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La vida del vino blanco

 Como todo lo bueno, el vino blanco tiene varias etapas a lo largo de su vida que lo hacen cambiar, modifican sus características y lo conducen hasta su inevitable final.

La frescura con la que nace no es la misma con la que da por terminados sus días.

ETAPAS DEL VINO

Etapas del vino blanco promedio. Existen vinos blancos que por sus características pueden durar muchos más años.

Un vino blanco tiene tres etapas que se han de conocer y saber qué se puede esperar de cada una de ellas.

La primera es la Génesis o Crecimiento (1-2 años), el momento en que el proceso de fermentación ha terminado y se embotella para su comercialización. Su color es amarillo pálido, practicamente transparente y su sabor intenso, ácido y con muchos matices. Los aromas frutales se aprecian con fuerza y determinan la frescura del conjunto.

En esta etapa, todavía no se ha conseguido que todos los elementos presentes en su composición hayan madurado correctamente, y el vino no es capaz de mostrarlos de manera adecuada y satisfactoria.

Durante la segunda fase, o Plenitud (3-7 años), cuando el vino blanco ya atesora todos los componentes correctamente asentados en su interior, presenta otro color, un color amarillo, pajizo o dorado, dependiendo de diversos factores como el tipo de uva y otros referentes a la composición del vino. Los aromas ya están integrados y se sitúan en segundo plano, complementando al sabor, con notas a fruta madura, pasificada o confitada.

Por último, en la fase de Decrepitud o Caída (10 años o más), el color se torna muy dorado, oro viejo o incluso piel de cebolla, y comienzan a desaparecer las principales cualidades gustativas del vino. Pierde su acidez natural, el vino se vuelve plano y los aromas se desvanecen, haciéndose inclasificables (humo, tostados, plásticos, gasoil). El sabor se empobrece y pierde personalidad y cuerpo.

La correcta conservación de las botellas de vino blanco pueden retrasar o acelerar este momento. Ciertos vinos blancos, de zonas más frías, envejecen muy bien, mejoran de manera óptima a partir del segundo año, e incluso pueden superar con creces la cota de los 10 años.

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