Defendamos al vino blanco por vsauda



Alguien tenía que dar un paso al frente y enumerar algunas razones para rendirse a los pies del vino blanco, menospreciado por muchos. Este verano 2012 me resultó la época justa para hacerlo y aproveché para probar algunas delicias.

¿Quién no escuchó alguna vez la frase “el mejor blanco es un tinto”? En las degustaciones suelo observar las caras de desdén de los asistentes, en su mayoría hombres, cuando sirven el vino blanco. Repiten los Malbec o los Cabernet Sauvignon, jamás el blanco, y al elegir el vino que más les gustó de la cata, siempre se inclinan por los tintos. No creo que se deba a la falta de buenos blancos, porque hay exponentes cada vez más redondos y elegantes. Ya no existen esos Torronteses duros que había hace unos años (aunque no les encuentro nada de malo). A los vinos blancos no se les pueden disimular los defectos con “maderazos” que anulan el verdadero sabor. Si están bien hechos, no mienten: son transparentes. Y tienen esos colores tan variados, entre la palidez del Pinot Grigio, el dorado del Chardonnay o los reflejos verdosos del Verdelho.
¿Será una cuestión de género? Las mujeres defendemos los blancos, mientras que los hombres los relegan a un lugar de “segunda”. Sin embargo, el famoso Resero Blanco Sanjuanino era consumido en otras décadas por muchos “machazos” sin ningún empacho. Y en el Siglo de Oro español eran considerados a la misma altura o en un nivel superior. En la región de Rueda se producían vinos dorados, que tenían una crianza de 10 años y fama en toda España.

Y en nuestros veranos infernales, salvo que esté en un ambiente “súperrefrigerado”, a mí tomar tinto me da muchísimo calor. ¡No influye la temperatura de servicio, porque es el vino en sí mismo el que hace circular la sangre! Por eso el blanco es ideal para tomar al lado de la pileta, siempre evitando el sacrilegio de ponerle cubitos de hielo, para no tomar vino rebajado con agua.
Asimismo, existe una ventaja meramente estética pero no por ello menos importante: el vino blanco no mancha los dientes. Muchos de nosotros no podemos darnos el gusto de tomar más de una copa de vino en una fiesta elegante sin parecer Frankestein, con los dientes y los labios de color violeta.

Tampoco considero que el tinto tenga más versatilidad al maridar con una comida. Algunos de mis mejores recuerdos gastronómicos del último verano fueron acompañados de vinos blancos. Un pacú y un surubí asados a la orilla del río en la galería de Escauriza, en Rosario, con la luna llena reflejándose en el Paraná y un López Sauvignon Blanc 2009 que se la re bancó; un combo tailandés Phuket en Thaisu, en el microcentro porteño -roll vietnamita, curry de vegetales y sopa de hongos- con un Los Cardos Chardonnay 2010 de Bodega Doña Paula que alivianó con su dulzura el gustito salado de la salsa de soja y la sopa; un tiradito peruano con pulpo en El Cocoroco, en Belgrano, con un Médanos Chardonnay 2010 orgánico pura perfección; un fideuá con tinta de calamar (plato de pescados y mariscos similar a la paella, pero con fideos) en Taberna 21, en Panamá, con un regio Albariños español de las Rías Baixas… Por supuesto que un asado no va con un blanco, pero por qué no tomar Torrontés como aperitivo o para las ensaladas y, sólo después, un tinto con estructura para “limpiar” la grasa de la carne…

Personalmente, considero que existe una amplia gama de vinos blancos para degustar y sorprenderse con sus sutilezas. Además de los vinos que ya nombré, hay que probar:

• Gran Lurton Corte Friulano 2009, un assemblage de Sauvignon Vert, Pinot Gris, Chardonnay y Torrontés, que no se parece a nada conocido y fue desarrollado a la manera de los grandes vinos de la región de Friuli, en Italia.
• Pinot Grigio de Las Perdices 2009 y 2010, de un color dorado pálido y refinado que me encanta (lo juro, cada vez que miro una copa no puedo dejar de admirarlo), de aroma cítrico y sabor intrigante.
• José Luis Mounier Torrontés 2010 de Finca Las Nubes, Torrontés salteño poderoso, que respeta la sequedad y carácter del varietal, con una nariz que te vuela la cabeza, llena de frutas y flores.
• Amalaya 2010 de Amalaya, vino de corte que combina el pomelo del Torrontés salteño con el toque mineral que le da el 10% de Riesling.
• La Flor de Pulenta Wines Sauvignon Blanc 2009 y 2010 de Pulenta Estate, bien joven pero equilibrado, con notas cítricas.
Para los que tengan la suerte de catar vinos internacionales, una vez en la vida prueben un Albariños gallego de la denominación de origen Rías Baixas, de acidez equilibrada, fresco, suave, armonioso, con notas de limón y manzana verde; o un Spy Valley “Zauvignon” Blanc de Nueva Zelanda, que te da un “maracuyazo” cargado de frutas tropicales en nariz y luego te suaviza y endulza la boca con notas minerales y durazno. Delicioso.

Virginia Sauda
Licenciada en Comunicación Social, aficionada a los vinos y las
bebidas espirituosas desde hace poco tiempo, amante de comer afuera
hace bastante más.
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