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Ésta
fue una de las principales preocupaciones de los empresarios y expertos
que participaron del Foro, quienes advirtieron por los graves problemas
que enfrentan las empresas que nacieron para exportar.
Juan Diego Wasilevsky
juandw@gmail.com
juandw@gmail.com
Tras el fin de la convertibilidad, la industria
vitivinícola se embarcó en un proceso de expansión sin precedentes, con
el surgimiento de un entramado de nuevas bodegas que nacieron bajo las
"mieles" de un tipo de cambio competitivo, uno de los pilares de la
primera etapa de la era kirchnerista.
Incluso, bajo el paraguas del dólar caro, muchas empresas tradicionales, con decenas de años de historia, avanzaron en una fase de reconversión para adaptarse a las nuevas tendencias de consumo a nivel global.
Así fue como Argentina logró pasar de realizar exportaciones de vino por u$s158 millones en el año 2001 a envíos por más de USD 847 millones el año pasado, lo que implicó un crecimiento cercano al 450% en una década.
Según Javier Merino, director de la Área del Vino, "gran parte de ese enorme crecimiento que experimentó la industria vitivinícola nacional se debió al tipo de cambio".
De acuerdo el experto, fue clave también el súbito auge del Malbec, cepa que captó la atención de críticos y consumidores del exterior, principalmente en el estratégico mercado de los Estados Unidos, generando un furor "superior al que experimentaron otros varietales cuando se pusieron de moda, como el Syrah o el Merlot".
Sin embargo, para Merino, la lectura es contundente: sin la ventaja de un tipo de cambio competitivo, el "milagro" del vino argentino no hubiese sido posible.
El problema es que todo ese viento de cola que recibieron las bodegas nacionales, parece haber llegado momentáneamente a su fin.
En efecto, con tasas de inflación por encima de los dos dígitos durante los últimos años y un dólar que se fue devaluando de a cuentagotas, el fenómeno del atraso cambiario fue carcomiendo los márgenes de las compañías del sector, a tal punto que al día de hoy, muchas se están viendo obligadas a dejar atrás el negocio de la exportación, justamente, la "panacea" que fue decisiva para el reposicionamiento de las bodegas albicelestes a nivel global.
En este contexto, durante el discurso de apertura, Juan José Canay, presidente de Bodegas de Argentina, aseguró que "en la última década, el vino argentino fraccionado tuvo un desarrollo espectacular, con tasas de crecimiento anuales del 15% al 20%. Pero este año, lamentablemente, vemos una declinación".
"Esta caída nos preocupa porque no es un problema de demanda. El mundo compra vino, pero el tema es que nosotros tenemos un problema de competitividad importante. Debemos trabajar en eso. Somos empresarios, optimistas por naturaleza, pero no podemos ser ingenuos", disparó el directivo.
Incluso, bajo el paraguas del dólar caro, muchas empresas tradicionales, con decenas de años de historia, avanzaron en una fase de reconversión para adaptarse a las nuevas tendencias de consumo a nivel global.
Así fue como Argentina logró pasar de realizar exportaciones de vino por u$s158 millones en el año 2001 a envíos por más de USD 847 millones el año pasado, lo que implicó un crecimiento cercano al 450% en una década.
Según Javier Merino, director de la Área del Vino, "gran parte de ese enorme crecimiento que experimentó la industria vitivinícola nacional se debió al tipo de cambio".
De acuerdo el experto, fue clave también el súbito auge del Malbec, cepa que captó la atención de críticos y consumidores del exterior, principalmente en el estratégico mercado de los Estados Unidos, generando un furor "superior al que experimentaron otros varietales cuando se pusieron de moda, como el Syrah o el Merlot".
Sin embargo, para Merino, la lectura es contundente: sin la ventaja de un tipo de cambio competitivo, el "milagro" del vino argentino no hubiese sido posible.
El problema es que todo ese viento de cola que recibieron las bodegas nacionales, parece haber llegado momentáneamente a su fin.
En efecto, con tasas de inflación por encima de los dos dígitos durante los últimos años y un dólar que se fue devaluando de a cuentagotas, el fenómeno del atraso cambiario fue carcomiendo los márgenes de las compañías del sector, a tal punto que al día de hoy, muchas se están viendo obligadas a dejar atrás el negocio de la exportación, justamente, la "panacea" que fue decisiva para el reposicionamiento de las bodegas albicelestes a nivel global.
En este contexto, durante el discurso de apertura, Juan José Canay, presidente de Bodegas de Argentina, aseguró que "en la última década, el vino argentino fraccionado tuvo un desarrollo espectacular, con tasas de crecimiento anuales del 15% al 20%. Pero este año, lamentablemente, vemos una declinación".
"Esta caída nos preocupa porque no es un problema de demanda. El mundo compra vino, pero el tema es que nosotros tenemos un problema de competitividad importante. Debemos trabajar en eso. Somos empresarios, optimistas por naturaleza, pero no podemos ser ingenuos", disparó el directivo.
El tipo de cambio
Merino
explicó que "nuestro tipo de cambio se está retrasando, mientras todos
nuestros competidores están ganando competitividad, con lo cual esto le
produce un gran daño a la vitivinicultura argentina por los dos lados.
El crecimiento de costos impacta primero en los vinos de menor margen,
que es lo primero que se deja de exportar. El problema es que si el
escenario de atraso cambiario se profundiza, va a seguir subiendo el
nivel en el que se corta la posibilidad de exportar. Y esto va a
determinar que las bodegas que puedan mantenerse en el negocio de
exportación sean únicamente las que tengan más espaldas. Así, las más
perjudicadas son las pequeñas, las que no pueden mantener su presencia
en las góndolas del exterior a pérdida", acotó Merino.
En
este contexto, alertó que "si encima se confirma que el Malbec entró en
una etapa de madurez, esta combinación va a ser muy negativa para un
amplio segmento de empresas exportadoras".
"Lo
que vamos a ver es un fenómeno muy dramático: la mayoría de las
pequeñas bodegas argentinas que nacieron hace diez años para exportar y
tienen más del 60% de su portfolio concentrado en Malbec, ni van a tener
tipo de cambio, ni van a tener el empuje del Malbec y, además, son
chicas... todo en contra".
En la misma línea,
Canay, de Bodegas de Argentina, alertó que "las bodegas chicas que
nacieron pensando en la exportación son las más complicadas. También es
muy difícil que puedan redireccionar todo ese sobrante al mercado
interno, que está saturado de vinos. Agregar una nueva marca es muy
difícil. Esto hace que los jugadores más chicos, que no tienen poder de
negociación, tengan que enfrentar un panorama muy duro", recalcó el
directivo.
Frente a esto, Merino aseguró que
podría avanzar con fuerza un proceso de concentración: "La mayoría de
esas bodegas chicas se irá retirando a otras fases del negocio. Van a
quedar como productoras de uva, de vino a granel o alquilarán su
equipamiento. La realidad es que esas pequeñas bodegas van a perder
dinamismo en las marcas que tenían, para concentrarse en otras fases del
negocio", acotó.
Canay coincidió con que "algunas bodegas están dejando de tener presencia comercial y empezaron a elaborar vinos para terceros".
Por
su parte, Alberto Arizu, director de la prestigiosa bodega Luigi Bosca,
recomendó a los pequeños bodegueros "estar atentos y seguir apostando
por la industria. Que no bajen los brazos, porque en cuanto se retiran
del negocio, después les resultará muy difícil volver a ingresar. Tienen
que capear el temporal" y agregó que "2013 va a ser un año complicado
para la industria".
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