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El vino tiene una rica historia. Es la bebida de la que más se ha escrito y la más utilizada para eventos y celebraciones en el mundo. Si el vino no hubiera dado la vuelta al mundo, la civilización no sería como es en la actualidad.
El vino de nuestros días es hecho y bebido en todo el mundo, desde los valles de Sudáfrica y Australia, hasta las colinas de Italia y España. Pero hace muy poco que se convirtió en una bebida para todos. De hecho, muchas personas creen todavía que el vino es algo exclusivo.
Como ninguna otra bebida, el vino indicaba en la antigüedad el estatus de quiénes lo bebían. Su imagen elitista forma parte de su historia.
Sin embargo, es un gran error de nuestro tiempo creer que el vino es algo serio. Históricamente las gentes bebían para evadirse y para pasar el rato, de hecho se gastaban más dinero en él que ahora.
¿Pero cómo el zumo fermentado de la uva se convirtió en la bebida más apreciada del mundo?
Se cree que el hombre antiguo descubrió el vino hace 8000 años por simple casualidad. Nada más descubrirlo su consumo fue en aumento.
Para el hombre antiguo los efectos del vino tenían un significado espiritual. Algunos historiadores opinan que el vino era considerado un camino hacia Dios, porque les hacía evadirse, les daba alegría para vivir.
El vino fue importante para las antiguas civilizaciones que se extendían desde el fértil cinturón del Nilo hasta la antigua Persia y el Oriente Medio, contribuyendo al desarrollo de las mismas. Podemos afirmar que donde iba la civilización el vino le acompañaba y donde iba el vino le acompañaba la civilización.
Varias investigaciones llevadas a cabo por equipos de arqueología de diferentes Universidades han datado restos de vino encontrados en ánforas antiguas en distintas localizaciones (Irán, Armenia e Israel) con entre 8000-9000 años años de antigüedad. Son las ánforas que contuvieron el vino más antiguas del mundo conocido hasta la fecha.
Las jarras halladas en estas localizaciones arqueológicas, eran la prueba de la industria artesanal del Neolítico. Es decir, hace más de 8000 años que el hombre hace y bebe vino.
Ninguna otra bebida del mundo tiene esta historia. La cultura del vino surgió en los albores de la sociedad humana y se fue imponiendo siglo tras siglo, milenio tras milenio, a través del periodo egipcio y romano hasta llegar a nuestros días.
La mayor parte de nuestros conocimientos del mundo antiguo provienen de los egipcios. En sus textos hay pruebas de la producción y consumo de vino a gran escala. En Egipto el vino fue considerado como una bebida de la élite: La bebida de los Faraones y de los Reyes.
En aquel tiempo era un producto muy exclusivo, cinco veces más caro que la cerveza del tiempo egipcio. El pueblo bebía cerveza.
Sólo los reyes, sacerdotes, gente de poder y altos funcionarios, poseían viñedos. Y eran ellos quiénes podían, probablemente, beber vino diariamente y en las celebraciones, banquetes y similares. También utilizaban el vino en sus ofrendas funerarias.
Así y todo, aquel vino no era como el que tomamos hoy. Seguramente sería denso, tendría textura al no estar bien filtrado y presentaría elevada acidez. A pesar de las evidencias de que el vino egipcio existió se parecía poco a los vinos actuales. Nuestra era del vino comienza realmente en la roma antigua.
Los romanos fueron los primeros que produjeron vino comercialmente. Tenían un inmenso ejército al que debían dar algo que beber. Y bebían vino porque en aquellos días el vino era más saludable que el agua, que no era potable y transmitía enfermedades, y ellos lo sabían.
Los romanos eran los más avanzados tecnológicamente, les gustaban saber cómo funcionaban las cosas y no era precisamente una civilización que sólo utilizaban lo que hacían ellos, eran muy abiertos cuando encontraban algo mejor a lo suyo lo adoptaban inmediatamente.
Los romanos aprendieron a cultivar la vid de los griegos, del sur de Italia y de los etruscos del norte. Desarrollaron unas técnicas muy elaboradas para cultivar vides que se siguen utilizando en la actualidad. Anotaban los rendimientos de sus viñedos, cultivaban varios tipos de uvas, realizaban pruebas de mezclas de vinos y plantaban en diferentes sitios, como valles y montañas, para comprobar la calidad. También maduraban el vino tanto en diferentes tipos de depósitos cómo en pequeñas vasijas.
En la sociedad romana, el vino era una bebida corriente pero cara, seguía estando reservada a ricos y poderosos. Sin embargo, a diferencia de los egipcios, el vino no estaba destinado a una determinada clase social, quién pudiese pagarlo tenía acceso a él. Los romanos también crearon diferentes calidades y precios para los vino, destinando los vinos más baratos y de peor calidad para el pueblo.
Los romanos empezaron a hacer lo que hoy calificaríamos de grandes vinos. Para los romanos los vinos de mayor calidad eran los blancos dulces, eran los vinos de los emperadores. El vino tinto era más corriente, aunque los más valorados eran los tintos fuertes, eran considerados de mayor calidad.
Una peculiaridad muy extendida en la época era la adulteración del vino. Añadían cualquier cosa al vino para mejorar su sabor. Desde miel y especias, hasta polvo de mármol y piedra caliza. Algo que los romanos añadían y que hoy no sería admisible era plomo. Lo utilizaban para endulzar el vino y como conservante. Durante 2000 años se usó plomo en el vino, tanto de manera indirecta, al guardarlo en vasijas hechas con este material, como por añadirlo directamente al vino. Por su puesto, mucha gente moría y, aunque hoy sabemos que el plomo es altamente venenoso, en aquella época no se asociaban las muertes a este metal.
El vino romano se extendió por todo el imperio hasta la lejana Britania. La manera más sencilla de transportarlo era por río y por mar. Crearon puertos en Francia como Burdeos, y asentamientos con viñedos en los valles de ríos tales como el Ródano y el Mosela.
Los griegos habían introducido el vino en Francia pero fueron los romanos quiénes lo cultivaron, perfeccionaron y, posteriormente, cuando se retiraron en el Siglo V dejaron sentadas las bases de los más famosos viñedos de Europa. Llegó entonces el momento de una nueva generación de productores que en los Monasterios de Europa producirían alguno de los mejores vinos que el mundo había conocido.
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