INTERNACIONAL Científicos chilenos logran producir vinos con bajo alcohol sin sacrificar la calidad

Alcornoque

Con la llegada de los rigores del verano el alcornoque entra en su fase de crecimiento más activa, es el momento de liberarle de su corteza. Este proceso se denomina la 'saca' del corcho y se realiza cada nueve años, el tiempo que el árbol necesita para generar una nueva corteza de grosor suficiente para ser transformada en los tapones que cerrarán nuestras botellas de vino y cava. Con los primeros rayos del sol, invadimos con las cuadrillas de 'sacaores' el alcornocal de la finca Palomares, una gran dehesa próxima a San Vicente de Alcántara en Badajoz, una de las capitales del corcho de nuestro país.

Los descorchadores van provistos de sus hachas curvadas, principal herramienta de este ancestral oficio, y con las que aplicarán con gran destreza y precisión los cortes necesarios para extraer la corteza de los árboles. Mientras unos miembros de la cuadrilla aprovechan las hendiduras más profundas de la corteza para marcar el árbol con certeros cortes verticales, otros delimitan el tamaño de la plancha con cortes horizontales desde el pie del árbol hasta los cuellos, como denominan a las partes más altas del tronco. El sonido es rotundo y continuo, sólo interrumpido por el sonido de algún pájaro carbonero, o alguna abubilla distraída. 

En escasos minutos, ayudados del cabo del hacha y de las palancas, los 'sacaores' desprenden del árbol las piezas previamente cortadas. El bosque va perdiendo los colores grises de las cortezas, para dar paso a bellos tonos anaranjados de los troncos desnudos. Una vez finalizado el descorche, marcan el árbol indicando el año de la extracción. Desde su plantación ha sido preciso esperar entre 40 y 50 años, hasta la tercera 'saca', para que el corcho de estos árboles haya reunido las propiedades adecuadas para la producción de tapones de calidad. A partir de ese momento, el alcornoque tendrá una vida productiva de unos 150 años, lo que equivale a unas 16 'sacas' de corcho. 

De nuestros alcornocales se extraen cada año 88.400 toneladas de corcho, lo que representa el 30% de la producción mundial y sitúa a España como el segundo productor de corcho, después de Portugal y a notable distancia de Italia. La explotación corchera se concentra principalmente en los bosques de Extremadura, Andalucía y del norte de Cataluña. Las dos primeras regiones están centradas en la producción y preparación de la materia prima, mientras que Cataluña se ha especializado en la industria transformadora. 

El trabajo aún no ha terminado en la finca, ahora es el turno de los 'rajadores', responsables de hacer la primera selección de las corchas, las cortan en tiras que facilitan su manejo, las apilan, para posteriormente llevarlas hasta el punto de la finca en el que pueden acceder los camiones, donde una vez cargados a mano, el corcho es transportado hasta las fábricas donde deberá reposar un mínimo de seis meses antes de iniciar el largo proceso industrial, con tratamientos de cocción para su limpieza y para que adquiera flexibilidad, y de nuevo, periodos de estabilización previos a la transformación final. El proceso puede superar el año de duración, y tan sólo las piezas de más calibre y con menor número de imperfecciones serán destinadas a la fabricación de tapones naturales y discos para tapones. El resto, se triturará para dedicarlo a diferentes productos de conglomerados, desde tapones, hasta pavimentos o aislamientos. 

Las corchadas que hemos visto extraer darán paso a tapones de muy diferentes tipologías, calidades… y precios. El tapón de una pieza, llamado tapón natural, se fabrica perforando las planchas de mayor grosor y calidad; principalmente su largo y acabado determinará su categoría. Con las planchas más finas se producirán los discos de corcho con los que se elaboran determinados tipos de tapones en combinación con el conglomerado. El resto de las planchas, más los recortes de la fabricación de tapones naturales, serán trituradas para conseguir un granulado de alta calidad con el que se producirán los denominados tapones técnicos, de los que el tapón de cava, de mayor diámetro que los habituales, es el principal ejemplo. Después vendrá un sinfín de combinaciones de tapones aglomerados combinados con discos de corcho natural: tapones de cava con uno, dos o tres discos; tapones técnicos de 1+1 (cuerpo de aglomerado y un disco natural en cada extremo), etcétera. 

El cierre de una botella, suele desvelar mucha información sobre su contenido. El tapón de corcho, con lugar a pocas dudas, constituye el mejor sistema de cierre para los vinos, preserva el contenido, permite su maduración y es una garantía en su evolución organoléptica. Gracias al rigor y a la destacable evolución de la industria corchera, deja casi en la literatura o en el anecdotario los problemas de un vino, atribuibles al tapón. Intentemos recordar como consumidores cuantas veces nos hemos encontrado, en los últimos años, un vino con defectos de corcho. 

La actividad corchera supone la producción de un recurso renovable y natural, que además de mantener un oficio histórico, supone la garantía de perpetuación de un ecosistema de gran valor, donde conviven especies vegetales y animales. La industria corchera es la primera del estado en medir su huella de carbono. Un estudio reciente ha concluido que el corcho, en todas sus fases de producción, retiene más C02 del que emite, determinando que el tapón de corcho, además de todas sus virtudes, es una opción sostenible.

Fuente: 
http://elmundovino.elmundo.es/elmundovino/noticia.html?vi_seccion=4&vs_fecha=201207&vs_noticia=1342682970

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