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Vino y swing en el Sofitel

Fuente: Clarín Blogs | A la Mesa | Luis Lahitte.
torrontes tukma“Quién te ha visto y quién te ve”. Me refiero al hotel Sofitel de la calle Arroyo. Pero no quiero se injusto: siempre fue un magnífico edificio; en 1925, Nicolás Mihanovich lo hizo construir, entre otras cosas para ver zarpar a los barcos de su flota desde el mirador ubicado en los últimos pisos. El ego hace cosas sorprendentes. Durante muchos años fue un edificio de inquilinato mal mantenido hasta que el grupo Accor hizo un Joint venture con la familia Bencich (actuales propietarios) y transformaron a la torre en un hotel Sofitel.

¿Por qué conozco estos detalles? Porque durante años viví al lado, medianera de por medio. Actualmente, el lobby del hotel es una calle techada que solía recorrer con mis amigos y el café Arroyo era una proveeduría. Me siento viejo…







Hace unos días volví al hotel, esta vez invitado por la bodega Tukma que presentó una curiosidad enológica: un Sauvignon Blanc hecho en Huacalera, Jujuy, a 2670 m a nivel del mar. Justamente, 2670 es el nombre del novel vino. Más extraño aún es que no tiene las características típicas de esta cepa; las notas de ají están muy marcadas, lo que a mi juicio hace que sus posibilidades de maridaje sean más eclécticas.
Olivier Falchi, el chef de Le Sud, preparó un menú acorde al vino, a saber: de entrada sirvió un filet de trucha sobre una especie de risotto de quinoa. Luego trajo un cilindro de llama confitada envuelta en masa philo y de postre una mousse de queso de cabra con crumble de berries y pochoclo de amaranto. Una mención aparte: si deciden ir a Le Sud pidan los platos del sudoeste de Francia, si los ven en la carta, cocina que Olivier domina a la perfección ya que ese es su terruño natal.

Les paso una miscelánea musical: ese fin de semana fui al living del Café Arroyo, unas de mis cuevas de lectura (nadie suele perturbarme allí). Sin embargo, dejé mi libro de lado y escuché a un cuarteto de cuerdas, Swing Tzigane, que casualmente se presentó en el café. El repertorio fue el típico del gran Django Reinhardt y no paré de sacudir la pierna hasta que terminaron. Sí, por el precio disfruté de un homenaje al Hot Club de Paris.

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