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QUE SERIA DEL ESPUMOSO SIN LAS MUJERES¿?

En la historia del Champagne, numerosas mujeres han jugado un rol crucial que es justo recordar y conocer. En su primera colaboración para Dixit, Alejandro Maglione trae la historia de Barbe-Nicole Cliquot-Ponsardin y otras mujeres ilustres en la existencia de esta noble bebida.

En aquellos años de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX la sensación que había era que las mujeres eran un mero objeto decorativo  si pertenecían a la aristocracia o la nobleza, y una suerte de mulas de trabajo si les había caído en suerte nacer en un hogar humilde. En el caso de algunas damas que devinieron en dueñas de las mejores bodegas de la Champagne, esto terminó por demostrar que el asunto no fue tan cierto, y pruebas al canto, seguiremos el rastro de una de las más famosas, la viuda Cliquot-Ponsardin, y picotearemos en la vida de algunas otras.

El champagne ya gozaba del prestigio que las damas le habían dado en la corte de la Francia de los Luises. Por ejemplo, la afamada Madame de Pompadour dijo: “el champagne es el único vino que después de beberlo deja a la mujer más bonita“.

Los nombres champagneros de la época que descollaban eran los de los hombres como Jean-Rémy Möet, que caminando la vida, tendría un yerno que se llamaba Pierre-Gabriel Chandon. Resultó que el señor Moët hizo que sus negocios tuvieran el sólido sustento de la amistad que cimentó con el emperador Napoleón Bonaparte. Otro nombre famoso de la Champagne  era el de Charles-Henri Heidsieck, que hizo 3000 kilómetros a caballo para colocar sus productos en Rusia, atendiendo a que su nobleza se había enamorado de las burbujas durante su paso por París, corriendo a Napoleón hasta las entrañas de la Ciudad Luz.

Fueron justamente las guerras napoleónicas las que inundaron de viudas a toda Francia, y es así que aparece la viuda más célebre de la historia del champagne: Barbe-Nicole Ponsardinviuda de Cliquot. Esta dama pasó su vida entera en Reims, la ciudad adonde  iban los reyes para ser coronados en su catedral, ceremonia de la que participó hasta su propio padre en 1775 cuando concurrieron Luis XVI con María Antonieta para ser ungidos con la Santa Ampolla. Esta Sainte Ampoule era un frasco de óleo sagrado que transformaba a los hombres en reyes, y que se decía que la había traído un ángel con forma de paloma 11 siglos antes, para ser guardado en la Catedral de esa ciudad. Evidentemente, los muchachos de la Revolución Francesa no compraron la leyenda del ángel oleaginoso….

Esta remembranza nos obliga a relacionar marcas de famosos champagnes con apellidos relacionados  con la historia de nuestra viuda. Su abuela era sobrina de Thierry Ruinart, amigo y colaborador del célebre Dom Pérignon. Thierry le cuenta a su sobrino Nicolás el secreto de Pérignon, y éste es el que funda la primera casa de champagne en 1729 (las botellas que usa actualmente esta bodega, inspiraron a Bertrand de Ladoucette para elegir con la que terminaría embotellando su famoso “Barón B”).

Digresión: en rigor, hasta casi pisando el siglo XX, el champagne –denominado por entonces vin mousseux, vino espumoso- era exageradamente dulce y de allí la costumbre de tomarlo en el postre. Comparemos: un demi-sec de nuestro tiempo tiene 20 gramos de azúcar por litro, mientras aquellos espumosos contenían 200…. Fue la intervención de una dama, Louise Pommery, la que hizo conocer al mercado el champagne Brut.

Otro picoteo: el champagne de entonces tenía un color poco atractivo. Una suerte de rosado terroso que en francés se identificaba como oeil du perdrix (ojo de perdiz). Peor aún, en el siglo XVII, que el vino formara burbujas era visto como un defecto, que Dom Pérignon trataba de conjurar… ¡Fue su fracaso lo que permitió que el champagne naciera!

Vamos a nuestra viuda Cliquot. La dama enviuda porque su marido deja su vida en un campo de batalla. Olfatea de inmediato que el champagne hay que salir a venderlo fuera de la región si se quería crecer. Se contacta con un comerciante alemán de Mannheim, llamado Louis Bohne, que ya trabajaba para su infeliz marido, François Cliquot. Es este hombre que saldría a ofrecer el magnífico producto de Barbe-Nicole, ya que no era bien visto que las mujeres viajaran solas, y menos aún para comerciar. A todo esto, la primera mención del nombre comercial de la empresa como Veuve Cliquot Ponsardin et Compagnie, aparece en la cuenta que la viuda abre en su banco en julio de 1810.

Es su creación la técnica del remuage, ese girar las botellas levemente inclinadas hacia su corcho, para concentrar los restos de las levaduras y otros sedimentos que quedaban suspendidos en el líquido, y que hasta entonces se retiraban gracias a filtrados que significan importantes pérdidas del contenido. Este secreto logra ser bien guardado por 10 años hasta que lo descubre y pone en práctica en 1832 su competidor más cercano: Jean-Rémy Möet

También crea la primera etiqueta, siendo que las botellas no las usarían hasta muy entrado el siglo XIX. Etiqueta a la que le coloca el ancla, ya usada por la familia Cliquot por ser un símbolo tradicional de esperanza.

En 1814, tras la derrota de Napoleón, Reims es ocupado por los rusos bajo el mando del Príncipe Sergei Alexandrovich Wolkonsky. La viuda vio que la cosa venía con onda de saqueo, entonces empareda en los túneles su cosecha de 1811 para ocultarla. Pero hete aquí que el príncipe de marras era un tipo bien comportado y ordena comprar todo el champagne que consumía. Barbe-Nicole, ni lerda ni perezosa, pulveriza esas paredes y pone en el mercado su deliciosa cosecha. Así, cuando los nobles y oficiales regresaron a sus hogares en Rusia, se transformaron en sus mejores promotores.

Merodeo: fue a estos rusos que se les atribuye haber comenzado con la práctica de le sabrage, el golpe preciso de sable que descorcha mágicamente las botellas de champagne. La leyenda dice que era la forma más cómoda de descorche mientras se está montado a caballo. Sea como sea, el conde Frédéric Chandon visitaba frecuente a Buenos Aires entre los años 1960 y 1980, oportunidad en que deleitaba a sus invitados a los eventos que organizaba su bodega revoleando su sable para descorchar botellas.

Otras viudas hicieron un gran trabajo cuando tuvieron el control de las bodegas familiares, como Matilde-Emile Laurent Perrier, damas que en el caminar del siglo XIX y comienzos del XX incrementaron la venta de champagne en un 1000 %.  Lily Böllinger tuvo una frase que la hizo célebre y promovió  el consumo del champagne: “Bebo champagne cuando estoy alegre o cuando estoy triste. A veces bebo champagne cuando estoy sola. Cuando estoy acompañada lo considero obligatorio. Le doy un sorbo si no estoy con hambre y lo bebo si tengo. En caso contrario nunca toco un champagne, a no ser que tenga sed…”. 

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