Fuente:
Fondo de Olla | José Luis Belluscio
Nuestro
especialista en vinos, conversó días atrás con Michel Rolland. Se leerá
que el autor de la entrevista reconoce los méritos del francés, aunque
aclara que respeta la posición de los colegas que no opinan lo mismo,
entre quienes se cuentan los editores de FDO. Pero estemos de acuerdo o
no, resulta interesante conocer lo que piensa el hombre que más ha hecho
por vender los vinos argentinos en el mundo. Si hurgamos entre los
puntos conflictivos en la industria vitivinícola, seguramente
encontraremos unos cuantos. Algunos son de forma, otros de fondo.
Algunos cuestionables y opinables, otros directamente insostenibles en
su concepción.
En particular, uno de ellos y cuestionable, sólo de forma, es la
filosofía de Michel Rolland, o para que se entienda, el estilo de los
vinos que produce en la Argentina y en las bodegas que asesora para que
los hagan acá y en otros lugares del mundo. Utilizo el término
conflictivo porque son vinos particulares, muy intensos, y con sistema
de vinificación diferente al tradicional. Conflictivo desde el
periodismo especializado o de gastronomía, ya que algunos critican sus
concentraciones, que son altas, es cierto y que otros emparentan a una
defraudación por no respetar los sabores de la tierra. Algunos de esos
periodistas son colegas a los que respeto. Como se ve, M.R. está
cuestionado. Tuve la oportunidad de conversar in extenso con él, en
ocasión de la “Minivinexpo” organizada por Clos de los Siete, donde
presentaron muchos vinos argentinos del grupo y franceses de los mismos
propietarios. Más allá de las polémicas, les dejamos los conceptos de
Michel Rolland, para que cada uno saque sus propias conclusiones.
Con una capacidad de seducción imposible de soslayar, atento a todo
lo que pasaba a su alrededor, tuvo tiempo y ganas de responder a cada
una de las preguntas que le planteara. Aunque en algunos casos frunció
el ceño (en señal de gusto amargo), en décimas de segundo dejó a un lado
la molestia y respondió con sinceridad. Cuando lo consulté sobre los
vinos que conoció al llegar por primera vez a nuestro país, recordó su
visita a Salta. A su juicio, hace 23 años los vinos salteños eran duros,
salvajes y oxidados, tanto tintos como blancos. Y agregó que eso no
ocurría sólo en esa provincia, sino también en Mendoza. Puso como
ejemplo a la Bodega López (Maipú), donde “no eran salvajes ni duros,
pero sí oxidados”. Lejos de cambiar sus peculiares productos (de ninguna
manera dicho peyorativamente), hoy esa bodega vende millones de litros,
como en aquella época. Toda la realidad del vino argentino por aquellos
años era así. Poca fruta (o nada), contenedores de madera grande usada
con mucho tiempo de crianza, y por ende muchos sabores terciarios. Pero
esa realidad pasada, hoy la sostiene y es una de las pocas estrellas,
por estilo, en el universo patrio. Bodega argentina que no cambió. Dice
M.R. que la Argentina no podía exportar, y también es cierto. Eran años
de contracción del consumo y de preocupación en la industria. Pero así y
todo, éramos de los mayores productores y bebedores del mundo. Pero
todo para adentro de nuestras fronteras.
A medida que la charla avanzaba, surgían temas varios, algunos de
ellos hasta de revisión. Así le comenté la desazón de Marcelo Pelleritti
(enólogo principal de Monteviejo), cuando en mi última visita a Clos de
los Siete, a principios de noviembre, comentó una
nota del periodista chileno Patricio Tapia.
El mal trago (allí fue el momento en que frunce el ceño), lo supera
desahogándose como un caballero. Me salía de la vaina por saber qué
pensaba M.R. sobre la
nota publicada en la Revista ElGourmet.com
hace un par de meses: “Pelea por su industria, ni más ni menos que eso,
y teme que los vinos argentinos ganen mercado en el extranjero”.
Merlot, variedad noble y elegante si las hay. Como propietario de un
Chateau en Pomerol, M.R. es especialista en ellos. Allí los Merlot son
distintos. Quizá no tan concentrados ni extraídos pero sí profundos,
elegantes, sofisticados. No podemos parecernos a ellos porque hay otro
suelo y otro clima. Y allí radica otra de sus afirmaciones, en el
sentido de que el Merlot argentino no es malo, sino que es distinto.
Inclusive el de Patagonia, al cual hay que trabajar y mucho para
elaborar un muy buen vino. El Special Blend de Bodega DFM (que él
“firma”) tiene en su corte una proporción de la variedad. En la
Patagonia y Mendoza, dice, se podrían conseguir muy buenos si el trabajo
en los viñedos fuera importante. Lástima que no sea de los cepajes
preferidos en nuestro país. El consumo solicita Malbec y Cabernet
Sauvignon, en ese orden. Y nadie duda de su calidad.
Los vinos blancos fueron otro de los temas tratados. La Argentina es
un país todavía incipiente en el tema. Que el consumo, por moda, sea
relativamente bajo (alrededor del 18% del total). Y quizá tengamos que
hacer conocer mucho más en el extranjero el Torrontés, única cepa
argentina en la que ganamos con su rareza, las notas distintas y más
potentes a muchísimas variedades de su mismo color.
Y en eso también Michel Rolland tiene sus cañones listos. Preparó un
Torrontés que trajo de Salta y que comercializa aquí y exporta. Cree que
es la cepa blanca del futuro para nuestro país.
En variedades tintas, por qué habría que elegir otra cepa que no sea
Malbec. Señala que “tenemos que seguir trabajando con ellas y hay mucho
por hacer”.
Por último, ante mi consulta acerca del alejamiento de Jay Miller de
The Wine Advocate, reconoció la inconstancia en su forma de evaluar los
vinos, amén de algunas controversias. Conoce a Neal Martin (su
reemplazante para la Argentina, Chile y España) desde hace muchos años. Y
afirma que es mucho más rígido y duro en sus apreciaciones que su
antecesor. A prepararnos, por lo menos, para deglutir sus resultados.
Como se verá tratamos muchos temas con un Michel Rolland bien
dispuesto y respuestas claras. Está consustanciado con la Argentina, no
sólo con asesoramientos (Clos de los Siete, Del Fin del Mundo) sino con
bodega propia y en sociedad (Rolland Collection, dentro del Clos) y
Yacochuya en Salta, respectivamente).
Es innegable que el esfuerzo de tantos años nos ayudó a generar una
marca país más importante, y a vender más. Después, algunos estaremos
más o menos de acuerdo con sus vinos. Y si nos gustan más o menos, lo
guardaremos para nuestra intimidad. Los gustos propios son eso, propios.
Podrá ser criticado por su estilo. Pero de lo que estoy seguro es que
habla por su esfuerzo y la calidad de sus vinos.
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