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El circuito veggie porteño se amplió, sumando propuestas orgánicas, étnicas, raw y veganas que convencerían hasta al más carnívoro de los comensales.
Hubo un tiempo, no tan lejano, en que los (pocos) restaurantes porteños de cocina vegetariana eran, parafraseando el título del clásico filme de Ettore Scola, “feos, sucios y malos”. Solo los frecuentaban los miembros de la entonces pequeñísima tribu veggie, resignados a masticar bocados insípidos que ningún carnívoro hubiera osado probar. En cualquier hospital se comía mejor.
Hoy, la ecuación no solo se ha modificado: en algún punto, hasta se invirtió. Muchos de los chefs más creativos de la ciudad adscriben a esta corriente, que asoma como un nicho fértil para la experimentación culinaria, la innovación y el uso de ingredientes nobles y naturales. Mal que les pese a los puristas de nuestra arraigada tradición vacuna, la movida está copando Buenos Aires con propuestas variadas y atractivas que van desde dignos tenedores libres hasta reductos étnicos, crudiveganos, orgánicos y macrobióticos.
Los (buenos) nuevos restaurantes del rubro redefinen la experiencia de disfrutar un menú libre de carnes. Son todo lo que no eran sus predecesores, los de la primera camada que abrió el camino: bien ambientados y atendidos (salvo excepciones), atentos a los detalles, demuestran que lo saludable, lo rico y lo gourmet pueden ir de la mano.
En definitiva, el prejuicio que tilda de aburrida, sosa, escasa, limitada y poco creativa a la cocina vegetariana va quedando anacrónico. Lo demuestran, al menos, estos lugares, los elegidos de nuestra selección veggie:
KENSHO: enzimático y enigmático
¿Cómo hace Máximo Cabrera para preparar una hamburguesa de hongos y que parezca de carne (pero mucho más sana)? ¿Qué misteriosa alquimia le permite obtener un ti-raw-misú sin cocción ni lácteos, aunque tan delicioso como la mejor lograda de las versiones convencionales? Estos son solo algunos de los enigmas que surgen después de comer en Kensho, un espacio 100% vegano, creativo y predominantemente crudívoro.
Por estos días, el lugar relanza su propuesta luego de una renovación integral, que evoluciona en dos formatos: uno estable, abierto hasta la hora de la merienda, con una onda más informal y relajada, que ofrece cocina enzimática de mercado (el chef la define como “el resultado de años de investigación y experimentación, con productos orgánicos, autóctonos, limpios y justos; y técnicas desarrolladas para mantener la vitalidad de los alimentos”) e incluye opciones para llevar. Las cenas íntimas, exclusivas y gourmet que durante años fueron la marca registrada de Kensho, ahora las encontrás en el segundo formato, una versión itinerante o pop up sobre la que podés averiguar llamando al número de abajo o escribiendo a kensho.restaurante@gmail.com.
(El Salvador 5777, Palermo / T. 4778-0655)
BIO: orgánico pionero
Aunque lleva poco más de un año en su ubicación actual, es el decano de los restaurantes que sirven comida orgánica en Buenos Aires: abrió en 2002 y su génesis se remonta a principios de los 90 cuando su alma máter Claudia Carrara -tras atravesar una enfermedad- decidió cambiar su dieta e inauguró Sol de Acuario, el predecesor de BIO. Vegetariano con opciones veganas y crudas, funciona en una centenaria casa palermitana de techos altos y ambiente informal. Al mediodía salen mucho las milanesas y hamburguesas veggie, ensaladas, sopas y arroces. Pero las vedettes del menú son el risotto de quínoa (con hongos frescos y láminas de brie de cabra), el tofu a la mostaza, el curry de seitán, la lasaña integral y los ravioles raw de nabo o zanahoria con queso de semillas, vegetales y coulis de tomate.
De postre, pedí el brownie de algarroba y nueces o crumble de manzana con helado de jengibre o sésamo. Hay vinos orgánicos, café de higo y chocolatada de almendras, y a los jugos y licuados les podés agregar superalimentos como maca o espirulina. Las frutas y verduras provienen de la huerta propia, en Traslasierra. Precios algo más altos que el promedio de los restaurantes veggie, pero razonables para la zona.
(Humboldt 2192, Palermo Hollywood / T. 4774-3880)
VITA: oasis en el desierto
La postal hubiera parecido surrealista en la Buenos Aires de no hace tanto: un cocinero vegetariano y sueco al frente de un alegre “eco deli market” -el formato de moda, mix entre mercado + bar / restaurante con platos livianos, pastelería vegana y jugos naturales + búnker de cursos y actividades relacionadas con el bienestar- a metros del Cabildo, donde el café es orgánico, se endulza con azúcar mascabo y se corta con leche de frutos secos; y donde los oficinistas del centro descubren delicias como blinis de espinaca con timbal de quínoa o crema de hongos y tofu con polenta orgánica.
A estos y otros platos que rotan a diario se suman los woks, arroces, pizzas, sopas, sándwiches y lasaña de vegetales. La atmósfera descontracturada engaña: se come mejor que en más de un restó top y la mano del chef se advierte en cada receta. Acá podés traer a almorzar a ese compañero de laburo que se mofa de tus impulsos veggie bajo promesa de que si no le gusta, invitás vos.
(Hipólito Yrigoyen 583, Centro)
NATURALEZA SABIA: una apuesta segura
Minimalista, sobrio y ajeno a los dictados del marketing gastronómico, este ya tradicional refugio veggie ubicado en una pintoresca casona de San Telmo cumple con lo que promete: una cocina simple, equilibrada y nutritiva con ingredientes nobles y combinaciones creativas. Podés optar entre pastas, milangas veggie y platos veganos como tofu braseado, arroz yamaní y verduras salteadas, quiche de garbanzos y lino o chop suey con seitán.
La ensalada “10 nutrientes”, otra fija del menú, trae quínoa, champiñón, queso, aceitunas, espinaca, rúcula, pomelo, tomate, nueces y tomates cherry. El combo se completa con licuados energéticos, limonadas con menta o frutilla (de las mejores de la ciudad) y brownies veganos. Un dato: en la semana se suelen dictar clases de yoga y otras disciplinas afines. La regularidad y la vigencias son sus méritos: como esos futbolistas que no te van a clavar cuatro goles en un partido pero nunca juegan para menos de 7 puntos.
(Balcarce 958, San Telmo / T. 4300-6454)
KRISHNA: de la India con amor
La “embajada india” en Plaza Armenia (y en la chetísima zona de La Barra, en Punta del Este, su otra sede) propone un viaje sensorial a través de aromas, sabores e imágenes que nos transportan a una cultura gastronómica tan remota como fascinante, donde el acto de comer adquiere la trascendencia de una experiencia religiosa. Superada la incomodidad inicial de las mesas bajas y el impacto de la estética místico-kitsch (abundan los mensajes espirituales y los retratos de divinidades hindúes), al final lo que importa es la comida, y la de Krishna mantiene su nivel a través de los años.
Las notas especiadas predominan pero adaptadas a intensidades acordes a nuestro paladar. Si es tu primera vez, pedí la degustación thali. Podés complementarla con cous cous de tofu, crepes de queso con chutney o papas gauranga, una especie de milhojas cremoso. La mayoría toma limonada con jengibre y los más audaces se animan al lassi, bebida típica a base de yogur. Ah: es uno de los pocos rincones del Soho donde el cubierto no llega a los tres dígitos.
(Malabia 1833, Palermo Soho / T. 4833-4618)
AREVALITO: poderoso el chiquitín
El diminutivo del nombre hace honor a la geografía mínima, vital y móvil (la carta se actualiza casi a diario) de este clásico de Palermo Hollywood, cerca del epicentro gastronómico del barrio pero a una prudente distancia de sus cuadras más bulliciosas. La cocina a la vista, las dimensiones breves -las mesas se cuentan con los dedos de una mano-, la ambientación alegre y la amabilidad de los anfitriones generan una sensación de intimidad, una experiencia similar a la de ir a comer a la casa de esos amigos que disfrutan de agasajarnos con cosas ricas.
La contundencia de los platos contrasta con las porciones amarretas que predominan por esas latitudes. Recomendar uno es difícil por la permanente renovación que caracteriza al menú, pero entre los que rotan con frecuencia hay pastas caseras (sublimes pappardelle con hongos, puerro y zucchini), tapeos, risotto con calabaza, polenta grillada, pastel de papa vegetariano y alternativas más livianas como wraps y ensaladas. La panera es otro punto fuerte. Para tomar, limonada con jengibre. Para cerrar el festín, budín de coco. Los precios, en comparación con los de sus vecinos, también justifican el diminutivo: podés gastar $100 por cabeza.
(Arévalo 1478, Palermo Hollywood / T. 4776-4252)
BUENOS AIRES VERDE: lo crudo no quita lo gourmet
Salvo por el nombre (habría que dejar de llamar “verde” a lo sustentable/saludable por dos años), la originalidad es el sello distintivo de este restó orgánico con cinco años de presencia en Palermo. Su chef, Mauro Massimino, despliega un sólido repertorio de recursos adquiridos durante su formación en la cocina convencional (antes de incursionar en la movida veggie trabajó en Dashi y se especializó en química de alimentos), y los conjuga con las técnicas crudívoras y los ingredientes fetiche de esta corriente: algas, semillas, superalimentos.
Su receta de cabecera: rolls de masa deshidratada de semillas y nori, rellenos de vegetales, tomates secos, queso de castañas de cajú y hongos cocidos a 37°C (temperatura que permite conservar sus propiedades nutricionales). También hay sopas, wraps, ensaladas, sándwiches, pizza integral y una gran variedad de licuados exóticos con leche de almendras (por ejemplo los de pera, vainilla y té de menta; o el “elixir para el alma” con malbec, menta, maca y arándanos). En la carta abundan términos de la jerga vegana, como espirulina, rejuvelac, rawmesan y wheatgrass. Junto con Kensho, de lo más sofisticado y creativo que vas a encontrar dentro del segmento.
(Gorriti 5657, Palermo Hollywood / T. 4775-9594)
PICNIC: al Centro y adentro
Este fast good vegano que desafía el axioma “comer rápido = comer mal” es un ícono de la transformación en la oferta gastronómica del Centro, donde los oficinistas han virado hacia opciones más saludables. Su chef Bárbara Schöffel le cocinó a Sri Sri Ravi Shankar cuando vino al país. Al mediodía se puede elegir entre woks, cazuelas, tartas integrales, hamburguesas veggie, ensaladas y algunas opciones más elaboradas como ceviche de hongos o lasaña cruda de zucchini. Por la mañana o la tarde se imponen los muffins y cupcakes. No sirven gaseosas: solo jugos exprimidos, aguas de frutas y originales licuados con superalimentos como maca o espirulina (uno de los más pedidos lleva frutilla, ananá, naranja y cerezas goji). Al café, orgánico, probalo con leche de almendras.
(Florida 102, Centro / T. 4327-0003)
SPRING: tenedor libre... de carne
Claramente no es el sitio indicado para una cita romántica o una cena de negocios, pero en más de un sentido Spring representa un upgrade respecto de los clásicos tenedores libres chinos, comenzando por su ambiente, que no será una oda a la elegancia pero tampoco al mal gusto o a la decadencia. Todo luce limpio, prolijo, agradable y fresco. Hay un salad bar surtido, un buffet con amplia variedad de platos tanto asiáticos como de cocina porteña e internacional -lo que lo convierte en una verdadera opción multitarget-, y una isla de postres caseros que los clientes frecuentes recomiendan sin dudar. Podés comer ahí o llevar por kilo. Si no lo conocés y pasás por la puerta, seguís de largo (parece un all you can eat del montón), pero el boca a boca lo ha ido dotando de una clientela fiel. El lugar que eligen los veggies cuando quieren darse una panzada.
(Guatemala 4452 y Bulnes 2577 / T. 4807-8201)
ALGAIA: con acento francés
Hay vida veggie fuera de los límites de Palermo, San Telmo y el Centro. Formado en la tradición gastronómica francesa, Nicolás Darzacq -el experimentado chef parisino de Algaia- se volcó hace unos años a una cocina más natural y sin carne, reflejo de su propia evolución alimenticia. El restaurante funciona en una pintoresca y luminosa casa chorizo (¿o deberíamos llamarla casa seitán?) de Colegiales, con patio, jardín, mesas al aire libre, huerta orgánica y un espacio “kid friendly” abierto los fines de semana.
Algas, cereales, semillas y legumbres son la base de un menú del que sobresalen los chapatís rellenos (clásico pan indio preparado con harina integral) y los platos proteicos y balanceados como hamburguesas de quínoa o crocante de polenta gratinada con tomates confitados. Los sábados a la noche y domingos al mediodía sale “La gran asada”, suculenta degustación para compartir. Las versiones veganas del flan y la tarte tatin se llevan las palmas a la hora del dulce, acompañadas de café turco. De martes a viernes al mediodía hay menú ejecutivo con entrada, principal, postre y bebida casera por $70.
(Zapiola 1375, Colegiales / T. 4551-4369)
GOJI: ven a mi casa suburbana
“Volvamos a lo natural”, reza el lema de Goji (cuyo nombre remite a una exótica especie de berry considerada un superalimento), un espacio de 2000 metros cuadrados que fusiona almacén orgánico, huerta, restaurante y talleres de cocina consciente dentro de una bucólica quinta de Maschwitz. El menú es vegano y con varias alternativas raw. La ensalada de la casa lleva verdes, brotes, algas nori, manzana y almendras activadas. Principales: salteado andino (quínoa, amaranto, vegetales, curry verde, coco y chips de batata), risotto de cebada o pizza esenia de semillas de lino, zapallitos y queso de cajú. Interesante selección de cervezas artesanales y vinos orgánicos.
Sin gaseosas a la vista, podés optar por naranjada casera, jugos o licuados con leches vegetales. El nivel de la propuesta justifica la escapada: un buen plan primaveral para compartir con o sin chicos el fin de semana. Con nafta y peajes, un Roca (o Evita) per capita te alcanza.
(El Dorado 2336, Ing. Maschwitz / T. 0348 462-9463)
LA VIDALITA: el arte de comer sano
Tres instructores de El Arte de Vivir llevan adelante este proyecto, que nació como almacén orgánico en Belgrano y que en sus casi dos años de trayectoria ha ido consolidando una propuesta informal, relajada y de calidad. Salón luminoso y alegre, con poquitas mesas entre las góndolas de la tienda, y barras de madera con banquetas altas para comer al paso si vas solo. La carta es breve y simple pero tentadora.
Se basa en ingredientes frescos de estación y fue diseñada con el asesoramiento de una de las chefs emblemáticas de la movida natural: Juliana López May. Ricas ensaladas, tartas, sándwiches con pan integral casero, variedad de jugos y platos del día sabrosos y nutritivos, como arroz yamaní con verduras asadas, bifecitos de tofu o veggie burgers. Viandas para freezar y una amplia variedad de artículos para surtir nuestra alacena con productos saludables.
(Vidal 2226, Belgrano / T. 4787-1375)
JUEVES A LA MESA: a puertas cerradas
El secreto mejor guardado del circuito veggie porteño. Meghan (estadounidense), Sofía (costarricense) y Ramiro (cordobés) reciben cada jueves a 14 comensales -un mix entre locales y turistas- en la mesa comunitaria de su casa de San Telmo. El menú, fijo y completísimo (entrada, principal, postre, dos copas de vino, agua saborizada casera con cardamomo y té de jengibre, todo por $ 150), se renueva quincenalmente y recorre culturas gastronómicas que van desde la italiana a la caribeña, la thai o la mexicana, casi siempre con algún toque picante.
A la hora del dulce, nunca falta el chocolate casero que prepara Meghan. La cena, contemplando el target cosmopolita, arranca a las 20.30; quizás algo temprano para nuestros hábitos, pero viene bien para no volver tan tarde a casa en la víspera de un viernes laborable. Reservar con anticipación.
(Perú al 700, San Telmo / T. 15 6200-0004 / juevesalamesa@gmail.com)
LOS SABIOS: veg & pop
Nunca falta un habitué de la primera hora que, en un arrebato de nostalgia, proclama que Los Sabios ya no es lo que era, que la calidad bajó y que ya no se come por monedas. Pero este tenedor libre vegetariano y chino (más precisamente taiwanés) sigue siendo imbatible en su rubro. Seitán, soja texturizada agridulce, ensaladas varias, batatas fritas, berenjenas salteadas y guisos de tofu y lentejas son los hits de un buffet que se caracteriza por su variedad, reposición y frescura. La contra: no sirven bebidas alcohólicas, y la rusticidad del ambiente transmite cierta sensación de abandono.
Sale entre 42 y 60 pesos más bebida, según el día y si vas a almorzar o cenar. Si te deprime la onda, llenate una bandejita y llevala a tu casa (se cotiza por peso). La leyenda cuenta que si te servís de más y dejás comida en el plato, te cobran extra. Nunca supimos de nadie que haya pagado esa multa, pero funciona como una efectiva advertencia para evitar la tentación del derroche (y del atracón) propia de este formato.
(Av. Corrientes 3733, Almagro / T. 4865-9585)
ALMACÉN PURISTA: elogio de la simpleza
Comparte el ADN de varios de sus vecinos que conforman el ya afianzado polo gastronómico de Villa Crespo: onda rústica, deliberadamente despojada y minimalista, staff joven y amable y precios menos inflados que los de Palermo (aprox. $80 por cabeza para cenar; $55 el menú ejecutivo con principal, postre y bebida). Lo que lo diferencia es su cocina, que no por simple y clásica pierde atractivo. Al contrario, en su reivindicación de los platos caseros, porteños y con aroma a infancia radica, acaso, su mayor virtud. Para ir matando el hambre, arrancá con unos logrados buñuelos de acelga, un Tapeo Purista o una pizza integral + fainá rellena.
Si buscas contundencia y te resistís a salir del modo invierno, decidí entre un guiso de lentejas, polenta, risotto o alguna de las pastas caseras (la casa recomienda los raviolones “La columna”, con salsa de manteca negra, ajo y miel). La carta se completa con opciones más livianas como sándwiches gourmet, ensaladas y medallones veggie de Natural Gen. La pastelería y los panes caseros no defraudan. A la hora de la merienda, el mate va de cortesía.
(Ramírez de Velazco 701, Villa Crespo / T. 4779-2210)
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