APRENDER ¿Cómo conservar una botella de vino cerrada? ¿Y cuándo ya se abrió la botella?

Otra vez el dólar como problema


Fuente: Diario Los Andes.
dolarNuevamente los problemas relacionados con el dólar se ubican en el centro de la escena económica, aunque las dificultades comenzaron años atrás. Más concretamente, en 2007, cuando la aceleración de la inflación (que coincidió con el falseamiento sistemático de los índices de precios) generó que la evolución del tipo de cambio estuviera muy por detrás de la evolución de los precios reales.

Para poner los hechos en números, desde diciembre de 2006 los precios han aumentado en el orden del 190%, en tanto el tipo de cambio no alcanzó el 50%. La consecuencia lógica es que los costos de producción, los precios de los bienes y servicios en general, medidos en dólares, han subido notoriamente.
Hay inflación en dólares como hay inflación en pesos y ambos, mes a mes, pierden poder adquisitivo. Un efecto directo de esta situación es la pérdida de competitividad de los sectores exportadores, que operan en mercados altamente competitivos y cuyos precios internacionales son estables. Esto ocurre con el vino, las frutas y las hortalizas de nuestra provincia. En las exportaciones de vinos, aumentan las de granel y disminuyen las de embotellados, es decir cada día exportamos menos valor agregado.

La evolución del tipo de cambio muy por detrás de los precios ha demolido uno de los pilares del “modelo”: el tipo de cambio alto, que implica protección a la producción interna, la sustitución de importaciones y estímulo para las exportaciones. El atraso del tipo de cambio, “dólar barato”, explica el notable incremento de las importaciones de 2010 y 2011, muy superior al de las exportaciones. El efecto lógico es la reducción del superávit comercial externo y, por lo tanto, de la fuente de aumentos de las reservas del Banco Central y de la abundancia de dólares que satisfacían holgadamente la demanda privada.
Frente a esta realidad el gobierno optó por mayor intervención del Estado en los mercados hasta eliminar algunos de ellos. El secretario de Comercio impulsó medidas formales e informales para reducir las importaciones y recuperar superávit, tales como licencias no automáticas, compensación de importaciones con exportaciones por la misma empresa, cupos y prohibiciones. Si bien estas medidas produjeron una disminución de las compras en el exterior, trajeron represalias de los países que nos venden y un efecto negativo sobre las exportaciones.

Debe mencionarse que el atraso cambiario produce efectos negativos sobre una actividad que es generadora de divisas para el país: el turismo internacional que nos visita. El “dólar barato” desalienta la llegada de turistas extranjeros porque la Argentina está cara en dólares, perjudicando con ello los servicios de hotelería, restaurantes y venta de productos a turistas. A su vez, el “dólar barato” estimula el turismo de argentinos en el exterior, como se viene observando en los últimos años. Otra vez, resultado negativo para la acumulación de dólares.

Frente a una realidad que sólo se modifica siguiendo las señales del mercado, el gobierno hace lo contrario e impone uno de los más severos controles de cambio. Comenzó estableciendo que sólo se venderían dólares en bancos y casas de cambio, por los montos previamente autorizados por la AFIP, debiendo a tal efecto cumplir una serie de requisitos previos. Este control produjo al principio una reducción de la demanda de dólares, pero insuficiente para las metas que persigue el gobierno. En consecuencia en los últimos días prácticamente prohibió la compra en razón de que sólo una ínfima cantidad de pedidos es autorizada por la AFIP.

Obviamente, entonces, se produjo lo que cualquier manual de economía explica: si la demanda se mantiene o aumenta y la oferta disminuye drásticamente, el precio sube. Esto es lo que pasa con el tipo de cambio en el mercado no oficial. Frente a ello el gobierno reacciona con más controles policiales, más amenazas, más prohibiciones. La vieja historia de siempre renace. Ante este nuevo acto de conculcación de los derechos individuales, deberíamos recordar algo elemental: los dólares no son del Estado, al menos en los países democráticos.

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