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Hay
algunos momentos en la vida en que se te ocurren las cosas más locas.
Sin embargo, terminan siendo las más cuerdas. Me encontraba frente a mi
jarra de jugo sintético de naranja, glucosa y no se qué otra porquería
más, era el cóctel con el que me harían mi estudio de salud. El tipo que
me lo trajo era de Racing, simpático, una buena. Tenía una hora para
tomarlo. Apagué la tele que te ponen para calmar esperas (estaba jugando
el Barca y perdía… ) y me sumergí en Sobrebeber, el libro de Kingsley Amis, lo contrario a esa mmmmmmmm que debía tragar. Son las veces que las palabras te ayudan a digerir.
Empiezo con el primer capítulo: Sobre el beber
y después de enterarme que los hombres nos distinguimos de otras
especies porque reímos, me detengo en la receta de una cerveza de gallo
delirante, que resumo: lleva 25 litros de cerveza, donde se cocina un
gallo grande, cuanto más viejo mejor. Después se le muelen los huesos a
morterazos, se lo mete en 2 litros de sack (nada que ver con mi nieto,
que es con Z. Esto es un vino blanco y dulzón) y se le agrega unas
cuantas cosas. Una semana de maceración y a la botella. Tragado el
gallo, sigo con la fórmula para endulzar barriles mohosos y paso al
capítulo Bebidas reales (aquí ya me había tomado un vaso de mi delicia). Muchas son fórmulas de su cosecha, como la del Dry Martini,
que a más de un barman o amigos fans de este trago, como don Jordi
Canal, pondría los pelos de punta. Eso sí, con cada receta van consejos,
muy divertidos, como el de comprar vodkas baratos para mezclar y dejar
los buenos para beber solos o las anécdotas sobre la reina Victoria, de
la que cuenta “se oponía violentamente a la abstemia”.
En las Herramientas del oficio,
lo primero que según Kingsley (a esta altura, creo que me faltó decir
que es el padre de Martin Amis) antes de tener el equipo del bar, lo
primero que hay que proveerse es una heladera propia “libre de
porquerías irrelevantes como la comida”. y aconseja hacerse con una
cuchara de bar, un colador o frascos para mezclar o medir, pero rechaza
la coctelera: “A mí siempre me ha parecido que un minuto extra
removiendo es lo mejor. El problema de esos trastos es que resultan muy
chapuceros a la hora de servir y, lo que aún reviste mayor importancia,
son demasiado pequeños y nunca contienen más allá de seis tragos. No
estaría mal una coctelera del tamaño de una sombrerera, pero yo nunca he
visto ninguna.”
Pasamos a la alacena de las bebidas y luego, al vino.
Entre los muchos consejos que encontré, hay muchos con los que comulgo:
“Acompaña la comida con el vino que te plazca”. Le da con un hacha a
todos los hábitos y los escritos esnobs sobre el tema: “hay ricachones
que sólo beben añejos claretes de primera cosecha para que sus amigos
vean que saben mucho de vinos y que son muy ricos.” “Sigue los consejos
de los tenderos, de los clubs de vinos, de los camareros que entienden y
hasta de los periodistas especializados, pero ten siempre presente que
el veredicto final es cosa tuya. De la misma manera que ciertos abogados
mantienen sedados a sus clientes basándose en una sofisticada jerga
legal, también hay esnobs del vino, supuestos expertos y vendedores
celosos conspirando a tu alrededor para convencerte de que el tema es
demasiado misterioso para ser abordado por una persona normal carente de
asistencia continua. Esto es, por decirlo de una manera educada, una
fantasmada”. Una vez comprado el vino, hay una guía del tacaño (con el vino y con la comida), es imperdible, ¡no sean tacaños y cómprense el libro!
Cuando andaba por mi última copa de esa porquería naranja fosforescente, leí lo referido a la resaca “Cuando esa mezcla inefable de depresión, tristeza, angustia, desprecio de uno mismo, sensación de fracaso y miedo al futuro empiece a imponerse, recuerda que lo que tienes es resaca". "No te estás poniendo enfermo, no has sufrido una leve lesión cerebral, no haces tan mal tu trabajo, tu familia y amigos no han tramado una conspiración de silencio a tu alrededor para que descubras que eres un mierda, no estás viendo por fin cómo es realmente la vida y no hay por qué llorar por la leche derramada”. “Es el resultado de un ataque al sistema, básicamente por parte del alcohol, por supuesto… lamentablemente, la mayoría de los supuestos remedios son inútiles o francamente perjudiciales, por lo que más queráis, no corráis el riesgo de daros una ducha fría, que incluye guía de lecturas y de música.”
Cuando andaba por mi última copa de esa porquería naranja fosforescente, leí lo referido a la resaca “Cuando esa mezcla inefable de depresión, tristeza, angustia, desprecio de uno mismo, sensación de fracaso y miedo al futuro empiece a imponerse, recuerda que lo que tienes es resaca". "No te estás poniendo enfermo, no has sufrido una leve lesión cerebral, no haces tan mal tu trabajo, tu familia y amigos no han tramado una conspiración de silencio a tu alrededor para que descubras que eres un mierda, no estás viendo por fin cómo es realmente la vida y no hay por qué llorar por la leche derramada”. “Es el resultado de un ataque al sistema, básicamente por parte del alcohol, por supuesto… lamentablemente, la mayoría de los supuestos remedios son inútiles o francamente perjudiciales, por lo que más queráis, no corráis el riesgo de daros una ducha fría, que incluye guía de lecturas y de música.”
Sigue una dieta para el beodo que me arrancó carcajadas y paso seguido, Cómo no emborracharse,
donde desmistifica el truco de beber aceite antes del alcohol. "Un
conocido mío empezó la velada con un vaso de aceite de oliva, seguido de
una docena de whiskies. Los cuales, tras dos horas lamiendo la mucosa
que supuestamente cubría su estómago, se colaron al fin en él y lo
dejaron tirado en el suelo del bar del hotel Metropole, en Swansea
(afortunadamente, cuando yo ya me había ido)". El trago nuestro de cada día
(a este lo empieza hablando de las podas a las que lo sometió su
editor, por lo que paso de comentar, pero se los recomiendo) y en El estado de tu copa,
encontrarán una guía de bebidas, pasadas por su filtro personal.
¿Apología del beber? No lo sé, ni me importa. A mi me ayudó a digerir un
trago amargo. Salud.
Autor: Kingsley Amis
Editorial: Malpaso.
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