suficiente ventaja.
Carlos Martínez lleva 49 de sus 80 años dedicado a trabajar el roble. Empezó a los 13 en la ex bodega Giol, como aprendiz de los toneleros que hoy son una raza en extinción. Con la ayuda de su hijo y su yerno, actualmente construye barriles de hasta 10 litros en su pequeño taller de Guaymallén, y se entusiasma con la idea de una nueva industria local, para “enseñar el oficio a los que se interesen en ejercerlo”, asegura.
Martínez es uno de los cinco toneleros aún activos en el país, todos artesanales. Por falta de infraestructura necesaria y mano de obra, trabaja para un puñado de clientes y descarta pedidos grandes. Como él cuenta, “tuve que decirle que no a una bodega estadounidense que quería 200 barricas en un mes”.

Comentarios

Entradas populares