APRENDER ¿Cómo conservar una botella de vino cerrada? ¿Y cuándo ya se abrió la botella?

Vocabulario vitivinícola


¿Cómo nace el lenguaje del catador y las palabras adecuadas para describir un vino?


Por Verónica Gurisatti

Se sabe que existen muchas diferencias entre el consumo del vino y su cata, y una de ellas es que el hecho de beber es en general mudo, mientras que la cata es necesariamente comentada. Es raro que quien bebe comente sus sensaciones porque muchas veces ni siquiera las analiza, a lo sumo dice si es bueno o es malo. El catador en cambio está obligado a expresar lo que siente, ya que cata para conocer un vino y hablar de él. Por eso, el catador no sólo debe tener sensibilidad y capacidad para reconocer aromas y sabores sino también aptitud para describir esas impresiones.

No es suficiente que tenga un buen paladar, sentidos justos y rectos, una memoria rápida y dócil y que esté en las mejores condiciones para juzgar los vinos, también tiene que saber traducir claramente sus vivencias sensoriales y debe tener un vocabulario gustativo lo suficientemente extenso y preciso como para expresar sus percepciones y motivar un juicio. No es fácil hablar con precisión de un vino, ya que la relación entre la expresión y la sensación, entre la palabra y la calidad no es tan evidente en esta actividad subjetiva y la dificultad de expresión lleva a la charla banal.

¿Quién no ha sentido la impotencia para definir los componentes del bouquet de un gran vino? Cuando se quiere hablar de un vino en profundidad, se tropieza enseguida con la pobreza de nuestros medios de expresión, con la barrera de lo inexpresable, habría que saber decir lo indecible. Se sabe que dentro de cada palabra que usamos para hablar o para escribir existe algo más que un mero sentido literal, algunas están cargadas de ideas e imágenes, es la magia del estilo del lenguaje o de la escritura lo que hace expresar a las palabras más de lo que significan.

Las palabras improvisadas, incluso si son simples, son siempre las más cargadas de significación, pero el camino de la comunicación no es siempre tan directo, ya que la persona que escucha puede recibir una imagen diferente de una misma palabra, más o menos nítida, más o menos intensa, según el sentido y el valor que le atribuya y según la atención que preste. No todas las palabras son fieles mensajeras, sin embargo, hay muchos ejemplos en donde la palabra desvela y desencadena la sensación: es la fuerza de persuasión de una idea bien expresada.

En el lenguaje del catador no todo es poesía. El entrenamiento y la costumbre llegan a crear una relación entre las impresiones y la palabra que se usa. Evidentemente, es importante que los términos utilizados tengan el mismo significado para todos y se afinen a medida que el catador adquiere experiencia trabajando con personas del oficio. A pesar de todo, hay que reconocer que el lenguaje gustativo es muchas veces impreciso y ambicioso porque las palabras usadas en la cata pueden tener un sentido diferente al utilizado en el lenguaje común y corriente.

Por eso, es importante que los catadores tengan el mismo lenguaje, que se comprendan y que se hagan comprender, que usen las mismas palabras para iguales percepciones. Es indispensable, por lo tanto, hacer un esfuerzo para codificar este lenguaje profesional y que sea lo suficientemente rico y matizado para ofrecer las posibilidades de expresión adecuadas. ¿Qué catador no ha percibido alguna vez sarcásticas sonrisas de incomprensión mientras hablaba del vino?

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