Cronica de una botella
Fuente: Vinarquía Blog | Ariel Rodríguez.
En los últimos años Bodega Amalaya ha dado mucho de qué hablar. No
me interesa contarles sobre su historia, sino sobre sus vinos. Más allá
de a quién pertenece una bodega, si es una gran empresa o una bodega
boutique, de larga raigambre nacional o capitales extranjeros lo que
importa y lo que está ahí, a la vista, son los vinos que se producen. A
veces es así y ya.
Esta bodega salteña produce tres etiquetas geniales: Amalaya Vino
Tinto (corte de 75% Malbec, 10% Cabernet Sauvignon, 10% Syrah y 5%
Tannat), Amalaya Vino Blanco (90% Torrontés, 10% Riesling) y Amalaya Gran Corte (90% Malbec, 5% Cabernet Franc y 5% Tannat).
Increíblemente, a pesar de sus comentarios positivos, nunca los
había probado. De pronto, en menos de una semana pude probar los tres.
En vísperas de mi cumpleaños probé, gracias a El Cuervo Adrián de Vinos en Buenos Aires, Amalaya Vino Tinto 2008, una exquisitez. Luego probé elAmalaya Vino Blanco 2011, del cual saqué una nota. Y, por último, para festejar San Valentín probé el Amalaya Gran Corte 2009. Y de él quería contarles la crónica de su degustación.
Lo tomamos en el Restaurante Brotes del Alma (super recomendado). La moza me muestra la botella y ante mi aceptación me sirve una pequeña cantidad donde se ve el color rojo violáceo intensísimo, casi negro.
Mi segundo paso es acercarme la copa a la nariz,
por supuesto. Para algunos hacer esto en un Restaurante es una tontera,
pero casi inmediatamente te darás cuenta si el vino está malo.
Volviendo al vino en cuestión, nos adentramos en una botella que
cambió a lo largo de toda la cena, nunca permaneció calma y siempre nos
sorprendía con notas aromáticas nuevas. Recién descorchado aparecieron
los aromas secundarios típicos de la fermentación, levaduras. Con un
poquito de aire el vino empezaría a aflorar.
Y así fue, empezó a aparecer lo frutado: fruta negra y mermelada; y lo especiado.
Luego, las sutilezas de la vainilla y la menta del Cabernet Franc y
algunas notas propias del terruño salteño, esa cosa salvaje entre
mineral/terroso y herbal que me encanta.
Ir descubriendo las capas de aromas que nos ofrecía fue un placer casi epifánico.
¿Qué pasó con el sabor? Bueno, en boca fue un
vino franco, equilibrado, redondo de taninos. Un vino agradable de
beber, pero con final potente, que se hace sentir en especial al
principio.
Luego un final largo y con retrogusto terroso y mentolado. Digamos
ese carácter salvaje del que hablábamos antes, pero para nada rústico.
No sé si fue el vino del año, pero de que es un vinazo no hay dudas!!
Precio: $80 (En Brotes del Alma te hacen precio de vinoteca)
RPC: Excelente
Notas de otros blogueros:
Vinos en Buenos Aires: La Bomba
WineMDQ: Amalaya Gran Corte 2009
El Vino del Mes: Velada Etílica Agosto 2011
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