APRENDER ¿Cómo conservar una botella de vino cerrada? ¿Y cuándo ya se abrió la botella?

Un vaso de agua no se le niega a nadie… por Gaspar


La diferencia entre algo normal y algo extraordinario está en los detalles. Esa frase algunos la habrán escuchado de boca de sus abuelas, otros la habrán leído en alguna novela de Sherlock Holmes y otros, quizás, la estén leyendo por primera vez acá. Para seguir leyendo esta nota, es clave tener una opinión formada sobre el tema. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero no hay espacio para los indecisos.
En algunas conversaciones podemos escuchar frases tales como “los que fabrican la ropa de Etiqueta Negra son los mismos que los de Macowens”. Quien la formule seguramente no estará a favor de esta premisa. Y es que seguramente, desde lejos, los trajes parezcan similares. Pero está en los detalles esa respuesta al perpetuo desconfiado que busca precio.
Lo mismo puede pasar con marcas de tecnología. “Estás pagando el marketing”, solemos escuchar de los fieles compradores de Top House. Pero quienes solemos poner la mirada en lo sutil no podemos convivir con esa desatención.

La gastronomía está repleta de estos casos. En Buenos Aires, hay restaurantes de gamas similares que ofrecen servicios muy diferentes, pese a tener todos acceso a los mismos recursos. Sin embargo, éste suele ser el reino del detalle, donde el público en general está más atento y detecta lo que en otros casos dejaría pasar sin mayores inconvenientes.
Por eso la hipótesis que se plantea en estas líneas: hay que imponer en buenos aires que se sirva un vaso de agua a cada persona ni bien llegan al restaurant. Si bien puede parecer un tema menor, seguramente tendrá un público interesado en mejorar la experiencia de comer afuera. O, en todo caso, sacarle algo más a quien nos cobra $65 un plato de ravioles.
Lo que planteamos no es nada del otro mundo. A modo de bienvenida, que nos ofrezcan un vaso de agua sin que tengamos que pedirlo, como cuando uno invita a alguien a su casa, o incluso a los muchachos del service del aire acondicionado. Como para sentir que nos están atendiendo desde que llegamos y no que pedir algo es como inscribirse en Ingresos Brutos. No es mucho pedir.

La idea no viene de la nada. Así como la gastronomía en sí encierra un sinfín de detalles que hacen a la cuestión, a la hora de comparar esos detalles pesan. Y si la comparación no es entre dos restaurants sino entre dos ciudades o dos países, mucho más. Y es de ahí de donde viene esta propuesta.
Hay gente para la cual viajar es algo habitual. Pero estamos quienes recordamos cada viaje en avión como un suceso único en nuestra historia. Quienes viajamos poco necesitamos estirar al máximo la experiencia. Mientras caminamos por una ciudad, sacamos miles de fotos mentales y optimizamos nuestra memoria porque sabemos que pueden faltar años para que el dólar, los ahorros, las millas o los astros nos permitan volver a salir del país.
Así, cada restaurant al que vamos, aunque sea una pizzería de mala muerte, lo recordamos hasta con sus olores, podríamos dibujar el logo de las servilletas o hacer un identikit del mozo.
Cuando llegamos al restaurant Tom’s, por ejemplo, en Nueva York, casi nada es como en Seinfeld, la serie que usó su fachada para representar el lugar de encuentro de sus personajes. Sólo algunas fotos alusivas, el frente característico y nada más. Superada la desilusión, lo que no sabemos es que tenemos en el cerebro mucho espacio disponible para almacenar datos y recuerdos de todo lo que nos está por ocurrir, ya que no hay nada de la decoración que tengamos que retener.

En este caso, además del simpático acento italiano del maitre, hay algo que llama la atención del visitante porteño y sobre el que no se suele advertir: cuando llegamos, junto a los platos, cubiertos y servilletas, hay un vaso de agua. Y si no está servido, nos lo trae el mozo y lo sirve al tiempo que nos saluda.
Al principio uno puede pensar que se trata de una característica de ese lugar o de su segmento. Pero es un detalle que se puede observar en todo tipo de local en Manhattan, ya sea en refinados restaurants franceses o locales vanguardistas de cocina molecular, decoración minimalista y bebidas fluorescentes. Éstos últimos, vistos desde afuera, claro.

Sin dudas, Nueva York tiene muchas costumbres y servicios que podrían mejorar la calidad de vida de los habitantes de cualquier otra ciudad. Sin embargo, muchas de estas cosas requieren de una infraestructura que llevaría años aplicar, o responden a paradigmas culturales diferentes.
Pero hay otras que están al alcance de nuestras manos. Un vaso de agua al llegar a un restaurant no es algo que parezca costar mucho implementar. No hacen falta créditos de organismos internacionales, tediosos acuerdos parlamentarios o sesudos planes urbanísticos.
Con muy poco costo, los restaurantes porteños podrían implementar un servicio que los distinga y genere una buena predisposición por parte del cliente. Y además, confirmarían otra verdad que nuestras abuelas nos repetían: un vaso de agua no se le niega a nadie.

Gaspar Lloret
Periodista de oficio
y con alergia al estudio.
Su sueño es ser
Philip Marlowe.
@gasparkers

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