APRENDER ¿Cómo conservar una botella de vino cerrada? ¿Y cuándo ya se abrió la botella?

El precursor de la crítica gastronómica en Argentina

Desmitificador del ´lenguaje´ sommelierMurió Miguel Brascó  

(CABA).- Falleció a los 88 años. Estudioso y riguroso a la hora de hacer sus críticas, no dejaba de lado el humor y cierto lenguaje personal que él mismo había inventado. Al día de hoy, aseguran, algunos no lo entendían. También fue abogado y escritor. Testimonios.
12/05/14
brasco2.jpgCuesta definirlo ya que se destacado en varias ramas del arte; respetado dibujante, escritor, abogado, periodista . Todo eso era Miguel Brascó, quien falleció el sábado a los 88 años de un paro cardiorrespiratorio en su casa. Hacía tres semanas fue internado –sufrió un ACV el 16 de abril– en una clínica de Colegiales. El crítico no se encontraba muy bien de salud y en el último tiempo había alcanzado casi una sordera absoluta.
No era la simple interacción de un sommelier con un vino. Cuando Miguel Brascó metía su nariz en una copa para dar su veredicto, metía también todas sus vidas: el poeta, el escritor, el dibujante, el abogado, el compositor de canciones, el que se casó seis veces, el que enviudó dos, el padre abandónico, el padre que enterró a una hija y el padre que tuvo otra a los 70 años. Todo eso era Miguel Brascó. Todo eso y, sobre todo, el tipo más respetado en el ambiente de la degustación en la Argentina. El que puso de moda la crítica de vinos al mismo tiempo que se imponía la moda gourmet en el mundo. El que se burló con sarcasmo de los mil adjetivos que se usan para definir al vino. El que tenía un personaje (el tipo de moño y tiradores) que era igual al de su persona. El hacedor incansable, que trabajó en dos libros hasta sus últimos momentos de lucidez.
Nació el 14 de septiembre de 1926 en la ciudad santafesina de Sastre. Fue creador de la revista Leoplán, publicación que contó con colaboraciones de, por ejemplo, Rodolfo Walsh. Comenzó en la crítica literaria en la década del ‘60 cuando se hizo cargo de la sección Buen vivir en la revista Claudia. Desde mediados de la década del ‘70 y principio de los ‘80, fue director editorial de la revista Diners, Ego y Status, donde llevó adelante varias crónicas fotográficas y relatos de bon vivant, redactados con ese particular estilo, plagado de imaginación y humorismo. Pero sin dudas, sus textos más memorables, salieron publicados en Cuisine & Vins, la revista que fundó con su ex mujer Liliana Goto.
Testimonios
-Brascó además fue secretario del selecto Club Epicure en el Hotel Plaza durante 15 años. Fue muy amigo del Gato Dumas, y supo codearse con grandes de nuestra historia, como Astor Piazzolla y Julio Cortázar. “Vivió las tertulias de los intelectuales de los ‘60 y ‘70, y él era uno de ellos. Y los grandes autores argentinos eran sus amigos. Algunos no lo entendían. Inventaba palabras para describir ciertas cosas y resultaban ideales y clarísimas. Con sus 88 años tenía un léxico muy joven”, contó a PERFIL Héctor Calos, productor de programas de TV, teatro y cine, y editor de su último libro: El prisionero.
-“Leías una nota de él y ya sabías que era Brascó, tenía un estilo personalisímo. Pero sin dudas una de las cosas más revolucionarias que tuvo, fue hacer que a la gente le interesara hablar del vino, siempre saliendo de los típicos clichés, con ese toque de ironía y humor, pero sin dejar ese costado intelectual”, dijo a PERFIL Andrés Rosberg, presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers para referirse al llamado “estilo Brascó”.
-En el último tiempo no estaba tan abocado a la crítica de vinos, aquella que definió como el “macaneo” sobre los paladares de Baco. Con mucho humor decía: “La madera efectivamente existe como sabor, un sabor achocolatado o avainillado. Los tonos cítricos también los podés ubicar. Pero cuando te dicen que un vino blanco tiene aromas a flores blancas, es un invento total”.
-Varias personas que lo conocieron coinciden en que, además de ser un hombre muy culto, lo caraterizaba una faceta humorística particular. Alejo Waisman, dueño del restó Sotto Voce, recuerda haberse reído mucho durante la grabación que hicieron juntos para la publicidad del lugar. “El estaba sentado en una mesa y le pasaban varios platos que iba comiendo y ponía unas caras buenísimas. A pesar de su seriedad tenía un humor ácido muy divertido”, contó a PERFIL Waisman.
-“Era un tipo que estaba un paso adelante en todo, con muy buen sentido del humor, pero tambien siempre marcando un sentido de liderazgo que imponía mucho respeto. Viajamos muchas veces juntos a Europa y me hacía descollar de la risa. Sólo él podía estar haciendo un gran chiste, pero siempre con esa cara de póquer que tenía”, recordó Inés González, amiga del crítico.
Jefe de una tribu especial
brasco4.jpgEl periodismo gastronómico es bravo. Hay mucho ego, mucho glamour, mucha fantasía. Es un mundo netamente nocturno de burbujas y taninos, de paladares entrenados, de viajes con abundantes estrellas y personajes sorprendentes, generalmente muy cultos, con destellos tiranos, pero absolutamente encantadores. En Argentina esta tribu tuvo un jefe. Se llamó Miguel Brascó; y acaba de dejarnos.
Abogado, dibujante, escritor, carpintero, poeta, experto en esto y en lo otro. Todo es verdad. Pero lo que marcó a fuego a tantos fue su capacidad bestial para escapar de lo obvio. El hombre que acaba de morir inventó un idioma y se rió de todo lo supuestamente correcto. Mucho más que experto en bodegas y comidas. Muchísimo más que escritor de sabores. Fue un original que sacó palabras del olvido para describir lo indescriptible. Que fusionó el francés con nuestro lunfardo, que puso de moda lo que se le antojó y se recicló hasta el último día.
En lo personal, puedo decir que tuve el enorme peso y responsabilidad de heredar  el manejo de una revista que inventó él con su entonces esposa, Lucila Goto, allá por 1984. ¿Qué pensará el hombre del moñito cuando nos vea, jóvenes e inexpertos, relanzando su monstruo sagrado? Y llegó el día, ese encuentro tal vez no tan casual en el maravilloso Grill del Plaza Hotel, lugar icónico donde él soñó a lo grande con el Gato Dumas, Ramiro Rodríguez Pardo y el mismísimo Pedro Muñoz, alma del hotel. Entonces hubo saludo informal, piropos que guardaré para mí y un “¡Dale piba, lo están haciendo bien!”.
Y así fue que, en el mundo de los egos, el rey nos dio la bendición, que se agradece. ¡Salud Miguel!
Flavia Fernandez - Directora de Cuisine&Vins.
Fuente: Gastronomiconet.com/Perfil/La Nación/Clarín

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