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Cuando tenemos comensales en nuestra casa, y el protagonista va a ser el vino, conviene conocer algunos aspectos básicos que mejorará la velada y dejará satisfecho a los invitados
En la mesa se dispondrá de un número de copas limitado al espacio físico con el que contamos para cada persona. La cantidad de comensales nos obligará a calcular bien las copas y el espacio necesario.
De cualquier manera, el principio importante debe ser el de la comodidad, que facilitará todo lo que queramos presentar valorándolo mejor.
Recomendamos un mínimo de dos o tres copas, una para el vino tinto, otra para el blanco y una flauta o tulipa para el espumoso.
Los vinos que se van a presentar se ordenarán teniendo en cuenta los platos a servir. Primero irán los blancos, que preceden a los tintos. Entre ellos, los jóvenes y las crianzas, que preceden a los reservas y grandes reservas.
El vino que debe servirse lo habrá probado antes el anfitrión. Este primer contacto es importante para detectar posibles fallos, si los hay, como la oxidación, el corcho, el vino decaído, la temperatura incorrecta, etc.
Como principio general tendremos en cuenta que siempre se servirá el vino antes que los platos para poder conocerlos mejor, sin la influencia de los aromas de los alimentos y sin que nada distraiga la atención de los comensales.
Si algún vino requiere decantación se hará en presencia de todos, explicando el motivo de la acción.
Una vez que el anfitrión ha decidido servir el vino, lo hará ofreciéndolo primero a la persona que quede a su izquierda, y continuará así sucesivamente sirviendo. Olvide el concepto machista y clasista de servir primero a las mujeres o personas de "mayor cargo". En el protocolo del siglo XXI, a la hora de servir el vino, no importa la edad, el sexo o el estatus social.
Póngase de pie para servir, sus invitados lo agradecerán y causará mejor impresión, hágalo por detrás de cada persona y sírvale por su lado derecho (no se le ocurra aprovechar para servir a la persona que tenga enfrente en la mesa). Finalmente se servirá su propia copa en último lugar.
Sea cual sea la ocasión, lo importante es que esté pendiente de sus invitados y procure que sus copas no queden vacías, sin que se vean presionados por su parte a seguir bebiendo si no lo desean.
Durante el servicio deberá sujetarse la botella por su parte inferior cuidando que quede visible la etiqueta, y escanciará el vino con delicadeza, procurando no llenar más de un tercio del contenido a fin de facilitar un espacio vacío que nos permita aspirar los aromas y voltear el vino de la copa para excitar su contenido y que dé lo mejor de sí mismo.
Finalmente, al terminar de servir, se debe dar a la botella un giro de un cuarto para evitar el impertinente goteo del final del escanciado.
Los espumosos se beben antes de comer, en los aperitivos, y nunca al finalizar la comida. Para servir el espumoso sirva media copa a cada invitado, rellenando la copa después de que haya bajado la espuma.
LA TEMPERATURA
Es muy importante conocer la temperatura del vino. Las temperaturas deberán ser las siguientes:
- Vinos blancos: 7 a 10 ºC
- Vinos blancos de crianza: 7 a 12 ºC
- Rosados: 6 a 10 ºC
- Cava y Champagne Brut: 6 a 7 ºC
- Cava y Champagne Rose: 7 a 11 ºC
- Blancos jóvenes: 10 a 15Q
- Tintos jóvenes: 12 a 15 ºC
- Tintos con cuerpo: 14 a 18 ºC
- Tintos reservas: 15 a 18 ºC
- Vinos dulces: 6 a 8 ºC
- Fino y manzanilla: 6 a 7 ºC
Se aconseja que el vino llegue a la mesa a la temperatura correcta y, si no parece estarlo, se aplicarán remedios caseros y simples para conseguirla, como la utilización de una cubitera con hielo y agua en la que lo introducimos vigilando los grados que queremos conseguir con sumo cuidado.
Los vinos viejos o de añadas no pueden beberse a temperatura ambiente. Se procurará que consigan la llamada temperatura bodega, que es fresca pero en su mínima expresión. Lo mejor es dejarlo en una cubitera durante unos minutos.
También puede conseguirse con el enfriador de botellas o funda térmica durante unos minutos.
Un exceso de frío inhabilita las papilas gustativas, y una escasez de él hace que algunos vinos pierdan sus facultades. Es importante cuidar que no haya cambios bruscos.
Los cuidados que proporcionamos al vino devuelven inmediatamente su agradecimiento al que lo cuida, siempre mejorándolo. Si lo estropeamos, estropearemos también el acto para el que había sido propuesto.
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