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A metros de la plazoleta Cortázar, una nueva propuesta de fusión latina ideal para brunchear en pareja el finde o almorzar a buen precio en la semana.
En Palermo, el diseño es buena parte de cualquier
propuesta gastronómica y un nuevo restaurante que esté a la vuelta de la
plazoleta Cortázar debe contemplarla. Eso, si la gastronomía fuera sólo
una vidriera. Porque a un restaurante uno va a comer y a disfrutar de
la mesa, antes que nada. Por suerte para los amantes de Palermo acaba de
abrir sus puertas 1535 Restaurante: un espacio que combina la visión de
un propietario arquitecto con la gastronomía de dos jóvenes chefs
latinos.
Ubicado en un pequeño local sobre Thames (son 28 cubiertos), lo que más llama la atención es el enorme ventanal de cara al norte que cubre las dos plantas del local. Tanto, que incluso un día de lluvia –como cuando lo visité- la luz natural hace la diferencia. Todo en combinación con unas paredes de ladrillo visto, mesas de madera y hierro y una barra de chapa corrugada y algo oxidada que le dan un toque de bar aún sin quererlo.
Todo esto no pasaría de ser otro local palermitano si no fuera por la buena cocina de Santiago García y Jairo Ovalle Rodríguez, dos creativos colombianos al frente de las hornallas. De ahí la fusión latina que domina la carta, pero también el estilo contemporáneo de la cocina mediterránea como base de los sabores. El combo cierra con una cocina de mercado, en la medida en que los productos son de estación, con detalles propios de un planteo gourmet.
Para darse cuenta, alcanza con leer las pizarras que dominan el local. En ellas está escrito el menú y los platos son claros en su propuesta: ojo de bife, crema de morrones, salsa criolla de maíz y papas rellenas ($92); pibil de bondiola de cerdo con porotos negros y ensalada de cilantro, cebolla morada y tomates ($87); gnoquis de rúcula, tomates cherry y alcaparras ($68). El truco, sin embargo, se revela en la presentación y los buenos productos. Algo que recién te das cuenta cuando te traen la comida.
Ni bien te sentás a la mesa te sirven un dado de manteca con sal y unos panes hechos en casa; destaca el pan negro. Pedí una copa de Aguijón de Abeja Chardonnay 2012 –blanco frutado y refrescante de Durigutti Wines, del que finalmente me tomé tres durante el almuerzo- y me lo sirvieron con una bruscheta de cortesía: untada con mayonesa casera, había sobre ella cebolla rehogada, choclo, tomates cherry y brotes, todo sazonado con orégano. Con eso pisé el acelerador.
Probé dos entradas. La terrina de pollo pastoril con mole de pistachos ($64), de la que destaco el sabor del pollo, algo poco frecuente en las aves de corral hoy en día. Venía cortada en triángulos, apanada y con semillas de sésamo recubriéndola. El mole que la acompañaba no descolló pero hizo bien de partenaire.
La otra entrada fue el portobello relleno con cebolla caramelizada y queso gorgonzola ($48). Viene un portobello grande –de 8cm de diámetro aproximadamente- y jugoso, que hacen un buen contrapunto entre el perfume de los hongos y el dulce de las cebollas con el sabor salobre del queso. Para repetir.
De principal encargué pesca blanca del día, que viene con jamón crudo, brócoli-coliflor y avellanas ($84). El pescado estaba a punto y venía montado sobre unas rodajas de zucchinis muy sabrosas, secundadas por el puré, un verdadero hallazgo para hacer en casa (me traje la receta). El combo es ambicioso en su presentación y combinación, pero funciona bien.
De postre pedí los cilindros de masa hojaldrada rellenos de dulce de guayaba tibio sobre queso brie ($45). Una combinación muy propia de los amantes del fresco y batata, algo más sofisticada, que cerró bien una mesa de contrastes y fusiones.
El dato está en el menú ejecutivo. Cuesta 60 pesos (+ bebida) e incluye entrada, plato y postre. Como no se cobra cubierto, para la zona la relación calidad precio es óptima. Y suman un brunch a la propuesta que, para esa vereda en pleno invierno, cierra nomás con la idea del sol encendiendo las mesas. Como acaban de abrir, de paso, es un dato a tener a la hora de querer lucirse con alguna novedad.
De miércoles a domingo, al mediodía; viernes y sábado también por la noche. Sólo efectivo.
Thames 1535, Palermo / T. 4833-3223
Ubicado en un pequeño local sobre Thames (son 28 cubiertos), lo que más llama la atención es el enorme ventanal de cara al norte que cubre las dos plantas del local. Tanto, que incluso un día de lluvia –como cuando lo visité- la luz natural hace la diferencia. Todo en combinación con unas paredes de ladrillo visto, mesas de madera y hierro y una barra de chapa corrugada y algo oxidada que le dan un toque de bar aún sin quererlo.
Todo esto no pasaría de ser otro local palermitano si no fuera por la buena cocina de Santiago García y Jairo Ovalle Rodríguez, dos creativos colombianos al frente de las hornallas. De ahí la fusión latina que domina la carta, pero también el estilo contemporáneo de la cocina mediterránea como base de los sabores. El combo cierra con una cocina de mercado, en la medida en que los productos son de estación, con detalles propios de un planteo gourmet.
Para darse cuenta, alcanza con leer las pizarras que dominan el local. En ellas está escrito el menú y los platos son claros en su propuesta: ojo de bife, crema de morrones, salsa criolla de maíz y papas rellenas ($92); pibil de bondiola de cerdo con porotos negros y ensalada de cilantro, cebolla morada y tomates ($87); gnoquis de rúcula, tomates cherry y alcaparras ($68). El truco, sin embargo, se revela en la presentación y los buenos productos. Algo que recién te das cuenta cuando te traen la comida.
Ni bien te sentás a la mesa te sirven un dado de manteca con sal y unos panes hechos en casa; destaca el pan negro. Pedí una copa de Aguijón de Abeja Chardonnay 2012 –blanco frutado y refrescante de Durigutti Wines, del que finalmente me tomé tres durante el almuerzo- y me lo sirvieron con una bruscheta de cortesía: untada con mayonesa casera, había sobre ella cebolla rehogada, choclo, tomates cherry y brotes, todo sazonado con orégano. Con eso pisé el acelerador.
Probé dos entradas. La terrina de pollo pastoril con mole de pistachos ($64), de la que destaco el sabor del pollo, algo poco frecuente en las aves de corral hoy en día. Venía cortada en triángulos, apanada y con semillas de sésamo recubriéndola. El mole que la acompañaba no descolló pero hizo bien de partenaire.
La otra entrada fue el portobello relleno con cebolla caramelizada y queso gorgonzola ($48). Viene un portobello grande –de 8cm de diámetro aproximadamente- y jugoso, que hacen un buen contrapunto entre el perfume de los hongos y el dulce de las cebollas con el sabor salobre del queso. Para repetir.
De principal encargué pesca blanca del día, que viene con jamón crudo, brócoli-coliflor y avellanas ($84). El pescado estaba a punto y venía montado sobre unas rodajas de zucchinis muy sabrosas, secundadas por el puré, un verdadero hallazgo para hacer en casa (me traje la receta). El combo es ambicioso en su presentación y combinación, pero funciona bien.
De postre pedí los cilindros de masa hojaldrada rellenos de dulce de guayaba tibio sobre queso brie ($45). Una combinación muy propia de los amantes del fresco y batata, algo más sofisticada, que cerró bien una mesa de contrastes y fusiones.
El dato está en el menú ejecutivo. Cuesta 60 pesos (+ bebida) e incluye entrada, plato y postre. Como no se cobra cubierto, para la zona la relación calidad precio es óptima. Y suman un brunch a la propuesta que, para esa vereda en pleno invierno, cierra nomás con la idea del sol encendiendo las mesas. Como acaban de abrir, de paso, es un dato a tener a la hora de querer lucirse con alguna novedad.
De miércoles a domingo, al mediodía; viernes y sábado también por la noche. Sólo efectivo.
Thames 1535, Palermo / T. 4833-3223
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