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¿Es Steve Jobs un producto exclusivamente americano?

Poco después de la muerte de Steve Jobs, Jordi Sevilla escribía en Twitter que un éxito como el suyo hubiera sido imposible en España porque en España está prohibido construir computadoras en un garaje y nadie le hubiera prestado el dinero que necesitó para su empresa. Ese mensaje lo retuiteó Hermann Terscht, lo que me hizo pensar que es una impresión compartida desde distintos ámbitos ideológicos. Yo mismo hice un retuit, y algunos de quienes me siguen en América Latina respondieron que tampoco en sus países un fenómeno como el de Steve Jobs hubiera sido posible.

En México lo habrían secuestrado, en Argentina le habrían sobornado y en Chile hubieran exportado su proyecto al extranjero, me dijeron, entre otras razones. En ningún lugar hubiera encontrado el apoyo de sus compañeros ni el respaldo de los inversores.

¿Por qué? ¿Por qué Steve Jobs sólo es posible en Estados Unidos? Un genio de esa magnitud es infrecuente incluso en Estados Unidos, pero es cierto que algunos semejantes y otros menos renombrados han triunfado en este país gracias a un entorno que estimula la creatividad y favorece el riesgo. "Este es todavía el país en el que se puede hacer historia sin tener dinero ni poseer una gran educación, únicamente gracias a una gran idea", ha comentado el periodista Chris Mathews como homenaje a la obra de Jobs.

Groucho Marx decía que en Estados Unidos uno podía comprar una manzana por un centavo, sacarle brillo y venderla por dos centavos, con los que comprar dos manzanas, sacarles brillo y así indefinidamente hasta que... muriera una tía-abuela de la que heredabas una fortuna. Bromas aparte, este ha sido siempre un país de oportunidades, y si todavía cruzan su frontera ilegalmente miles de personas cada día es porque se sigue creyendo que lo es. Las cosas han empeorado. No solo porque la crisis económica actual ha privado de recursos a todos, sino porque esta sociedad entera se ha aburguesado, fruto quizá de una lógica crisis de crecimiento. El columnista David Brooks advierte de que va a ser muy difícil encontrar nuevos Steve Jobs en el futuro y se queja de la lentitud de los progresos en algunos campos determinantes para la felicidad humana, como los de la medicina, el transporte o la energía.

Ciertamente, como dice Brooks, no hay colonias en Marte ni coches voladores ni órganos artificiales. Pero se ha avanzado en esos tres frentes y el sueño de conseguirlo algún día no ha desaparecido. Puede que los norteamericanos de hoy no lleguen al grado de ambición de sus antepasados ni compartan su espíritu de sacrificio. La innovación y la imaginación, en gran medida, son fruto de la necesidad, y muchas de las conquistas de Estados Unidos son la consecuencia del esfuerzo de personas obligadas a sobrevivir aquí en condiciones muy difíciles. Pero el éxito es también producto del optimismo y de la convicción. Steve Jobs, como Mark Zuckerberg, Larry Page o Sergey Brin, perseveraron en la idea en la que creían y la defendieron contra múitiples contratiempos. Google tardó algún tiempo en cuajar y Jobs sufrió altos y bajos en Apple antes de consolidar su posición y la marca.

Esa perseverancia y ese optimismo son los principales factores distintivos de esta nación. Hay otras razones que explican esa impresión detectada en Twitter de que Jobs no sería posible en España o América Latina. En nuestras sociedades con frecuencia priman los buenos contactos sobre la buenas ideas y, en muchas ocasiones, se premia más la ocurrencia brillante, aunque superflua, que la obra compleja y ambiciosa conseguida a través del esfuerzo. Pero peor que eso aún es el fatalismo que condena a algunos países a un eterno papel secundario.

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