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La región austral ofrece un lugar perfecto para la elaboración vinos blancos frescos y aromáticos. Tres recomendados. De la mano del boom del Torrontés, los blancos están comenzando a atraer la mirada del mercado. Un poco porque la dominancia de los tintos es tal, que cualquier distintivo en la vereda de enfrente logra destacarse; y otro poco, porque también los consumidores están cansados de una oferta malbequizada. Al menos, así razonan los principales referentes de la industria y también del trade. Por su ubicación austral, por sus fríos tempranos, por sus veranos moderados, Patagonia es un terruño perfecto para la elaboración de grande vinos blancos. Primero, porque su parque varietal y capacidad de producción son grandes: además de las muy buscadas Chardonnay y Sauvignon Blanc, que en la zona producen vinos expresivos y de carácter, la región dispone de buena cantidad de Semillón, Torrontés y en menor medida, Viognier y Riesling.
Segundo, porque las temperaturas en promedio son más frías que en el resto del país. De modo que los blancos patagónicos conservan una mejor acidez y consiguen mejor frescura que otros vinos del país.
A estos argumentos hay que sumarle el hecho de que, en la frontera austral, hacia el Bolsón y más al sur aún, quedan muchos terruños por explorar, zonas en las que las variedades blancas tienen las de ganar.
Buenos ejemplos de vinos ricos y vibrantes, aromáticos y con buena expresión, son:
Saurus Chardonnay 2009: por lejos, uno de los mejores varietales que hay en el mercado en su precio, ya que consigue ser refrescante y mineral al mismo tiempo, con una nota rara de madera. Es el varietal perfecto para beber con una picadita de quesos o con buen sushi.
Picada 15 blend blanco 2010: 55% de Chardonnay, 40% de Sauvignon Blanc, y 5% Pinot Noir, es el blanco batallador por excelencia en la Patagonia.
Humberto Canale Estate Sauvignon Blanc 2010: rico exponente patagónico, cítrico y vivaz, que se bebe idealmente frío, con unos mariscos. Fuente: La Mañana de Neuquén
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