APRENDER 6 claves para descubrir un vino con tan sólo un vistazo

Las 10 variedades más cultivadas en Argentina


Fuente: Vino x Vos | MDZ.
MDZ viñedoLa República Argentina es uno de los pocos países productores que se reconocen tanto en el grupo del Nuevo Mundo del Vino como en el de los Países Tradicionales Productores. Aquí las principales 10 variedades más cultivadas en el país. Mientras algunos en el mundo lo identifican junto a productores como Estados Unidos, por su tendencia a elaborar vinos varietales, otros lo consideran junto a Francia o España, por la larga tradición que posee desde tiempos de la Colonia Española. En el vasto mundo del vino, Argentina es el único que despliega una elegante vitivinicultura de altura. Posee viñedos a lo largo de la Cordillera de Los Andes a más de 600 metros sobre el nivel del mar.

Algunas localidades vitivinícolas como el Valle de Uco en Mendoza o El Pedernal en San Juan, poseen producciones de uvas finas varietales a más de mil metros sobre el nivel del mar. En el Valle de Gualtayarí, en Tupungato, Mendoza, alcanzan los dos mil metros, otorgándole a sus uvas una especial concentración de color en los tintos y de excelente acidez en los blancos.
A continuación las 10 variedades más difundidas en Argentina
- Descripción de los cepajes para elaborar vinos más difundidos en Argentina.
- Bonarda, Torrontés, Syrah, Tempranilla, Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Malbec, Semillón, Merlot, Chenin.


Bonarda: la tinta más cultivada
Después del Malbec, en Argentina representa la variedad más importante para vinificar vinos tintos junto a la Tempranilla
En las zonas más frescas suele no alcanzar la madurez adecuada debido a su alto rendimiento. Pero aún sin llegar a esa madurez, mantiene un color característico con reflejos azulados.
En la zona de San Rafael, en el Sur de Mendoza, la Bonarda se expresa muy bien y sus vinos se presentan con notables aromas de frutos rojos como la ciruela o la guinda, espléndidamente combinados con el especial olor de levadura.
Esa región (que abarca los departamentos de San Rafael, Malargüe y General Alvear) está realizando los estudios correspondientes para alcanzar la Denominación de Origen Controlada, DOC, de Bonarda, puesto que -además de expresarse con una buena potencialidad- tiene una reconocida tradición en la zona.
Es una variedad muy productiva de ciclo largo que antiguamente en Argentina fue mal identificada como Barbera.
Debido a su gran plasticidad, se adapta a diferentes zonas y climas, logrando su óptimo desarrollo en zonas cálidas.
En regiones como las que se encuentran en Mendoza, logra buena madurez de la pulpa, aunque es preciso prestar atención a la acidez que puede resultar escasa.
No es particularmente sensible a ninguna enfermedad y se adapta bien a poda corta o larga.
En Argentina existen aproximadamente 13 mil hectáreas, lo que la convierte en la variedad tinta más cultivada del país, luego del Malbec que ha recobrado su antigua fama y difusión en las últimas décadas.
En cuanto a la productividad, es posible apuntar a un rango que oscila entre los 250 y los 350 quintales por hectárea, aunque existen ejemplos de parrales con suelos profundos, abundante agua y fertilizantes que alcanzan niveles productivos de 600 quintales por hectárea.
Actualmente, debido al reconocimiento que está recibiendo de una parte del mercado interior, se elaboran marcas con moderna tecnología y con partidas de uvas provenientes de viñedos cuyos rendimientos giran en torno a unos 170 quintales por hectárea.
Torrontés: la miel de los vinos
Floral y herbáceo a la nariz, evoca a la rosa y la cera de abeja. En la boca, tiene mucho carácter. Los amantes de los jóvenes y frescos vinos blancos descubrirán su estirpe original
A la hora de describir las sensaciones olfativas, sus aromas recuerdan a rosas, miel, cáscara de naranja, frutas tropicales bien maduras y uvas moscateles.
Su vestido, es de color amarillo verdoso brillante, límpido.
El Torrontés, junto al Malbec, es reconocido en el mundo como un producto típicamente argentino, en este caso, como el gran cepaje blanco argentino.
El origen de esta variedad remite a las épocas fundadoras de la vitivinicultura argentina, aunque no se cuenta con información exacta.
Alcanza notas sobresalientes en la región de los Valles de Famatina, provincia de La Rioja. En la provincia de Salta, en la localidad de Cafayate. En Mendoza y en San Juan, el Torrontés expresa diversas particularidades pero mantiene el gran desarrollo aromático que es típico de la variedad.
Actualmente existen unas 12.000 hectáreas implantadas con esta variedad en Argentina.

Es muy productiva y los vinos que se obtienen se reconocen por la exuberancia de sus aromas frutales y florales, por los matices dorados y verdosos de su color y la armónica frescura final.
Las bodegas que lo elaboran confirman el potencial de este vino en los mercados internacionales. Sus singulares características se adaptan a las demandas de un consumidor de vinos jóvenes y muy frescos, fáciles de beber a distintas horas del día.

En La Rioja, algunos Torrontés son elaborados en barricas de roble francés.
El resultado son productos originales, destinados al mercado inglés, en que la madera ha aportado complejidad al interactuar con el vino.
El consumidor tendrá la última palabra al descorchar una botella de Torrontés y sin dudas, volverá a elegirlo.
Para Ángel Mendoza, premiado como el enólogo argentino del siglo XX, “el Torrontés bien pueden usarlo las mujeres para perfumarse”.


Syrah: la dama de las especias
Con vinos de gran color y estructura, este cepaje se expresa mejor en zonas frescas como en el Valle de Uco, especialmente en el departamento de Tupungato y en la zona Alta del Río Mendoza, precisamente en el departamento de Luján de Cuyo.
Los colores rojos y sus suaves destellos violetas, a veces muy tenues frente a la profundidad de la concentración de color, se asocian -en general- muy bien a los aromas que recuerdan a especias.
En las regiones más frías -como en el Valle de Uco- se obtienen a partir de esta variedad vinos de gran estructura mientras que en las regiones más cálidas los vinos presentan buen color, lo que ha permitido su difusión dentro y fuera del país.
Suaves y redondos en boca, los Syrah cautivan con su recuerdo aromático a clavo de olor e higos secos.
El o la Syrah (también se lo puede leer como Sirah) es un cepaje tinto de antiquísima data. En Francia se lo cultiva desde tiempos muy antiguos en el Valle del Ródano.

Una versión da cuentas de que sería originario de Persia, propiamente de la región de Shiraz (de allí posiblemente su nombre). Otros en cambio opinan que fue introducido por los romanos desde Siracusa en Sicilia.
En verdad, éstas son todas tradiciones derivadas de la similitud de los nombres de los lugares con el varietal y dada también la antigüedad del cepaje.
En Argentina se estima que quedarían cerca de 1 mil hectáreas de Sirah.
En la región de Cuyo se la conoce también como Balsamina o Balsemine, aunque gradualmente se está corrigiendo esta equivocación.
La variedad madura tarde en Argentina, aproximadamente 10 días después que el Malbec.

Cuando la uva se sobre madura, se produce la plasmólisis de los granos (característica varietal), que luego otorga al vino un sabor a orujo. De ahí la sugerencia de cosechar antes que el grano llegue a ese estado.
Este cultivar produce un vino de muy buena calidad que envejece muy bien.
El Syrah tiene gran plasticidad pero su carácter varietal y calidad son mejores en las zonas frescas.

En la provincia de Mendoza son privilegiados los Syrah del Valle de Uco, principalmente del departamento de Tupungato y la región “alta de Luján de Cuyo”. La acidez suele ser elevada y se hace casi indispensable la fermentación maloláctica.
Otro factor característico es su gran color, ya que las condiciones climáticas de esas regiones son altamente favorables para la formación de antocianas, sustancias formativas de la concentración de color de los vinos tintos.


Tempranillo: el vino redescubierto
Típicamente un vino carnoso con excelentes exponentes argentinos en el mundo.
Criado en roble suele convertirse en un verdadero festín para los sentidos que disfrutan con estructuras robustas
Los caldos de este vino son de un color rojo intenso con algunos tintes naranjas, especialmente cuando evoluciona.
A la nariz, este vino recuerda a frutas rojas. En la boca es un néctar redondo y suave, con taninos dulces y frutados.
Al paladar es un vino exquisito que, de acuerdo al modo de elaboración, puede convertirse en un vino de crianza por su excelente combinación con el roble.
La Tempranilla, es una variedad tinta cuyos atributos están siendo redescubiertos en estos tiempos, a pesar de que en otras regiones del mundo se hacen grandes vinos utilizando este cepaje, es el caso del Rioja de España.

Según las proyecciones, a las casi 5 mil hectáreas existentes, se sumarían muchas más en los próximos años producto de su excelente adaptación en los terruños argentinos.
Hace poco tiempo, este varietal no figuraba entre las uvas finas argentinas, pero a merced de la calidad de los vinos obtenidos en algunas bodegas, el cepaje se ha revalorizado y ya es reconocido en los mercados internacionales.

Los “Tempranillo” argentinos tienen gran aceptación. Incluso muchas bodegas han obtenido premios de envergadura con estos vinos.
Es una variedad que en el mundo está experimentando una demanda sorprendente. En Mendoza, se expresa en gran medida en las zonas del Este, principalmente en los departamentos de Rivadavia y Santa Rosa.
Su nombre refleja las características de la maduración temprana.


Cabernet Sauvignon: el noble señor tinto
Considerada la variedad más adaptable en todo el mundo, es el autor de los grandes vinos que más eligen los consumidores de todo el Planeta.
A punto de ingresar triunfal en la boca, es característico escuchar de quien se dispone a disfrutarlo, “este Cabernet es característico por su profundo color rojo rubí y aromas a pimiento verde”.
Aunque es mucho más que eso, es inconfundible por esas dos condiciones. Cuando joven, a la profundidad del color se le suman destellos violáceos y a la nariz se destacan aromas de frutas secas como la ciruela, la frambuesa o la grosella.
Con más de un año de botella y un breve paso por madera (unos seis meses), logra gran complejidad señorial, por lo que gana en aromas especiados, también a café, a chocolate, pan tostado, a vainilla, entre otros descriptores aromáticos.
Es una de las variedades más plásticas conocidas, desde antaño, por el mundo del vino y sus amantes.

Gracias a esa gran plasticidad ecogénica, es que se ha difundido en todas las regiones vitivinícolas mundiales y argentinas, siendo el vino tinto preferido por los consumidores.
Comparado con la variedad Malbec, no es tan sensible a las noches, siendo además un cepaje no tan difícil para los responsables de viñedos o los mismos hacedores de vino.

Para aprovechar sus bondades, es necesario lograr una muy buena madurez y una parada del crecimiento de los brotes en el envero. De otra manera, sus característicos aromas herbáceos se ponen de manifiesto en el producto final, conjuntamente con sus sabores amargos, notables en el final de boca.
En Argentina es la última variedad en madurar aunque en condiciones adecuadas se logran vinos que permiten maceraciones prolongadas y crianza en barricas.

Actualmente en Argentina, y sobre todo en Mendoza, existe la tendencia de implantarlo en zonas cada vez más altas y frías.
Las zonas de implantación más elevadas corresponden actualmente a las de los departamentos de Tupungato y Tunuyán (Valle de Uco), situadas en el límite vegetativo (unos 1.200 metros sobre el nivel del mar), llegando algunos años a no madurar plenamente. Esto último implicaría realizar un manejo del viñedo tendiente a rendimientos moderados con plantas bien equilibradas.

Es la uva tinta noble de origen francés de más carácter: sabrosa, aromática y rica en taninos.
Un nutrido grupo de bodegas argentinas vinifican, a partir de unas 12 mil hectáreas, la variedad con gran aceptación por parte del mercado interior que, curiosamente, lo prefieren con taninos no muy maduros, con gran estructura, fuerte personalidad alcohólica y, en gran medida, para acompañar el típico asado argentino.
En los últimos años diversos establecimientos han optado por ofrecer vinos de corte de base Cabernet, ensamblados con Malbec o Merlot.
Es un vino para ser disfrutado tanto joven como envejecido, solo, con comida, nunca en soledad.


Chardonnay: untuosa personalidad tropical
De los cepajes de perfil internacional, es el blanco más robusto, ideal para base de espumosos o bien para proporcionar placer pleno desde la primera copa
Actualmente, a partir de este cepaje, se elaboran imponentes vinos de la variedad, con breve estancia en roble tostado al corazón, lo que le aporta intensidad, persistencia en boca, complejidad, calidad y una importante impronta de miel y pan tostado.
A la vista, es típico por su color amarillo verdoso con sutiles destellos de luminosidad acerada.

Junto al Cabernet, es la segunda variedad con carácter varietal muy marcado y de amplia difusión mundial.
Por su plasticidad, en Argentina rápidamente encontró difusión en todas las regiones vitivinícolas, alcanzando más de 4,6 mil hectáreas.
Muy utilizado para la elaboración de espumantes, su implantación, en las regiones más frescas, permite una lenta maduración y una mejor acidez.
El aroma recuerda a manzanas en las áreas frescas y a ananá o banana en las más cálidas.

El método de fermentación en barricas de roble, con removido de las levaduras y fermentación maloláctica –que le aporta sabor untuosamente mantecoso- permite la elaboración de un vino donde la influencia de las prácticas enológicas es notable, elaborándose de esta manera en las diferentes regiones de Argentina.
Para este tipo de vino se busca un principio de sobremadurez en las uvas con la consecuente aparición de sabores y aromas a miel.


Malbec: resplandor violeta, magma encendido
Se trata de un vino color rojo intenso, con matices violetas muy marcados cuando es joven. Si hay que relacionar los aromas del Malbec a una fruta, ésta sin duda será la ciruela y también la guinda.
Más tarde, al agitar la copa, llegan los aromas de la madera: sutiles toques ahumados, café, vainilla. En la boca, es un vino vigoroso, decidido en su invitación a seguirlo, pleno.

Con los años de crianza, el Malbec se apropia de aromas que recuerdan a frutas secas, nueces, almendras, siempre conservando la fuerza de sus taninos, dulces y por lo tanto maduros.
En la actualidad, la mayoría de las bodegas apuestan a este varietal que en Mendoza adquiere singulares notas de expresión internacional
Este cepaje, originario de Cahors, Francia, lleva más de un siglo en los terruños mendocinos.
Durante mucho tiempo se lo conoció como “la uva francesa”, teniendo como destino a los vinos comunes, aunque los viñateros reconocían en él un gran potencial de calidad.

En Argentina llegaron a existir más de 50 mil hectáreas de Malbec, repartidas principalmente en las localidades de La Consulta, localidad del Valle de Uco, Luján de Cuyo y Medrano, en la conocida Zona Alta del Río Mendoza.

Considerada entre las variedades comunes, en épocas en las que primaban los grandes volúmenes sobre la calidad, el Malbec no era rentable para los productores. Fue así, que se arrancaron muchas plantas. Actualmente la superficie de Malbec experimentaba una lenta pero constante recuperación.
Comparativamente Argentina es el país vitivinícola con la mayor superficie implantada con esta variedad, con más de 16 mil hectáreas.
En Chile, el país que le sigue, los viñedos de Malbec abarcan unas 6 mil hectáreas, Francia posee unas 5.300 hectáreas implantadas con este cepaje y California llega a las 45 hectáreas.


Terruños del Malbec
Esta variedad se ha adaptado perfectamente a la denominada Zona Alta del Río Mendoza. Es una región que se extiende desde los 650 metros sobre el nivel del mar hasta los 1.060 metros.
A medida que el viñedo va ganando en altura, las temperaturas descienden y esto propicia amplitudes térmicas importantes, lo cual permite la suficiente insolación que favorecerá el desarrollo del color, fundamental en los tintos. Las noches frescas influyen en la expresión aromática.
Dado que es un cepaje vigoroso, el Malbec exige suelos pobres, con marcado desnivel y pedregosos. Estos factores se suman a la poda criteriosa, los raleos de racimos –cuando son necesarios- que dan como resultado vinos muy bien estructurados y de gran concentración.

En Mendoza durante mucho tiempo se destinó esta uva a cortes. Hoy tiene gran presencia como un varietal con especial proyección en los mercados internacionales.
Obedeciendo a la tendencia que marca el consumo en todo el mundo y también a la orientación de las técnicas de elaboración, el Malbec, tiene una muy buena relación con la madera.
Su crianza en barricas de roble estabiliza el color, le aporta complejidad a los aromas y gustos y le da soporte a su estructura. Además lo hace un vino con interesantes aptitudes para la guarda, superando a muchos vinos de Mendoza, incluso al Cabernet Sauvignon.

Los vinos del fuego
El Malbec está llamado a ser la variedad más representativa de la vitivinicultura argentina.
Para debatir sobre su futuro, sobre los rasgos de personalidad que se le quieren imprimir para diferenciarlo en los mercados mundiales, en abril, todos los años, desde el 2000, se realiza en Mendoza el “Encuentro con el Malbec”, una reunión que concentra la atención de los actores de esta variedad emblemática argentina. La versión 2002 fue pospuesta un año por la conocida crisis argentina.

Generalmente el encuentro posee una agenda abierta para debatir acerca de lo que se espera y se quiere sobre el Malbec argentino. Ssegún sus mentores, Carlos Catania y Silvia de Del Monte, “para que todo el mundo aprecie y disfrute al gran vino del fuego”.

Semillón: refrescante aperitivo del ocaso
En Argentina, la mayoría de los abuelos recuerdan el dulce sabor de haber sorbido oro líquido en forma de vino. Hoy, los nostálgicos ruegan por su vuelta en verano.
Según los entendidos, para obtener la máxima calidad en sus vinos, es necesario extremar las condiciones de equilibrio de la planta de modo de impedir la formación de aromas herbáceos y favorecer la formación de aromas frutales, típicos de la variedad, como la pera y cítricos, perfectamente armonizados cuando su casamiento con la madera le aporta notas de pan tostado.
Amarillo pálido brillante, es un cepaje utilizado con éxito en cortes para espumantes, siendo exclusividad de algunas bodegas su elaboración pura como varietal.

Tradicional cepaje mendocino y base de los vinos blancos que se elaboraban hace tiempo en el Valle de Uco y la Zona Alta del Río Mendoza.
Las zonas de mayor altitud de Tupungato producían vinos Semillón de mayor calidad. Lamentablemente su sensibilidad a la podredumbre –Botrytis Synerea-, la facilidad de oxidación y un poco a la imagen que lo identificaba como vino popular, hizo que se abandonara su cultivo, contando en la actualidad con pocas hectáreas, unas 1.300.
Ya los viejos viñateros y bodegueros mendocinos conocían de sus exigencias en el trato diario en el terruño y de la deficiencia en acidez vinaria que producían sobre esta variedad las zonas más cálidas.
Actualmente, para muchos involucrados con la vitivinicultura tradicional argentina, es uno de los cepajes que se hace necesario rescatar por su excelente expresión de frescura y naturalidad frutal.

Merlot: el jovenzuelo de cuero
Vestido de colores rojos intensos, con algunos destellos violetas, ofrece, en su madurez, gran expresión aromática.
Cuando es típico de la variedad, ofrece aromas que recuerdan al caramelo, al cuero, la ciruela negra, las moras y en ocasiones a la menta.
Muchas veces es confundido con el Cabernet Sauvignon, sobre todo cuando es capaz de dar notas de pimiento verde. Más aún si ha sido elaborado con uvas que no han logrado su madurez plena.

Uva tinta típica de la zona de Saint Emilion, Francia, que en Argentina, a pesar de haberse difundido en pocas hectáreas, ha sabido seducir a la mayoría de la bodegas que, en general, exhiben con orgullo, como parte de su línea de productos más prestigiosos, algún Merlot.
Es un cepaje de maduración temprana, que se desarrolla con mayor calidad en zonas frías y de altura como en la del Valle de Uco.
Su mosto, o jugo de uva concentrado, es rico en enzimas oxidativas, por lo que es sensible a la oxidación.
El vino obtenido a base de esta variedad de uva es de rápida evolución, lo que habla de su dificultad para ser envejecido, aconsejándose, su consumo rápido una vez que gana el mercado.
Por esta razón, es una variedad ideal para crear vinos de corte, con una o más variedades: al ser de rápida evolución, se compensa con otras variedades de evolución tardía que, con el tiempo en botella, permitirán mantener la calidad a través de los meses o años antes de ser consumido.

Chenin: blanco, natural y sureño
Característico por un color amarillo pálido, algunas veces se adorna con sutiles reflejos semejantes al color del limón y otras buscando encontrar destellos verdosos casi imperceptibles.
Cuando se está ante la presencia de plantas equilibradas, es cuando aparece el verdadero carácter de este cepaje, que da lugar a la obtención de vinos caracterizados por una nota aromática que recuerda al durazno.
De fácil y suave entrada en la boca, es el típico vino blanco de verano, especial para ser acompañado con platos verdes o de colores silvestres.
El vino elaborado con esta variedad de uva suele ser pobre en enzimas oxidativas y algo deficiente en acidez cuando su implantación recala en zonas agrícolas cálidas.

No obstante, a unos 8 °C, resulta ser un agradable refresco para finalizar una larga jornada laboral. Aunque se lo relaciona mayormente con el consumo femenino, lo hombres que no lo conocen se pierden algo verdaderamente original.

En Argentina suele ser comercializado como varietal o integrando a cortes de vinos genéricos.
En la Región del Sur mendocino, compuesto por los departamentos de San Rafael, Alvear y Malargüe (éste último departamento sin viñedo alguno), constituye una importante base de los vinos blancos. Allí este cepaje parece haber encontrado las mejores condiciones ecológicas para lograr especial expresión varietal.
Es una variedad muy vigorosa, pudiendo llegar a ser muy productiva, por lo que los hacedores argentinos se concentran en encontrar su punto justo de productividad.

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