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El 15 de septiembre 22 foodies peregrinamos desde Chacarita hasta el bajo probando las 7 muzarellas más clásicas. Al final, dimos nuestro veredicto.
A mediados de julio mi colega Martín Auzmendi me confió un plan: con su amigo Franco Antolini querían realizar
una maratón de comedores de muzarella al corte, haciendo todo el
recorrido desde Chacarita hasta el bajo, siguiendo el curso de Av.
Corrientes. Y me encantó: era una idea tan delirante que de partida ya éramos tres y no tardaría en sumar nuevos adeptos.
Con Auzmendi aunamos esfuerzos para convocar a otros participantes. Inventamos el hashtag #Muza5k, que viajó por twitter como un tesoro, y lanzamos la convocatoria para el 15 de septiembre a las 18:30 horas en las puertas de El Imperio de la Pizza, en Lacroze y Corrientes. Los cálculos eran imprecisos: serían unos 5 kilómetros de caminata (resultaron poco más de 7); probaríamos 6 porciones de pizza (finalmente fueron 7, ya que sumamos una en el trayecto); y pensábamos que todo el viaje nos tomaría unas 3 horas (y rozamos las 4:30). En total, fuimos 22 entusiastas peregrinos; hubo subas y bajas a lo largo del camino, principios de romance y hasta un pungueo de billetera que, lejos de empañar el trayecto, le pusieron condimento. Estas son las pizzerías y el detalle de cada una de sus muzas.
El Imperio de la Pizza: muza barata y buena
Con una estatua de Carlitos Balá sonriente y con el gesto típico en su mano –uniendo el dedo mayor y el pulgar en un círculo perfecto- la entrada a Imperio promete nostalgias de otro tiempo como la primera pizzería notable de la ciudad. Epicentro de Chacarita, queda justo en frente a la estación de trenes y es parada obligada para quienes viajan al oeste. De ahí que tiene varias barras inox para acodarse y que la porción de muza sale al toque ($6), cosa de que nadie pierda el viaje: es la típica media masa de abundante y potente mozzarella, algo salada para el gusto de los peregrinos, que sifones en mano, moscato y cerveza, paliamos la sed del comienzo. Holgadamente razonable para picar al paso, está $0,5 debajo de las demás. (Av. Corrientes 6899, Chacarita).
Apenas ingerida la primera porción, partimos rumbo al bajo. En estos primeros tramos pelados nos presentamos, ya que muchos no nos conocíamos. Había desde locos que se habían enganchado por twitter a gastronómicos, bartenders, gerentes de empresas, y amigos de Auzmendi y amigos míos y de otros amigos del palo. Un nutrido grupo de chicos y chicas, todos copados con la idea del Muzarelón. Pronto pasamos por Nápoles, que la evitamos porque desde su refacción no tienen más barra para comer al corte, y enfilamos derecho hasta Ángel Gallardo y Corrientes, donde nos esperaba la próxima parada:
El Trébol: masa con piso, poca mozzarella
Tradicional pizzería familiar que desde 1969 ocupaba un discreto local sobre Ángel Gallardo y que hace dos meses se amplió hasta la esquina de Corrientes, con un coqueto local. La barra para comer de dorapa, sin embargo, sigue en el viejo local. Aquí sirven a 8 pesos una pizza muy crocante y sabrosa –con abundante orégano- que está entre las más livianas, precisamente porque no lleva mucha mozzarella. Gracioso fue cuando nos vieron entrar en manada: “¿quiénes son?” quiso saber el muchacho de la caja con cara de haber visto entrar a un corso. Le explicamos lo del #Muza5k. Y alguno de los caminantes escuchó cómo, instantes después, le decía al pizzero a través del pasa platos: “pibe, ponele garra que son periodistas”. Buena atención, ambiente cordial. (Ángel Gallardo 3, Villa Crespo)
La siguiente parada fue las más trash de la avenida Corrientes. Ubicada justo antes del desierto del Abasto –así le llamamos porque por muchas cuadras no habría pizzerías en las que recalar- llenamos el cuerpo para el largo tirón con una rápida parada en Pin Pun.
Pin Pun: la muza más trash
Ni bien cruzás la entrada, muy abierta a la calle, te voltea el olor a aromatizante de baño. Lo que es una buena noticia, bien mirado, aunque no un aroma deseable a la hora de entrarle a una porción. Los que visitaron el sanitario aseguraron que fuer el mejor del viaje. Con todo, los detalles de Pim Pum valen la pena: fundada en 1927, hoy la decoran relojes de mozzarella Vidal con la hora de Roma y Madrid (?), la barra espejada reflejaba tres botellas de spirits –Reserva San Juan, Criadores, Blenders Pride-, y sobre nuestras cabezas ronroneaba un matamoscas eléctrico de otra era, hoy con un cartel de neón verde que reza Pizza Al Corte. La porción ($6,5) es aceitosa, crocante y con abundante mozzarella, que te sirven pinzada entre dos servilletas de papel o al plato según la disponibilidad de cubiertos y espacio. Sólo para aventureros y hambreados. (Corrientes 3954, Almagro)
Cruzar el Abasto y Once fue como avanzar a tientas sobre un terreno en donde restaurante peruanos y pancherías dominan la escena. Con el buche lleno, sin embargo, caminamos rápido hasta nuestra próxima parada, que se erguía sobre una multitud de bizarreces un sábado a las 21 horas: desde unos glamorosos travestis con tapados de pieles ofreciendo nuevo show en el paseo La Plaza a ciertos extraterrestres –bien disfrazados de blanco- con una caja de sorpresas que al abrirla no había otra cosa que folletos de una obra. Sobre todos ellos, un cartel rojo y grande de Salón Familiar 1er Piso. Habíamos llegado.
Güerrin: cacho de mozzarella
En este clásico, como en las demás, el horno está ubicado el medio del local para que la pizza llegue a punto a cada rincón del boliche. En todo caso, la muza que sale al corte convoca a una multitud con la que se comparte cola y mostrador apretujados. Con un decorado de venecitas que le da cierto candor, aquí uno ve salir pizzas como si huyeran del horno de interior amplio y abovedado. La porción cuesta 7 pesos y es de una masa húmeda –casi cruda- que tomó buen piso aunque sin llegar a ser crocante. El punto fuerte es la abundante mozzarella gratinada que, como una lava blanca y fundente, corona una porción sustanciosa. Bien hecha, estuvo entre las finalistas a la hora de la votación. (Av. Corrientes 1368, Centro)
Con el paladar caliente, aún, cruzamos Talcahuano para entrar en…
Banchero: pizza dulce y gomosa
Gran decepción nos llevamos en Banchero. Es verdad, no es la casa matriz –como en el caso de las otras pizzerías- y también es verdad que la especialidad es la fugazzeta, pero señores: ¿hacer un
a muza con cebolla y salsa de tomate dulce? Seguro tendrá sus fans, pero fue la única porción que dejé ni bien empecé a comerla. Rica mozzarella, hay que decirlo, pero el gusto general de la pizza es más bien fullero para sus 6,5 pesos. Nos fuimos tan rápido como entramos y eso que había unas brasileras que le pusieron pimienta a la charla. (Av. Corrientes 1300, Centro)
Antes de cruzar por el Obelisco una pareja que nos preguntó si éramos los del tour de la mozzarella. Algo que ya había pasado con dos punkitos en Imperio, que se hubieran prendido de buena gana de no ser que tenían entradas para Die Toten Hosen. Los tórtolos también siguieron su camino, no sin antes levatar el pulgar en aprobación. Empezaba a convencerme de que el #Muza5k había llegado lejos.
Las Cuartetas: rica masa, buena muza
Este sitio tiene dos ambientes. Uno da a la calle, que es agradable y bien vistoso –a pesar de sus plantas de plástico- y otro muy distinto en el fondo, más allá del horno y la cocina. Nos quedamos adelante, donde ocupamos las mesas del frente –no había lugar para la barra, que es chica- y nos zambullimos en unas porciones potentes, que ofrecen suculencia y sabor a unos 7 pesos la porción. Mi última experiencia en esta pizzería había sido muy mala –me estafaron cobrándome aparte la mozzarella de una napolitana- y desde entonces les había hecho la cruz. Pero esta vez repuntaron. Y el producto, para un consumidor de media masa, es muy bueno, aunque ligeramente más chico que el resto. (Av. Corrientes 838, Microcentro)
Salimos con la lengua afuera. No es fácil, créanme, hacer más de siete kilómetros comiendo porciones de mozzarella acompañada de moscato o chops cerveza. Pero el equipo estaba decidido a terminar la carrera. Apenas una cuadra abajo, un gran cartel rojo iluminaba la calle. Al verlo, tuve un momento de lucidez: el camino había arrancado en el Imperio y terminaba en el Palacio… Bendito seamos, dije, más funesto hubiera sido al revés y encima a las puertas de la Chacarita. Fin del trayecto:
El Palacio de la Pizza: la media masa perfecta
Un lugar profundo y bien iluminado, en donde la luz es fluorescente y abundante. Hay boiseries de melanina en las paredes, ciertos espejos deslucidos y mozos cancheros que contestaron a nuestro saludo como si nos conocieran y además no les importara. Nos sentamos en la última mesa, a probar la pizza y a deliberar sobre las que habíamos probado. Éramos 22 otra vez, aunque cinco habían abandonando en la cerra y otros cinco se habían sumado al cabo del Abasto. Pero fue hincarle el diente a esta masa de corazón blando, con una mozzarella gratinada y fundente, lo que encendió la polémica: para unos era la mejor, para otros, le faltaba para estar a la altura de Güerrín o Las Cuartetas, que estaban en la punta hasta ahora, y apenas rezagado El Imperio. Hicimos una votación rápida sobre las preferencias y como ninguna pizzería obtuvo mayoría propia, hubo ballotage entre el Palacio y las Cuartetas. Y ahí ganó el Palacio, que conservó así su título nobiliario al cierre de la aventura. (Av. Corrientes 751, Microcentro)
La mayoría de las fotos son del caminante Ignacio Lopez Lemus.
Con Auzmendi aunamos esfuerzos para convocar a otros participantes. Inventamos el hashtag #Muza5k, que viajó por twitter como un tesoro, y lanzamos la convocatoria para el 15 de septiembre a las 18:30 horas en las puertas de El Imperio de la Pizza, en Lacroze y Corrientes. Los cálculos eran imprecisos: serían unos 5 kilómetros de caminata (resultaron poco más de 7); probaríamos 6 porciones de pizza (finalmente fueron 7, ya que sumamos una en el trayecto); y pensábamos que todo el viaje nos tomaría unas 3 horas (y rozamos las 4:30). En total, fuimos 22 entusiastas peregrinos; hubo subas y bajas a lo largo del camino, principios de romance y hasta un pungueo de billetera que, lejos de empañar el trayecto, le pusieron condimento. Estas son las pizzerías y el detalle de cada una de sus muzas.
El Imperio de la Pizza: muza barata y buena
Con una estatua de Carlitos Balá sonriente y con el gesto típico en su mano –uniendo el dedo mayor y el pulgar en un círculo perfecto- la entrada a Imperio promete nostalgias de otro tiempo como la primera pizzería notable de la ciudad. Epicentro de Chacarita, queda justo en frente a la estación de trenes y es parada obligada para quienes viajan al oeste. De ahí que tiene varias barras inox para acodarse y que la porción de muza sale al toque ($6), cosa de que nadie pierda el viaje: es la típica media masa de abundante y potente mozzarella, algo salada para el gusto de los peregrinos, que sifones en mano, moscato y cerveza, paliamos la sed del comienzo. Holgadamente razonable para picar al paso, está $0,5 debajo de las demás. (Av. Corrientes 6899, Chacarita).
Apenas ingerida la primera porción, partimos rumbo al bajo. En estos primeros tramos pelados nos presentamos, ya que muchos no nos conocíamos. Había desde locos que se habían enganchado por twitter a gastronómicos, bartenders, gerentes de empresas, y amigos de Auzmendi y amigos míos y de otros amigos del palo. Un nutrido grupo de chicos y chicas, todos copados con la idea del Muzarelón. Pronto pasamos por Nápoles, que la evitamos porque desde su refacción no tienen más barra para comer al corte, y enfilamos derecho hasta Ángel Gallardo y Corrientes, donde nos esperaba la próxima parada:
El Trébol: masa con piso, poca mozzarella
Tradicional pizzería familiar que desde 1969 ocupaba un discreto local sobre Ángel Gallardo y que hace dos meses se amplió hasta la esquina de Corrientes, con un coqueto local. La barra para comer de dorapa, sin embargo, sigue en el viejo local. Aquí sirven a 8 pesos una pizza muy crocante y sabrosa –con abundante orégano- que está entre las más livianas, precisamente porque no lleva mucha mozzarella. Gracioso fue cuando nos vieron entrar en manada: “¿quiénes son?” quiso saber el muchacho de la caja con cara de haber visto entrar a un corso. Le explicamos lo del #Muza5k. Y alguno de los caminantes escuchó cómo, instantes después, le decía al pizzero a través del pasa platos: “pibe, ponele garra que son periodistas”. Buena atención, ambiente cordial. (Ángel Gallardo 3, Villa Crespo)
La siguiente parada fue las más trash de la avenida Corrientes. Ubicada justo antes del desierto del Abasto –así le llamamos porque por muchas cuadras no habría pizzerías en las que recalar- llenamos el cuerpo para el largo tirón con una rápida parada en Pin Pun.
Pin Pun: la muza más trash
Ni bien cruzás la entrada, muy abierta a la calle, te voltea el olor a aromatizante de baño. Lo que es una buena noticia, bien mirado, aunque no un aroma deseable a la hora de entrarle a una porción. Los que visitaron el sanitario aseguraron que fuer el mejor del viaje. Con todo, los detalles de Pim Pum valen la pena: fundada en 1927, hoy la decoran relojes de mozzarella Vidal con la hora de Roma y Madrid (?), la barra espejada reflejaba tres botellas de spirits –Reserva San Juan, Criadores, Blenders Pride-, y sobre nuestras cabezas ronroneaba un matamoscas eléctrico de otra era, hoy con un cartel de neón verde que reza Pizza Al Corte. La porción ($6,5) es aceitosa, crocante y con abundante mozzarella, que te sirven pinzada entre dos servilletas de papel o al plato según la disponibilidad de cubiertos y espacio. Sólo para aventureros y hambreados. (Corrientes 3954, Almagro)
Cruzar el Abasto y Once fue como avanzar a tientas sobre un terreno en donde restaurante peruanos y pancherías dominan la escena. Con el buche lleno, sin embargo, caminamos rápido hasta nuestra próxima parada, que se erguía sobre una multitud de bizarreces un sábado a las 21 horas: desde unos glamorosos travestis con tapados de pieles ofreciendo nuevo show en el paseo La Plaza a ciertos extraterrestres –bien disfrazados de blanco- con una caja de sorpresas que al abrirla no había otra cosa que folletos de una obra. Sobre todos ellos, un cartel rojo y grande de Salón Familiar 1er Piso. Habíamos llegado.
Güerrin: cacho de mozzarella
En este clásico, como en las demás, el horno está ubicado el medio del local para que la pizza llegue a punto a cada rincón del boliche. En todo caso, la muza que sale al corte convoca a una multitud con la que se comparte cola y mostrador apretujados. Con un decorado de venecitas que le da cierto candor, aquí uno ve salir pizzas como si huyeran del horno de interior amplio y abovedado. La porción cuesta 7 pesos y es de una masa húmeda –casi cruda- que tomó buen piso aunque sin llegar a ser crocante. El punto fuerte es la abundante mozzarella gratinada que, como una lava blanca y fundente, corona una porción sustanciosa. Bien hecha, estuvo entre las finalistas a la hora de la votación. (Av. Corrientes 1368, Centro)
Con el paladar caliente, aún, cruzamos Talcahuano para entrar en…
Banchero: pizza dulce y gomosa
Gran decepción nos llevamos en Banchero. Es verdad, no es la casa matriz –como en el caso de las otras pizzerías- y también es verdad que la especialidad es la fugazzeta, pero señores: ¿hacer un
a muza con cebolla y salsa de tomate dulce? Seguro tendrá sus fans, pero fue la única porción que dejé ni bien empecé a comerla. Rica mozzarella, hay que decirlo, pero el gusto general de la pizza es más bien fullero para sus 6,5 pesos. Nos fuimos tan rápido como entramos y eso que había unas brasileras que le pusieron pimienta a la charla. (Av. Corrientes 1300, Centro)
Antes de cruzar por el Obelisco una pareja que nos preguntó si éramos los del tour de la mozzarella. Algo que ya había pasado con dos punkitos en Imperio, que se hubieran prendido de buena gana de no ser que tenían entradas para Die Toten Hosen. Los tórtolos también siguieron su camino, no sin antes levatar el pulgar en aprobación. Empezaba a convencerme de que el #Muza5k había llegado lejos.
Las Cuartetas: rica masa, buena muza
Este sitio tiene dos ambientes. Uno da a la calle, que es agradable y bien vistoso –a pesar de sus plantas de plástico- y otro muy distinto en el fondo, más allá del horno y la cocina. Nos quedamos adelante, donde ocupamos las mesas del frente –no había lugar para la barra, que es chica- y nos zambullimos en unas porciones potentes, que ofrecen suculencia y sabor a unos 7 pesos la porción. Mi última experiencia en esta pizzería había sido muy mala –me estafaron cobrándome aparte la mozzarella de una napolitana- y desde entonces les había hecho la cruz. Pero esta vez repuntaron. Y el producto, para un consumidor de media masa, es muy bueno, aunque ligeramente más chico que el resto. (Av. Corrientes 838, Microcentro)
Salimos con la lengua afuera. No es fácil, créanme, hacer más de siete kilómetros comiendo porciones de mozzarella acompañada de moscato o chops cerveza. Pero el equipo estaba decidido a terminar la carrera. Apenas una cuadra abajo, un gran cartel rojo iluminaba la calle. Al verlo, tuve un momento de lucidez: el camino había arrancado en el Imperio y terminaba en el Palacio… Bendito seamos, dije, más funesto hubiera sido al revés y encima a las puertas de la Chacarita. Fin del trayecto:
El Palacio de la Pizza: la media masa perfecta
Un lugar profundo y bien iluminado, en donde la luz es fluorescente y abundante. Hay boiseries de melanina en las paredes, ciertos espejos deslucidos y mozos cancheros que contestaron a nuestro saludo como si nos conocieran y además no les importara. Nos sentamos en la última mesa, a probar la pizza y a deliberar sobre las que habíamos probado. Éramos 22 otra vez, aunque cinco habían abandonando en la cerra y otros cinco se habían sumado al cabo del Abasto. Pero fue hincarle el diente a esta masa de corazón blando, con una mozzarella gratinada y fundente, lo que encendió la polémica: para unos era la mejor, para otros, le faltaba para estar a la altura de Güerrín o Las Cuartetas, que estaban en la punta hasta ahora, y apenas rezagado El Imperio. Hicimos una votación rápida sobre las preferencias y como ninguna pizzería obtuvo mayoría propia, hubo ballotage entre el Palacio y las Cuartetas. Y ahí ganó el Palacio, que conservó así su título nobiliario al cierre de la aventura. (Av. Corrientes 751, Microcentro)
La mayoría de las fotos son del caminante Ignacio Lopez Lemus.
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