INTERNACIONAL Científicos chilenos logran producir vinos con bajo alcohol sin sacrificar la calidad

Reflexiones en torno a Borges y el vino


Fuente: Vinarquía Blog.
BorgesDebido a una nota reciente me dediqué a reflexionar en torno a Borges y el vino. Busqué infructuosamente qué vino tomaba Borges o, al menos, qué vino merecía su elogio. Una y otra vez aparecieron dos de sus conocidas poesías: Soneto del vino y Al vino. Cuando un tiempo atrás escribí una nota sobre Vino y Literatura estuve tentado a publicarlas, pero el hecho de que estuvieran tan antologadas me evitó caer en el lugar común.

Sin embargo, vuelvo sobre ellos y rescato su idea del vino: alegría y amistad (“yo busco en tí las fiestas del fervor compartido”), además de historia y descubrimiento. En esto último hay una clave para entender ambos poemas. Para Borges, el vino es “dádiva y candelabro“, es decir, un regalo y un objeto que permite alcanzar la iluminación en horas oscuras, un “sésamo” para abrir puertas. El vino nos permite ver más allá, comprendernos, mirar hacia adentro y reflexionar sobre uno mismo, por eso los versos finales del Soneto del vino dicen:

“Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.”
Esta vuelta a los poemas borgeanos vinieron de la mano de un vino llamado Aleph. Es que Aleph es la primera letra del alfabeto hebreo, pero también remite a un libro y a un cuento de nuestro escritor: El Aleph, de 1949. Allí se narra el encuentro del protagonista con un objeto fantástico, un Aleph, un punto del universo que los contiene a todos. El narrador nos cuenta que al mirar ese pequeño objeto puede ver todo el universo como si se tratara de un espejo mágico, una bola de cristal o una Internet.

El relato es uno de los más logrados, celebrados y comentados de Borges y me llevó a pensar: ¿existirá un vino como el Aleph, es decir, existirá un vino que los contenga a todos?; ¿habrá un Santo Grial que al probarlo nos permita probar todos los vinos del mundo concentrados en él?; y si existe, ¿te atreverías a probarlo?

Todos dirán que sí, pero después queda el tedio, la desesperanza y el temor de que no hay nada mejor que ese Aleph. He ahí el laberinto borgeano, una pesadilla de la que no se puede salir o de la que tal vez no queremos salir. En ese sentido, ¿el Malbec será nuestro laberinto?

Vuelvo al escritor y el vino y cierro con una de esas anécdotas suyas que ya son una segunda forma de su literatura. Emir López Monegal cuenta que en una reunión social Jorge Luis Borges estaba acompañado por su madre, la insufrible Leonor Acevedo, les ofrecen una copa y rápidamente la señora contesta: “el niño no toma vino”. Nada raro, salvo que “el niño” ya andaba por los sesenta años.

Para leer los poemas y el cuento completos:
Soneto del vino
Al vino
El Aleph

Comentarios