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Si querés saber de vinos, tenés que visitar las ferias. Son el principal lugar para aprender: en las ferias se prueban muchas etiquetas en poco tiempo y se pueden hacer recortes que en la góndola resultan prohibitivos. ¿Qué tipos de feria hay y qué tienen de especial cada una?
El camino para llegar a ser un conocedor de vinos es largo. Y como todo aprendizaje en la vida, se trata de hacer experiencia, con la única salvedad de que la experiencia en este caso necesariamente reclama muchas botellas probadas y eso lleva tiempo. Mucho tiempo.
Pero en este peregrinar hacia el conocimiento hay atajos. Entre los más efectivos, las ferias de vinos son algo así como aceleradores que llegan cada año para hacer un up grade. En una feria de vinos que se precie, un consumidor con tiempo y ganas puede probar unas 40 etiquetas y hacerse una idea de qué va la cosa en algunos segmentos de precios, en determinadas regiones o algunos estilos. Ese conocimiento, sumado a la presencia de los hacedores, es el más valioso que aporta una feria.
Pero hay ferias y ferias. Están las que son de escala humana y las inabarcables. En este último grupo está Vinexpo, en Bordeaux, Francia. No alcanza una semana para recorrerla –son unos 2500 expositores- y hay que tener un itinerario bien armado para poder sacarle el jugo. Una visita requiere método: saber qué productores probar, tener a mano un fixture con las charlas a las que conviene asistir, y saber que, con un poco de maña y paciencia, se puede asistir a catas bíblicas, como los Grand Crus de Bordeaux, también catas en primeur.
Como Vinexpo, están la London Wine & Spirit Fair y Vinitaly. Y a nivel local –salvando las distancias, hay que decirlo- Vinos y Bodegas, que en el predio ferial de la Rural nuclea la mayor cantidad de bodegas argentinas, aunque tiene aún escala humana: un día basta para recorrerla; dos, para conocerla en profundidad.
Las ferias temáticas
En la vereda de enfrente están las ferias cortas, la más de las veces temáticas. Ferias de vino dedicadas a, por ejemplo, Pinot Noir, vinos caros, o una región productora. El recorte temático las hace más acotadas, y de ahí que resulten más accesibles para el público. Ejemplos de estas nuevas ferias a nivel local son Vinos de Lujo, El Salón de Vino de Altura que nuclea a las bodegas de Salta, también el de la Patagonia, y Sparkling Nights.
Cada una tiene su especificidad y, más que las grandes ferias, sirven al consumidor en su camino de formación. A continuación, de qué va cada una de ellas.
Vinos de Lujo. Nació como una respuesta a un fenómeno que comenzaba a verse en Argentina a principios de la década. Por un lado, había nuevos consumidores con ganas de ascender en su formación –y de probar mejores y más caros vinos- y por otro una industria que se lanzaba de lleno a la elaboración de productos Premium y de Alta Gama. Vinos que, en una feria grande, se pierden. Se realiza una vez al año, en el Hotel Alvear, y a la fecha está organizada por la revista El Conocedor. La última edición, que terminó la primera semana de noviembre, había vinos desde 50 pesos hasta 500, con las principales bodegas productoras del país.
El Salón Vino de Altura, una curiosidad que gana espacio y concurrencia todos los años. Originalmente pensada para la capital de la provincia norteña, hoy es un salón itinerante que ya lleva dos exposiciones en Buenos Aires. La gracia es que, con la marcada identidad del terruño Salteño, esta feria es clave para entender qué se produce y cómo en los valles Calchaquíes: por ejemplo, para probar Torrontés, o para ver cómo se lleva a cabo la revolución de los vinos tintos en la provincia. La organiza Consultora Stg, se realiza en el Marriot y en la última edición convocó a 18 bodegas.
Sparkling Nights es la más joven de las ferias temáticas. Organizada por Revista JOY, está íntegramente dedicada a los espumantes y nació como el reflejo de una doble situación de mercado: por un lado, bodegas que tienen cada vez más espumantes; por otro, como una feria muy oportunamente estacional, ya que tiene lugar en el mes de noviembre en el Hotel Panamericano Buenos Aires. En ningún otro lugar del país se pueden probar 130 etiquetas de espumantes, de 35 bodegas a un mes de las fiestas de fin de año. Con un plus, que tiene que ver con el público que convoca JOY: nuevos consumidores con ganas de conocer, jóvenes curiosos y futuros bebedores de vino. En la última edición, cerró el 13 de noviembre, se pudieron degustar burbujas desde los 25 hasta los 265 pesos, el techo de los espumantes nacionales.
Joaquín Hidalgo
Va a cumplirse una década de desde que Joaquín vive, bebe y come de lo escribe y dice en diversos medios de comunicación sobre vinos y gastronomía. Lo podés leer en Revista y Planeta JOY, la Mañana de Neuquén y escuchar en Rock & Pop (La Hora Señalada, sábados de 16 a18 hs.).
En materia de vinos hizo un camino ilógico: fue de enólogo a consumidor y de consumidor a periodista. En sus ratos libres hace lo que cualquier mortal: lee, dibuja, escucha música a lo pavote y pasea.
En ese orden, o como te guste. Si querés, podés linkear a https://www.blogger.com
El camino para llegar a ser un conocedor de vinos es largo. Y como todo aprendizaje en la vida, se trata de hacer experiencia, con la única salvedad de que la experiencia en este caso necesariamente reclama muchas botellas probadas y eso lleva tiempo. Mucho tiempo.
Pero en este peregrinar hacia el conocimiento hay atajos. Entre los más efectivos, las ferias de vinos son algo así como aceleradores que llegan cada año para hacer un up grade. En una feria de vinos que se precie, un consumidor con tiempo y ganas puede probar unas 40 etiquetas y hacerse una idea de qué va la cosa en algunos segmentos de precios, en determinadas regiones o algunos estilos. Ese conocimiento, sumado a la presencia de los hacedores, es el más valioso que aporta una feria.
Pero hay ferias y ferias. Están las que son de escala humana y las inabarcables. En este último grupo está Vinexpo, en Bordeaux, Francia. No alcanza una semana para recorrerla –son unos 2500 expositores- y hay que tener un itinerario bien armado para poder sacarle el jugo. Una visita requiere método: saber qué productores probar, tener a mano un fixture con las charlas a las que conviene asistir, y saber que, con un poco de maña y paciencia, se puede asistir a catas bíblicas, como los Grand Crus de Bordeaux, también catas en primeur.
Como Vinexpo, están la London Wine & Spirit Fair y Vinitaly. Y a nivel local –salvando las distancias, hay que decirlo- Vinos y Bodegas, que en el predio ferial de la Rural nuclea la mayor cantidad de bodegas argentinas, aunque tiene aún escala humana: un día basta para recorrerla; dos, para conocerla en profundidad.
Las ferias temáticas
En la vereda de enfrente están las ferias cortas, la más de las veces temáticas. Ferias de vino dedicadas a, por ejemplo, Pinot Noir, vinos caros, o una región productora. El recorte temático las hace más acotadas, y de ahí que resulten más accesibles para el público. Ejemplos de estas nuevas ferias a nivel local son Vinos de Lujo, El Salón de Vino de Altura que nuclea a las bodegas de Salta, también el de la Patagonia, y Sparkling Nights.
Cada una tiene su especificidad y, más que las grandes ferias, sirven al consumidor en su camino de formación. A continuación, de qué va cada una de ellas.
Vinos de Lujo. Nació como una respuesta a un fenómeno que comenzaba a verse en Argentina a principios de la década. Por un lado, había nuevos consumidores con ganas de ascender en su formación –y de probar mejores y más caros vinos- y por otro una industria que se lanzaba de lleno a la elaboración de productos Premium y de Alta Gama. Vinos que, en una feria grande, se pierden. Se realiza una vez al año, en el Hotel Alvear, y a la fecha está organizada por la revista El Conocedor. La última edición, que terminó la primera semana de noviembre, había vinos desde 50 pesos hasta 500, con las principales bodegas productoras del país.
El Salón Vino de Altura, una curiosidad que gana espacio y concurrencia todos los años. Originalmente pensada para la capital de la provincia norteña, hoy es un salón itinerante que ya lleva dos exposiciones en Buenos Aires. La gracia es que, con la marcada identidad del terruño Salteño, esta feria es clave para entender qué se produce y cómo en los valles Calchaquíes: por ejemplo, para probar Torrontés, o para ver cómo se lleva a cabo la revolución de los vinos tintos en la provincia. La organiza Consultora Stg, se realiza en el Marriot y en la última edición convocó a 18 bodegas.
Sparkling Nights es la más joven de las ferias temáticas. Organizada por Revista JOY, está íntegramente dedicada a los espumantes y nació como el reflejo de una doble situación de mercado: por un lado, bodegas que tienen cada vez más espumantes; por otro, como una feria muy oportunamente estacional, ya que tiene lugar en el mes de noviembre en el Hotel Panamericano Buenos Aires. En ningún otro lugar del país se pueden probar 130 etiquetas de espumantes, de 35 bodegas a un mes de las fiestas de fin de año. Con un plus, que tiene que ver con el público que convoca JOY: nuevos consumidores con ganas de conocer, jóvenes curiosos y futuros bebedores de vino. En la última edición, cerró el 13 de noviembre, se pudieron degustar burbujas desde los 25 hasta los 265 pesos, el techo de los espumantes nacionales.
Joaquín Hidalgo
Va a cumplirse una década de desde que Joaquín vive, bebe y come de lo escribe y dice en diversos medios de comunicación sobre vinos y gastronomía. Lo podés leer en Revista y Planeta JOY, la Mañana de Neuquén y escuchar en Rock & Pop (La Hora Señalada, sábados de 16 a18 hs.).
En materia de vinos hizo un camino ilógico: fue de enólogo a consumidor y de consumidor a periodista. En sus ratos libres hace lo que cualquier mortal: lee, dibuja, escucha música a lo pavote y pasea.
En ese orden, o como te guste. Si querés, podés linkear a https://www.blogger.com
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