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La inflación trae aparejadas distintas consecuencias que se traducen en aumento de precios, cambio de conducta por parte de los consumidores, especulaciones y pérdida de competitividad.
Patricio Reich
preich@bodegarenacer.com.ar
Hoy, uno de los temas más comentados es la inflación. Es difícil calcularla, el Indec entrega cifras poco convincentes y la única certeza que tenemos es que afecta nuestros bolsillos.
Para comenzar a desarrollar este tema, partamos de un ejemplo: Hace unas 3 semanas me llamó un proveedor para fijar una reunión. El tema era discutir los nuevos precios y su propuesta era un aumento del 48%. Inicialmente pensé que había entendido mal, pero luego di cuenta de que no era así. Claro, para mí la inflación existe, es real, pero no sabía que estábamos en torno a ese valor.
Cierta inflación es algo positivo, pues es un indicador de que la economía está en plena capacidad productiva y que la oferta no alcanza a abastecer la demanda. Por consiguiente, el único ajuste viable es vía precios. La pregunta que surge es cuánta inflación.
Por un lado, el pensamiento inicial de una bodega en un escenario inflacionario es subir los precios, pero no debemos olvidar que hay varias consecuencias: aumentar en $1 el vino en bodegas que tienen distribución tercerizada puede significar un aumento en la góndola cercano a $3. Además, existen barreras psicológicas: un producto en góndola con un precio de $49 tiene una concepción distinta al de uno de $51. El solo hecho de pasar la barrera de los $ 50 en góndola tiene consecuencias en la conducta de compra del consumidor y en la concepción de pasar a ser un producto Premium. Lógicamente, entramos a competir en una categoría de vinos distinta y a menos que sea una marca con mucha fuerza, el aumento de precios trae consigo una disminución en la demanda.
Los productores de uva también sufren un efecto psicológico muy grande: si el año pasado aumentaron en un 15% los precios con la excusa de la inflación, ¿por qué este año deberían vender con un aumento menor? Oferta y demanda parecen ser conceptos que no aplican al sentarse a charlar de precios.
Veamos el caso de los proveedores: algunos de ellos, adelantándose al tema de la inflación, venden sus productos a precio de reposición, es decir, a su expectativa futura de cuánto costará reponer o producir el producto en un tiempo. Esto genera mucha especulación en los precios e inflación innecesaria.
Es claro además, que a todos los proveedores no les afecta por igual la inflación.
Sin embargo, con la excusa de que hay inflación (que repito, nadie puede negar que existe), los proveedores consiguen ganancias adicionales que de otra forma no conseguirían, ya que aumentan los precios mas allá del aumento que sufre su estructura interna de costos.
El tipo de cambio no ha ayudado y experimenta un fuerte rezago con respecto a la inflación. Existe, además, inflación en dólares, ya que aún cuando el tipo de cambio no ha experimentado el mismo aumento que la inflación, los costos internos sufren un aumento que debe ser traspasado al cliente.
Pasemos al área comercial: imaginemos que un ejecutivo le muestra a su jefe un aumento en las ventas del 20% con respecto al año pasado. Sin dudas, el ejecutivo estará muy contento con su desempeño, ya que el ejecutivo vendió más. Sin embargo, en términos reales, la venta es la misma que el año anterior.
Por ultimo, los importadores entienden que en Argentina hay inflación, pero no aceptan aumentos, por lo que los precios están bastante estancados. En este caso, subir los precios implica también perder competitividad en el extranjero.
De todas formas, hay buenas noticias: gracias al boom que esta experimentando el Malbec en el exterior y al crecimiento anual que vive la industria, bodegas exportadoras han podido amortiguar el efecto inflacionario. Esperemos que este boom no sea algo temporal y que el Malbec sea una cepa que permanezca por un largo período de tiempo.
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Perfil
Patricio Reich es ingeniero comercial y posee un Máster en Finanzas. Actualmente, es el director de Ventas y Marketing de la bodega Renacer.
Patricio Reich
preich@bodegarenacer.com.ar
Hoy, uno de los temas más comentados es la inflación. Es difícil calcularla, el Indec entrega cifras poco convincentes y la única certeza que tenemos es que afecta nuestros bolsillos.
Para comenzar a desarrollar este tema, partamos de un ejemplo: Hace unas 3 semanas me llamó un proveedor para fijar una reunión. El tema era discutir los nuevos precios y su propuesta era un aumento del 48%. Inicialmente pensé que había entendido mal, pero luego di cuenta de que no era así. Claro, para mí la inflación existe, es real, pero no sabía que estábamos en torno a ese valor.
Cierta inflación es algo positivo, pues es un indicador de que la economía está en plena capacidad productiva y que la oferta no alcanza a abastecer la demanda. Por consiguiente, el único ajuste viable es vía precios. La pregunta que surge es cuánta inflación.
Por un lado, el pensamiento inicial de una bodega en un escenario inflacionario es subir los precios, pero no debemos olvidar que hay varias consecuencias: aumentar en $1 el vino en bodegas que tienen distribución tercerizada puede significar un aumento en la góndola cercano a $3. Además, existen barreras psicológicas: un producto en góndola con un precio de $49 tiene una concepción distinta al de uno de $51. El solo hecho de pasar la barrera de los $ 50 en góndola tiene consecuencias en la conducta de compra del consumidor y en la concepción de pasar a ser un producto Premium. Lógicamente, entramos a competir en una categoría de vinos distinta y a menos que sea una marca con mucha fuerza, el aumento de precios trae consigo una disminución en la demanda.
Los productores de uva también sufren un efecto psicológico muy grande: si el año pasado aumentaron en un 15% los precios con la excusa de la inflación, ¿por qué este año deberían vender con un aumento menor? Oferta y demanda parecen ser conceptos que no aplican al sentarse a charlar de precios.
Veamos el caso de los proveedores: algunos de ellos, adelantándose al tema de la inflación, venden sus productos a precio de reposición, es decir, a su expectativa futura de cuánto costará reponer o producir el producto en un tiempo. Esto genera mucha especulación en los precios e inflación innecesaria.
Es claro además, que a todos los proveedores no les afecta por igual la inflación.
Sin embargo, con la excusa de que hay inflación (que repito, nadie puede negar que existe), los proveedores consiguen ganancias adicionales que de otra forma no conseguirían, ya que aumentan los precios mas allá del aumento que sufre su estructura interna de costos.
El tipo de cambio no ha ayudado y experimenta un fuerte rezago con respecto a la inflación. Existe, además, inflación en dólares, ya que aún cuando el tipo de cambio no ha experimentado el mismo aumento que la inflación, los costos internos sufren un aumento que debe ser traspasado al cliente.
Pasemos al área comercial: imaginemos que un ejecutivo le muestra a su jefe un aumento en las ventas del 20% con respecto al año pasado. Sin dudas, el ejecutivo estará muy contento con su desempeño, ya que el ejecutivo vendió más. Sin embargo, en términos reales, la venta es la misma que el año anterior.
Por ultimo, los importadores entienden que en Argentina hay inflación, pero no aceptan aumentos, por lo que los precios están bastante estancados. En este caso, subir los precios implica también perder competitividad en el extranjero.
De todas formas, hay buenas noticias: gracias al boom que esta experimentando el Malbec en el exterior y al crecimiento anual que vive la industria, bodegas exportadoras han podido amortiguar el efecto inflacionario. Esperemos que este boom no sea algo temporal y que el Malbec sea una cepa que permanezca por un largo período de tiempo.
Patricio Reich es ingeniero comercial y posee un Máster en Finanzas. Actualmente, es el director de Ventas y Marketing de la bodega Renacer.
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