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Los aspectos visuales del vino, como el color, ofrecen muchas pistas sobre el estilo de vino que se va a disfrutar. Con los ojos recibimos los primeros estímulos del vino. Es la conocida fase visual del vino.
El primer paso para valorar el color es disponer de una buena iluminación. Lugares oscuros o con luz tenue, cómo en muchos casos suelen disponer los restaurantes, no suelen ser aconsejables para la fase visual del vino.
Lo ideal es observar el color del vino en un ambiente "de laboratorio", con gran iluminación, limpia y clara, y con una estancia y mesa lo más blanco posible.
El color del vino nos indica la edad, variedad de uva, la densidad, el sabor, la acidez y más. Mediante la comparación de los diferentes colores se puede aprender a identificar un vino con sólo mirarlo.
Un vino tiene varios colores, se suele estudiar el del fondo (seno o cuerpo), pero también el de su borde o ribete, además de los reflejos, brillos o irisaciones que produce a la luz, e incluso el color de la lágrima dejada en las paredes de la copa. Además se distingue entre el tono o color y la capa o intensidad del mismo.
Los vinos tintos pueden ir desde tonalidades rosadas y violáceas hasta llegar a ser opacos y casi negros. Los blancos a su vez pueden mostrar desde una palidez casi incolora hasta un intenso color amarillo. Los rosados, por su parte, pueden ir desde un ligerísimo tono salmón hasta una tonalidad rosa profunda.
Con la edad el color de los vinos blancos se oscurece y pueden llegar a adoptar un tono marrón, lo que nos indica que han entrado en fase de declive perdiendo toda su frutalidad y frescura. Los vinos con mayor acidez natural tienen una vida más larga y pueden conservarse en perfectas condiciones durante años.
El los tintos la decrepitud producida por la edad se manifiesta en una pérdida de intensidad cromática, hasta el punto de adoptar una tonalidad amarronada y un ribete de color piel de cebolla que puede incluso llegar a ser transparente.
A priori todo vino debería presentar un aspecto limpio y brillante y, salvo que se trate de alguna elaboración especial, es muy raro encontrar un vino mate, turbio o velado, síntomas que nos pueden anticipar algún tipo de defecto.
La intensidad del color
Si un tinto presenta poca intensidad cromática nos indica que se trata de un vino joven, de elaboración rápida, recordemos que cuanto más tiempo un enólogo mantiene las pieles de las uvas en contacto con el mosto, más oscuro y más intenso es el color del vino obtenido. No obstante, una baja intensidad de color también puede ser una señal de que el vino procede de un clima frío, y por el contrario si presenta mucha puede indicar la procedencia de un clima cálido, o bien que se trata de un vino que ha sido sometido a algún tipo de maceración o crianza, esto es, un vino añejo.
Los colores azulados o muy violáceos en el ribete de la copa tienden a indicar un pH más alto (mayor acidez).
En un blanco, la palidez indica que se trata de un vino muy joven que además se ha embotellado muy rápido, es decir que no ha permanecido ningún tiempo en el tanque, ni recibido ningún tipo de crianza (lías, barrica de madera,...).
Por el contrario, si un vino blanco se somete a crianza, especialmente en barricas de madera, el color resultante tenderá a ser un amarillo más oscuro.
El ribete y el cuerpo
Cuando inclinamos la copa para observar el vino, se denomina 'ribete' a la parte con menor profundidad más próxima al borde. Por el contrario la parte con mayor profundidad en el centro de la copa se denomina 'cuerpo'.
La opacidad de un vino, es decir la capacidad de poder ver a través de él, se manifiesta en el cuerpo y puede indicar que tipo de uva se utiliza para hacer el vino y también le puede indicar la edad de un vino.
Un vino opaco o muy cubierto también puede ser producto de algún tipo de elaboración, es el caso de los vinos poco o nada filtrados (como los vinos de montaña).
El color principal o primario del vino se observa en el cuerpo. El color primario nos indica cuántos años tiene el vino . Los vinos comerciales tienden a perder su pigmentación de color muy rápidamente (2-4 años ), mientras que un vino de mayor calidad suelen estar diseñados para que el color empiece a cambiar a los 10-14 años. Los vinos que tardan mucho tiempo en cambiar de color también se toman un largo tiempo en desarrollarse.
En cuanto al color del ribete, o colores secundarios, el paso del tiempo se manifiesta con determinados tonos. Así, en los vinos blancos jóvenes se suelen presentar matices verdosos o color paja, y en los añejos presentan tonalidades más apagadas, amarronadas e incluso color 'piel de cebolla'. En los vinos tintos añejos puede haber toques anaranjados, marrón o ladrillo, mientras que los jóvenes suelen presentar colores púrpura, magenta o violáceo.
Cuando existe una gran variación entre el color del ribete y el cuerpo, puede indicar que un vino -blanco o tinto- es más viejo, mientras que un degradado progresivo nos indica que estamos ante un vino muy joven.
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