Qusikuy! por Flavia Fernandez
Qusikuy!
Estuvimos en el rincón más original, sabroso y místico de Buenos Aires: Mullu. Hablamos de un nuevo restó peruano, chiquito y real, libre de las obvias fusiones porteñas que ya cansan, con vuelo propio y mucha leyenda. Comandado por José Castro Mendivil (ex Osaka, ex Sipan, emprendedor compulsivo), sorprende en pleno Retiro, sobre la calle Ricardo Rojas, casi Plaza San Martín.
Reciben al canto de Rimaykullayki! (Bienvenidos, en quechua), un ritual que se repite cuando entra cada comensal. Al pie del cañón está José, y también Charly, mucho más que un maître. Él, hombre de confianza de la casa, enseña a decir gracias (Sulpay) y explica sobre los tres mandamientos Incas, que ahora también son de Mullu. Acá van:
1. Ama sua (no sea ladrón)
2. Ama Llulla (no sea mentiroso)
3. Ama quella (no sea ocioso)
Y así, entre mandamientos y nuevas palabras, nos enteramos, también, que Mullu era el nombre de una ostra muy buscada, que se entregaba como ofrenda a los Dioses), dimos con el mejor pulpo al olivo, un perfecto tako carpaccio, unos suntuosos y refinados mariscos matsuei, fabulosas uñas de cangrejo con leve atmósfera de coco, sahimi al vapor de salmón blanco (llega en imponente vaporiera), con las salsas más bellamente perfumadas, tiraditos kon pasión con alma de maracuyá y el imponente ceviche Mollu, que sorprende dentro del tesoro marino que muchos quieren llevar a su casa.
Acá lo importante es la comida y la forma en la que se la ofrece. En Mullu no sirven: festejan y comparten. Pocas mesas para gente que no sabe de apuros ni de malas ondas. El público prepotente es simplemente despreciado. Se busca la complicidad de la amistad y la buena mesa. Nada más y nada menos. Los felicitamos de corazón. Y a ustedes, lectores. Vayan y qusikuy! (disfruten).
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