Palito, bombón, helado por lucilanda
A mí no me gusta el helado, ¡me encanta! De hecho, me cuesta muchísimo entender a la gente que tiene una inclinación por manifestar indiferencia o desagrado por algo tan maravilloso como el helado. Para mí no tiene horarios ni temporadas. Pido helado al menos una vez a la semana durante todo el año. Sin embargo, claro está, el verano nos invita a todos a sentarnos en la vereda, pedir un cucurucho gigante y disfrutar mientras miramos la gente pasar y los convertimos en personajes insólitos de una película imaginaria.
Pero ¿dónde se come el mejor helado de la ciudad? Casi todos conocemos Freddo, Volta, Persicco y Chungo… pero los mejores cucuruchos no necesariamente se comen en las grandes cadenas. La última semana me dediqué a recorrer mis heladerías preferidas (y las de algunos amigos), hablé con dueños y heladeros, probé incalculables cantidades de helado, y llegué a una conclusión: el mejor helado es el de esas heladerías de barrio donde te atienden como si fueses un amigo (aunque los visites por primera vez), o las empresas familiares que montaron un negocio que sigue teniendo un espíritu emprendedor a pesar de su éxito; donde aparecen gustos con frutas estacionales y el helado no necesariamente sale más de $80 el kilo.
Estas son algunas de esas heladerías:
Bambola (Acassuso): en la rotonda de Acassuso, está mi heladería preferida. Es mi heladería de toda la vida. La misma a la que iban mis viejos cuando eran novios. Hay que reconocer que no se destacan por su atención amigable, de hecho, la señora que atiende nunca parece tener ganas de conversar, pero para mí, tienen el mejor dulce de leche con nuez que he probado en mi vida (y créanme, he probado muchos); la frutilla al agua tiene un color casi eléctrico, que te mancha la lengua al primer lengüetazo, pero vale la pena cada mancha; la mousse de limón tiene el gusto exacto del relleno del lemon pie y si además del gusto, quieren pedacitos de la base, pueden ir hasta La Góndola, en San Isidro donde se encuentra la heladería prima hermana de Bambola, que se rumorea abrió la mujer del hijo del dueño.
Arnaldo (Munro y sucursales): la gente hace cola, deja el auto con balizas, y espera pacientemente a que los atiendan. ¿Por qué? Porque el helado de Arnaldo lo vale. La mousse de frambuesas es excepcional, y el tiramisú vale la pena un viaje desde Capital. Es de las pocas heladerías donde todavía el kilo de helado está por debajo de los 60 pesos. El único inconveniente que tienen es que no hacen delivery. Arnaldo es una empresa familiar, que nació en manos de Agustín Arnaldo, en 1965. Su primer local estaba ubicado en Munro y se llamaba Sorrento. Durante los 90, la heladería paso a llamarse Arnaldo, y abrió locales en Olivos y Martinez.
Flamingo (Vicente Lopez): Flamingo es la típica heladería de barrio, uno de esos lugares que abrieron cerca de la década del 60 y nunca fueron remodelados o aggiornados a los diseños modernos de las heladerías de hoy. Como cuando te sentás a tomar un café en esos viejos bares y los mozos son los mismos que atienden hace 30 años, y están vestidos de la misma manera. Flamingo es eso, una heladería como las de antes. Fue fundada en 1954 por Rodolfo Marinetto y Domingo Bonino, con la idea de brindar el mejor producto a los vecinos. Ubicada en la esquina de Maipú y Roca, tradicional esquina de Vicente Lopez, la heladería se afianzó como un lugar de reunión y encuentro para familias y amigos. Cuentan con más de 54 gustos que van desde crema oreo, frutilla, hasta una mousse de sambayón con chocolate (se llama espumone, y es la especialidad de la casa).
Jauja (Belgrano): Jauja nació en los años 60 en manos de Lucia Adler y Jose Mazzini. Lo loco es que esta heladería no nació ni como heladería ni chocolatería, ni siquiera un restaurant; Jauja en sus comienzos fue una local de artesanías y jueguetes didácticos. Durante casi 20 años estuvieron instalados en Villa Gesell, y en 1980, se mudaron a El Bolsón, donde comenzaron sus actividades gastronómicas. Al principio, Lucy y Pepe vendían sándwiches, luego se convirtieron en restaurante de platos regionales, y finalmente incorporaron la heladería, donde fueron creándose, de a poco, los sabores originales que los caracterizan. Jauja cuenta con locales en Bariloche, El Bolsón, Villa La Angostura, dos sucursales en Capital, y un local en Melbourne, Australia. Su lema es: la fruta es fruta, la crema es crema, la leche es leche y el helado es Jauja. No utilizan colorantes, conservantes ni saborizantes artificiales. Los sabores tienen nombres divertidos y otros algo jugados (no cualquiera se anima a ponerle sambaleche o anaranjauja a un helado). Mis preferidos: chocolate profundo, maqui, dulce de leche con moras y mousse de frutos del bosque.
El polo (Quilmes): cuando una amiga me dijo que su heladería preferida era El Polo, la miré con cara extrañada, como preguntándole ¿qué era El Polo y por que nunca la había conocido? Nos subimos al auto y fuimos hasta Quilmes, y en la esquina de Colón y Brown, se paraba orgullosa una heladería con 80 años de trayectoria. Qué sabores elegir entre tantas opciones, como superar esa crema de café y el super dulce de leche…. El Polo abrió sus puertas en manos de Catalina Cieñiuch y Gabriel Ostrowsky dos inmigrantes de origen polaco y ucraniano llegados a principios del siglo XX. Al principio fabricaron barras heladas que vendían en la calle con sus carritos, luego, cuando comenzaron a tener éxito, decidieron abocarse completamente a la actividad heladera. El nombre de El Polo, fue sugerencia de Catalina, como forma de recordar su Polonia natal, y haciendo un juego con la idea del frio del helado. Ochenta años después de esas primeras barras heladas, El Polo sigue siendo una empresa familiar, que hoy maneja la nueva generación de la familia.
Helados Lucca (en Coghlan): abrió sus puertas hace menos de dos años, aún así, ya es la preferida de muchos en el barrio. Está siempre llena y es ideal para una noche de verano. Lucca se llama a sí misma una heladería boutique. Y ¿qué significara ser una heladería boutique? Parado en la cola, chusmeás los sabores y empezás a leer cosas como Banafru, Manama, Chococabra y Blind y te empezás a dar una idea de lo que quieren transmitir: originalidad, creatividad y calidad de ingredientes. Los helados son realmente buenos (recomiendo probar Vainicabra y Pera) y sale $60 el kilo.
Ustedes, ¿Tienen alguna heladeria preferida en su barrio?
Luz es escritora, productora de televisión y chef profesional.
Está enamorada; de la cocina y todo aquello gastronómico.
Los domingos se junta religiosamente con amigos a charlar,
jugar a las cartas y cocinar (ella cocina, ellos prueban).
Así nació su blog, cookiesundays.com.
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