A pesar de la crisis mundial, el negocio del vino se convierte en un refugio


De acuerdo con la International Wine and Spirit Record (IWSR), a nivel global el sector vitivinícola ha venido mostrando un comportamiento estable en medio de la crisis económica de los últimos años. Es más, el consumo de vino a nivel mundial ha logrado sostenerse.


 

En 2006, en el mundo, previo a la crisis económica, se facturó un volumen de 230.12 millones de hectolitros y en cifras preliminares facturó 244.52 millones de hectolitros en el año 2012.

Según estimaciones de la propia consultora de mercados, entre 2002 y 2012 el consumo global aumentó 10.8%, además que sucedió una nueva configuración en el mercado de países consumidores y más competidores-productores presentaron caldos de excelente calidad e innovación.

Sin lugar a dudas, al vino le ha ayudado el cambio en los patrones de consumo de la última década, con un gusto que no acaba todavía de madurar, pero cada vez más decantado por probar el vino solo o acompañando las comidas.

El que la gente vaya incorporando a su dieta el vino tiene mucho que ver con la difusión de diversos estudios que destacan las bondades para la salud derivadas de las propiedades tanto del vino tinto, como blanco.

No hay ninguna otra bebida alcohólica ligada con aspectos favorables a la reducción del colesterol, prevención de enfermedades cardiovasculares y mejora de la irrigación sanguínea. Por supuesto, siempre con moderación de una a dos copas diarias con los alimentos.

Aunque seguro hay escépticos, cabe subrayar que no se trata de que la gente se vuelva alcohólica para justificar que quiere beneficiarse del vino.

Sin embargo, diversos estudios de Glaxo Smith Kline y de la Universidad de Harvard, acerca del proceso de envejecimiento encontraron tres factores de incidencia directa en acelerarlo o retrasarlo: 1) La restricción calórica (hace años las abuelas decían aquello de comer poquito para vivir muchito). 2) El rastreo de los genes. 3) Unas proteínas llamadas sirtuínas.

¿Cuál es la relación con el vino? La hay fundamentalmente con el vino tinto dado que su componente, el resveratrol, es un activador natural de las sirtuínas.

Con los primeros indicios falta añadir los avances farmacológicos para poner la sirtuína en las cantidades necesarias y obtener el efecto deseado de retrasar el envejecimiento. Por lo pronto, se sabe que el vino tinto ayuda, con moderación, al tiempo que también se estudia la oliva por las cualidades que el aceite de oliva de color verdoso extravirgen tiene por ser un antioxidante natural.

A COLACIÓN

Si bien Francia y España son los principales países productores vitivinícolas, cada vez países como México y Chile dedican más esfuerzos por posicionar sus marcas fuera de las fronteras, expandirse y encontrar nichos de consumidores dispuestos a paladear cualquiera de los mejores caldos mexicanos conformados por: Casa Grande Cabernet Sauvignon, gran reserva 2003; Casa Madero Shiraz 2004; Chateau Domecq 2003; Santo Tomás Único 2002; L.A.Cetto Reserva Privada Nebbiolo 2001; y Parras Estate Reserva Especial, Casa Grande, Valle de Parras 2001, entre otros más.

Entre los importadores de vino hay nuevas tendencias, prueba de la alteración en los patrones de consumo, así por ejemplo, Estados Unidos es y será el mercado más atractivo para la importación.

El consumidor estadounidense va reduciendo su gusto por la cerveza e incorporando a su mesa vinos tintos y blancos, IWSR destaca que "Estados Unidos se ha convertido en el mercado más rentable del planeta".

Entre el grupo de importadores van figurando otros países como Rusia y China. Reino Unido disminuyó el consumo de cerveza y ginebra; para sorpresa el año pasado importó más vino que Alemania.

Según IWSR, Reino Unido incrementó sus importaciones de vino más del 12 por ciento. Así entre los principales cinco importadores mundiales encontramos a: Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Holanda y Rusia.

México, que tiene un NAFTA-TLCAN signado con Estados Unidos debería rentabilizar el acuerdo al máximo aprovechando las ventajas arancelarias.

Cuando uno visita restaurantes en Estados Unidos, la carta (parecería una consigna local) muestra siempre una lista de vinos estadounidenses con precios más económicos que la segunda hoja de vinos europeos y casi igual de precio que la tercera lista formada por vinos chilenos y posiblemente en algún lado figure uno que otro mexicano.

Todo lo contrario en México, en su amplia gama de restaurantes, tanto de comida mexicana como internacional, la carta muestra primero vinos españoles y muy pocos incluyen vinos mexicanos. Más lamentable aún que en restaurantes en zonas turísticas lleguen visitantes a comer y quieran probar un tinto o blanco mexicano y el mesero deba disculparse por su omisión. He sido testigo en varias ocasiones.

Fuente: CLAUDIA LUNA PALENCIA

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