INTERNACIONAL Científicos chilenos logran producir vinos con bajo alcohol sin sacrificar la calidad

¿Dejó de ser Bonarda la cenicienta de las viñas?

Fuente: Ámbito.
Not_20111006_605467[1]Sigue avanzando para estar junto al Malbec como emblema de vino argentino. Hay sabores que provocan el deseo de saber de dónde surge algo tan atractivo y peculiar que provoca un enorme placer al paladar. Eso hace que muchos turistas quieran develar el misterio visitando el territorio de donde provienen esos sabores. Ir, por ejemplo, a la francesa Champagne-Ardenne, donde nació el champagne, a la Escocia del whisky, al Portugal del oporto, al Kentucky del bourbon. Es un interés de ese tipo el que atrae muchos turistas a Mendoza, una de las Ocho Capitales Mundiales del Vino, para conocer el «terroir» del consagrado Malbec argentino, observar la cuidadosa forma en que se lo produce, mezclando arte, artesanía e industria de avanzada. Y descubrir, al pasar, otras virtuosas variedades fruto de las viñas criollas, haciendo catas en los diversos hitos bodegueros que les proponen los entes de turismo a todo lo largo de la bien planificada senda de Los Caminos del Vino.
Esos visitantes suelen descubrir que hay un varietal, el Bonarda, que hasta hace un tiempo era una especie de cenicienta de las viñas, que cada vez va ganando más terreno para andar cerca de nuestra divisa vitivinícola nacional a nivel mundial. Veamos qué ha sucedido.

Tras la cepa insigne
Si bien el Malbec es, sin discusión alguna, «la cepa insignia de nuestro país», desde hace unos años se viene buscando cuál es el varietal que puede acompañar a nivel mundial (acompañar, jamás sustituir) a «el rey de los vinos argentinos», como suelen calificar a nuestro Malbec algunos de los más prestigiosos enólogos franceses. En las propuestas suele nombrarse, principalmente, al Cabernet Sauvignon, el Pinot Noir y elBonarda. Luego vienen los que han venido creciendo en interés, como Syrah, Merlot, Sangiovese y Tempranillo. Entre las de blancos, según una mayoría de especialistas, brilla el Torrontés, que es cultivado exclusivamente en la Argentina, y que aunque tenga cierto parentesco con el vino centroeuropeoGewürztraminer y con la variedad española Samontano, entre nosotros se ha arraigado con una marcada identidad.

Acerca de qué cepa escoltará al Malbec en el paladar de los consumidores argentinos y en la que pareciera irrefrenable conquista de mercados internacionales, se volvió a escuchar debatir el pasado septiembre entre especialistas y amateurs, en los momentos previos o posteriores del exitoso Festival Tango por los Caminos del Vino, que se realizó en acústicas cavas de distintas bodegas y en rutilantes recintos para reuniones corporativas de hoteles de Mendoza.
Como viene sucediendo desde hace unos cinco años, el Bonarda fue el varietal más mencionado, tanto a favor como en contra, para ir tras el Malbec con la enseña celeste y blanca. Entre los que estaban a favor de eso señalaban que el Bonarda gusta mucho en el mercado anglosajón, en ese norte de América que incluye a Canadá, y en Gran Bretaña, y «vale tener en cuenta que Estados Unidos es, por el momento, gracias al Malbec, el mayor destino de los vinos argentinos: el último año se enviaron a ese mercado más de cuatro millones de cajas» y «si bien aún no ha conquistado el paladar de los argentinos, son varias las bodegas que creen en su potencial para reposicionar al Bonarda como uva de calidad, ofreciendo, tras un planificado cuidado, un varietal premium, del cual ya hay prestigiosas etiquetas en vinerías selectivas y suele ser recomendado por mediáticos bartenders, y cada día gana más adeptos», explicó el bartender Gastón Rodríguez mientras se hacía antesala a un show de tango en el Intercontinental.

La gran mutación
Hay quienes consideran que la cepa Bonarda reitera nuevamente la historia de la Cenicienta que se convierte en princesa, porque durante mucho tiempo fue un humilde y servicial «vin d’ assemblage», vino de corte, que por su intenso color, sabor frutal y bajo costo formaba parte del «vino común de mesa», de los vinos tintos más económicos previos a los de Tetrabrick y que, además, en una buena proporción, se vendía en damajuanas.

El Bonarda fue una cepa que participó del que años atrás fue etiquetado como Borgoñaun vino que fue «creado» como muchos de los vinos regionales franceses, mezclando Bonarda, Malbec y, en casos,Sangiovesse. Hace cerca de unos diez años, un conjunto de enólogos, estimulados por los comentarios de asesores extranjeros, decidieron reivindicar al Bonarda, dándole un cuidado especial, estableciendo un rendimiento controlado, para alzarlo a un nivel premium.

La cepa Bonarda fue, como tanta otras, traída por algunas de las corrientes inmigratorias que se asentaron en nuestro país, fundamentalmente en Mendoza, y fue sembrada profusamente. Hay, desde hace unos años, una sostenida discusión sobre el lugar de donde provenía. Tres aparecen como los posibles lugares de partida. La mención más habitual es a Italia, a la zona del Piamonte (aunque, como ocurre con las bases de la cultura occidental, se diga que se inició en Grecia), de donde también llegaron otras famosas variedades como elBarbera, el Nebiolo o el Sangiovese. Según esto, la cepa de nuestro Bonarda correspondería a la delDolcetto o el Barbera del noroeste italiano. Cepa que es conocida en la californiana zona de Napa Valley con la denominación de Charbono Piamontés.
Acaso esta asociación haya hecho que Masters of Wine como Peter Richards o Robert Parker hayan tomado con especial atención al Bonarda argentino, al que consideran, del mismo modo que nuestro Malbec, un producto «absolutamente nacional», coincidiendo en esto con lo dictaminado, para dejar de lado esta polémica sobre el origen, por el Master argentino Dereck Foster.
Otros prestigiosos «connaisseurs», por su parte, sostienen que nuestro Bonarda proviene de una cepa centroeuropea, de la uva Csoká, que se cosecha en el norte de Hungría, en la zona de los Cárpatos. La botella húngara más conocida de este varietal lleva la imagen de un cuervo negro, y esto hace que el Bonarda se relacione con la que ha sido dada como zona de partida, también del que se produce en nuestra zona andina. Hace tres años, en abril de 2008, el Instituto Nacional de Vitivinicultura estableció en una resolución que «el Bonarda cultivado en la Argentina es la variedad Corbeau francesa». Es decir que se originó en Saboya, en la región de Ródano, en la zona de los Alpes franceses, donde se lo bautizó Corbeau Noir, cuervo negro, imagen que ofrece un perfecta definición de una de las características del Bonarda: su brilloso tinte negro violáceo parecido al pelaje de esa ave.

Si alguna vez la uva Bonarda fue considerada entre nosotros como de baja calidad, sólo generadora de color, hoy el cuidado especial realizado por algunas prestigiosas bodegas ha logrado que se alcanzara lo que ya indicaban los manuales enológicos franceses, la producción de vino de alta gama, de «vinos elegantes, con leve grado de alcohol, taninos maduros que no alcanzan agresividad y un perfecto sabor de frutos negro azulados, como grosella, mora y arándano».
M.S.

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