APRENDER ¿Cómo conservar una botella de vino cerrada? ¿Y cuándo ya se abrió la botella?

Cómo es el consumidor argentino de vino

¿Cuál es su sabor preferido?, ¿cómo se socializa el vino?, ¿cuanto hay de farsa y cuanto de verdad en la forma que catamos la bebida?

Por Fabricio Portelli
@FabriPortelli

Hace falta aclarar que si bien la palabra es masculina, me refiero a hombre y mujer por igual, ya que no está comprobado científicamente que las diferencias de género influyan al momento de degustar un vino. Aunque es cierto que las mujeres son mucho más perceptivas que los hombres, esto no implica necesariamente una mayor capacidad para descifrar sensaciones que encierra cada copa, o describir un vino. Igual, acá y en cualquier país consumidor se sigue creyendo que hombre tiene más cultura vínica que las mujeres.

Contrariamente a lo que muchos piensan, el consumidor argentino sabe mucho de vinos. Quizás el problema sea que aún muchos no se han dado cuenta de ello. 

Hace varios años, mi mentor, Miguel Brascó sostenía la teoría del paladar genético. Algo así como una herencia natural de una costumbre cultural transmitida de generación en generación. Esto explica un poco por qué nosotros somos mucho más exigentes y difíciles de convencer que los norteamericanos, por ejemplo. Ellos, que recientemente se incorporaron al universo del placer por el vino, se dejan sorprender con más facilidad. Hasta hace poco sus bebidas favoritas eran la cerveza y el "regular coffee". Por eso las bodegas, cuando hacen vinos para ese mercado, buscan productos más amables y con finales dulzones.

Los viñedos argentinos, entre los mejores del mundo

Y así como la mayoría de nuestras costumbres son heredadas, también el gusto por el vino. Esto presenta el primer problema. Porque muchos creen que no saben. Pero se paran con tantas exigencias delante de las copas que hace casi imposible la conquista vínica. Recordar que el vino es un gusto adquirido y que se lleva en la sangre. Está en uno intentar con ganas. Y sólo así, tarde o temprano, llegará el disfrute. Y con él, un nuevo mundo de sensaciones para regocijarse a diario.

Ya dentro del universo de los consumidores vínicos argentinos, hay varios rasgos para destacar. Lamentablemente el más frecuente tiene mucho que ver con esa fama que (nos han hecho), y que salta cada vez que viajamos al exterior. Sí, nos la creemos, y el mundo del vino no es la excepción. Es cierto que hace falta confiar en sí mismo para poder captar un vino y poder compartir las sensaciones. Sólo la práctica nos va a permitir describir con palabras cada vez mejor lo que sentimos al beber cada vino.

Los argentina vienen de los latinos, y fue justamente en la vieja Europa donde se forjó su paladar. 

Pero está lleno de los que creen que nacieron sabiendo. Y si bien no hace falta saber de vinos para sentir placer al beberlo, sí hace falta practicar para poder expresar de manera sincera todo lo que el vino nos dice. Ahí es donde muchos muestran la hilacha. Es mejor por tímido no decir lo que se siente, que quedar como un gran conocedor sin sentirlo verdaderamente. Recitar descriptores, uno detrás de otro, es típico de los que quieren ostentar algo que no son. Es decir, cuando haya alguien que huela una copa seriamente, beba un sorbo y diga: "grosellas, pimienta negra, clavo de olor, violetas, cuero, etc."; desconfiar tranquilamente. Compartir sensaciones o vivencias vínicas con esa persona no valdrá mucho la pena.

Otra gran problemática del consumidor argentino, y que lo define bastante, es su preocupación por el precio de un vino. Acá todavía no se siente el orgullo por lo nuestro, y por lo tanto no se puede confiar en que los vinos valen; no cuestan. Y hay que separar esto de las posibilidades de compra de cada uno. Un vino puede ser bueno, muy bueno o excelente, para cada uno de nosotros, y el precio no tiene por que cambiar esa opinión. Seguramente hará que lo compremos más seguido o no, y de a muchas botellas o de a una, pero el vino seguirá siendo el mismo. El tema es que en este país somos cortoplacistas, no podemos ver más allá de una semana, y en general no se tienen las cosas básicas tan resueltas como para poder incorporar el buen vino a nuestra vida cotidiana.

El paladar del consumidor nacional está en ascenso

Y considerar al precio como la variable más importante de un vino, simplemente aleja al consumidor. Y esta preocupación le gana la pulseada a la preocupación por saber. Entonces muchos se conforman con no involucrarse demasiado, seguros que serán pocas las veces en las cuales queden expuestos, ya que los demás estarán en su misma situación.

Sin embargo, el vino está presente en la mayoría de las mesas argentinas. Pero difícilmente se animan a descorchar un buen vino en casa. Ojo que esto no significa que el argentino se conforma con poco, sino que hay buenos vinos y con atributos suficientes, al alcance de todos. Esto también provoca que al sentarse en un restaurante, se vuelquen más a los vinos económicos de la carta.

Y en esta situación hay que destacar que suele ser muy cómodo. Ante la menor duda, va directo al conocido, como conformándose con lo que hay, como si todos los vinos fuesen iguales.

Pero poco a poco hay más consumidores que se van conectando con lo nuestro, y esto está empezando a generar un cambio. Conocer los paisajes y las personas del vino, ayuda mucho a sentirlo. Y de ahí a respetarlo y adoptarlo, hay un paso. Las ferias de vino se han multiplicado y cada vez son más los menús por pasos acompañados con vinos. El Malbec está causando estragos; por suerte. Es un tinto bien argentino. Entrador, divertido y ágil, pero también puede llegar a ser profundo y serio, aunque raramente se ponga intelectual. Y fue gracias a él que muchos se acercaron al vino, aunque rápidamente lo dejaron por otro u otros. Porque el argentino es curioso.

Malbec, un tinto bien argentino

Quizás durante mucho tiempo dejó que el vino le pase desapercibido. Pero cuando el vino le llega, se zambulle y da rienda suelta a su curiosidad. Como si tuviese en claro el objetivo de la búsqueda. Muchas veces la necesidad de descubrir tiene intenciones esnobistas. Pero lo cierto es que la diversidad que propone el vino; como ninguna otra bebida; es uno de sus mayores atractivos.

La falta de paciencia podría ser otro de los rasgos salientes del consumidor nacional de vinos. No se toma el tiempo necesario para elegir su botella ideal, dependiendo de la situación. Lo considera un detalle menor, y lo deja para el final o no invierte tiempo; ni en el restaurante ni en la vinoteca. Sólo aquellos que atesoran vinos en sus casas han aprendido a disfrutar de ese momento.

En definitiva, el vino es el que le pone el ritmo a las situaciones. Porque si bien es uno de los componentes del momento, junto con la compañía, el lugar, la comida y el estado de ánimo, es el único capaz de ayudar a soltar, relajar y a disfrutar más. Es por eso que muchas veces se comete el error de eliminar un vino de las preferencias, cuando en realidad lo desagradable fue el momento en general. Es por eso que antes de decir si un vino gusta o no, hace falta degustarlo varias veces y en ocasiones diferentes.

Por suerte, en el fondo es un consumidor divertido y generoso, que solo necesita soltarse y confiar un poco más. Le gusta compartir botellas, anécdotas y vivencias, con la sana intención que sus invitados puedan sentir lo mismo que él.

En definitiva, si el vino es nuestra bebida nacional, algo ha tenido que ver el consumidor argentino para que la noble bebida haya llegado tan lejos.

Fuente: http://www.infobae.com/2015/12/09/1774441-como-es-el-consumidor-argentino-vino



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