El amor por el Malbec


Fuente: El Tiempo – Colombia | Hablemos de vinos | Patricio Tapia
MalbecEl Malbec puede dar vinos tan deliciosos que es difícil imaginar que la botella no se vaya en un suspiro. Pero también puede haber dificultades, sobre todo cuando se trata mal a esta cepa, cuando se le llena de madera o se le trata de convertir en algo que no es.
Durante la última semana he estado probando Malbec a fondo. Me han puesto como jurado en un concurso de vinos del mundo, pero yo sólo he catado vinos argentinos, y la mayor parte de ellos, Malbec: de todos los estilos y zonas posibles. Y me queda una conclusión placentera: te bebes una buena copa de Malbec y de inmediato entiendes por qué ha tenido tanto éxito en el mundo.

Claro que no todo es perfecto. En este concurso del que les hablo, hemos tenido que dejar a muchos Malbec de lado porque, esencialmente, siento que aún no son muchos los productores argentinos que visualizan al Malbec como una cepa que da vinos bebibles antes que nada; vinos simples y afrutados, que los hueles y de inmediato te recuerdan a frutas rojas.

Para la mayoría, el Malbec tiene que ser mucho más que eso, tiene que ponerse smoking y lanzar grandes discursos sobre la complejidad y la grandeza del gran tinto universal.
Y esa gente, entonces, crea pequeños monstruos de concentración y fuerza que hasta duelen en la boca, que te machacan. Mientras que otros, son fieles a lo que sale de la parra y no sienten la necesidad de maquillarlo hasta transformarlo en un tinto irreconocible.

Es entonces cuando aparecen algunos de los Malbec que he probado en este concurso. Tintos que te hacen pensar realmente en que sería genial que no tuvieras que probar nada más ese día, solo llevarte la botella y beberla junto a una parrilla.

Porque además de delicioso, simple y tremendamente bebible, los argentinos también tienen razón cuando dicen que ese jugo de frutas que algunos hacen es el mejor acompañante de las parrilladas. De lejos.
Y es ahí, entonces, cuando aparece la muestra número 3. Ni idea de lo que es. Pero sí sé que lo que hay allí, en esa copa, me haría tremendamente feliz. Entonces todos en el panel nos miramos y, aunque no lo decimos, estoy seguro de que lo pensamos: ‘Y que tal si dejamos de trabajar y nos bebemos esta botella y ya?’

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