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La historia a través de los sabores: 7 panaderías centenarias de Buenos Aires

Desde la panadería de la hermana de Sarmiento -a la cual iba Julio Cortazar por sus ensaimadas- hasta las que ofrecen las mismas recetas de las pastelerías española e italiana que cuando abrieron, allá a principios del 1900.

El olor a pan caliente, las medialunas recién horneadas, los postres clásicos como el Imperial ruso y el Balcarce, la torta de ricota, la pasta frola y las infaltables masas finas. No nos olvidemos de los famosos sándwiches de miga y los locatelli. Las panaderías y confiterías de barrio son fieles guardianas de las tradiciones porteñas. Algunas ya cumplieron más de cien años y se mantienen intactas al paso del tiempo. Misma ubicación, recetas clásicas con fórmulas imbatibles y hornos centenarios que jamás apagaron sus llamas. La mayoría son emprendimientos familiares que al igual que sus recetas pasaron de generación tras generación.
Recorrimos la ciudad de Buenos Aires y alrededores en busca de estos dulces y salados tesoros que conquistan paladares desde hace décadas. 
La más antigua de Buenos Aires famosa por sus medialunas y ensaimadas 
Flores Porteñas es la confitería más antigua de Buenos Aires. El dueño tenía tres hijas, por eso, el logo son tres niñas y el nombre fue puesto en su honor. Abrió sus puertas en el año 1885, es decir tiene más de ciento treinta años. Una dato curioso es que una de las dueñas fue nada más ni nada menos que Josefina Sarmiento, la hermana del ex presidente Domingo Faustino. Según dicen, el escritor Julio Cortázar era fanático de sus ensaimadas y en más de una oportunidad visitó el local para disfrutar de este dulce junto a un café. Sus medialunas también son muy famosas. Se preparan de manera artesanal todos los días en sus hornos de ladrillo refractario de antaño. Un dato: el pan dulce se puede conseguir los 365 del año. 
Flores Porteñas- Av. Rivadavia 3129- Once. 
Confitería La Vicente López un clásico desde 1905
El español Don Ramón Vidal abrió las puertas de su panadería en el año 1905. La llamó “La Vicente López” en honor a la zona donde se instaló. Desde entonces el olor a pan caliente permanece intacto. Por aquellos años, el panadero se encargaba de repartir sus productos con un carro tirado por una yegua llamada La Mora. El panadero pasaba sobre las calles de tierra dos veces al día: a la mañana, con el pan bien fresco, y a media tarde para la hora de los mates y las facturas. 
La tradición la continúo durante años el hijo de Vidal hasta que, en el año 1955, le pasó el mando a otro español, al maestro panadero Baldomero Pombo. Junto a su esposa, Concepción y sus hijos, Celia y José, continuaron elaborando las mismas recetas de siempre. Hoy sus nietos tomaron la posta y la confitería es un clásico que traspasa generaciones. “Muchas veces vienen los nietos de nuestros clientes y se emocionan al recordar su infancia”, dice Norberto Pombo, quien está al frente de la Confitería. 
La mayoría de sus clientes son del barrio y muy fieles. Sus medialunas son muy afamadas y también sus pebetes. Dentro de los dulces una de las tortas más pedidas es “La Vicente Lopez” un bizcochuelo de vainilla con dulce de leche, nueces, crema, merengue, marrón glacé, duraznos y ananá y una cobertura de coco o chocolate rallado. Una mención aparte merecen sus sándwiches de miga. Hay triples para todos los gustos, imperdible el de jamón crudo (de origen español) y queso. No se queda atrás el atún y queso.  
Confitería La Vicente López-  Av. Maipú 707- Vicente López. 
 
La Exposición desde 1906 conquistando a Recoleta con sus dulces
En esa esquina (Libertad y Juncal) en pleno Recoleta siempre hubo una panadería. Al principio, funcionaba más como despacho de pan hasta que en el año 1906 llegó La Exposición una de las confiterías más emblemáticas y tradicionales de la Ciudad de Buenos Aires. En sus paredes se pueden ver algunas fotos en blanco y negro de otra época y todavía conserva su estilo clásico bien porteño. 
Los sándwiches de miga, como los de jamón  queso, o atún y queso, tienen fama en todo el barrio. Por el lado de los dulces, la torta de frutilla con crema pastelera está en el podio. Además de la rosca o trenza de almendras. “La confitería es parte de un símbolo del barrio. Muchos clientes me dicen: venía siempre cuando era chico y piden lo mismo que les compraban sus abuelas o madres”, explica Martín Carbajo, quien está a cargo del negocio familiar.  El secreto de sus productos según cuentan es “mantener las recetas de antaño”.
La Exposición- Libertad 1299- Recoleta.
Las Victorias, con tradición española 
La panadería Las Victorias se mantiene intacta sobre la calle Talcahuano desde el año 1909, a tan solo unos metros de la emblemática pizzería El Cuartito. Sus fundadores fueron unos españoles que llegaron al país desde La Coruña, por eso, todavía se preparan las rosquistas españolas o las florentinas, unas galletitas con frutos secos, almendras, nueces y bañadas en chocolate. Dentro de las tortas clásicas: sale mucho la de ricota y también la pasta frola. Un impedible: los alfajores de maicena. Todo casero y preparado con las recetas de siempre. 
Las Victorias-Talcahuano 921- Retiro.
El Progreso y sus famosas milhojas desde 1919
Juan Bautista Brignole llegó a Buenos Aires desde Italia y trajo bajo el brazo su oficio de pastelero. En 1909 empezó a trabajar en la confitería "Del Molino" hasta que el 12 de julio de 1919 decidió independizarse y abrir su propia pastelería: “El Progreso” en plena Av. Santa Fe, en Recoleta. 
Hoy, sus recetas se mantienen intactas y son sus nietos y bisnietos quienes se encargan de custodiar la calidad y mantener encendidas las llamas de su horno centenerio. Según cuenta Héctor Brignole, uno de sus nietos, el horno jamás cesó su actividad durante estos cien últimos años. Juan Bautista se encargaba de preparar todos sus productos de pastelería, bombones, dulces y helados de manera artesanal. Con su “Pannettone", en 1923, fue premiado con diploma y medalla de oro en la Exposición Internacional de Roma. 
Entrar a la confitería es como un viaje en el tiempo: las manijas de la puerta principal son las mismas desde su apertura, al igual que uno de los ventiladores que cuelga en el techo. Como decoración hay una balanza, un horno eléctrico y la máquina registradora con más de ochenta años. La gran estrella de la casa por supuesto que es el horno de ladrillos refractarios de donde salen todas sus confituras. La masa de hojaldre que preparan para sus famosas milhojas es deliciosa. Los cuadraditos de milhojas con dulce de leche con diferentes coberturas, como chocolate hasta azúcar impalpable, son ideales para acompañar el café. En invierno también tienen una versión rellena de crema pastelera. Los merengues con tamaño XL traen mucho dulce de leche y también son un clásico imbatible al paso de los años. 
Confitería El Progreso- Av. Santa Fe 2820- Recoleta.
 
La Pasta Frola desde 1917 con sus recetas italianas
La Pasta Frola es una de confiterías más antiguas del centro porteño. Vivió todos los cambios de época de la calle Corrientes y ahora se prepara con los cambios como peatonal. Sus fundadores fueron los italianos Repetto Ivaldi y Prea en el año 1917 y el primer local estaba ubicado sobre la calle Sarmiento. Cuando se ensanchó la avenida 9 de Julio se mudaron a Corrientes 1365, donde permanece actualmente. Su fuerte siempre fueron los productos italianos: pasticciotti, sfogliatella y cannoli que se preparan todos los días de manera artesanal. Pero también es muy sabrosa la tarta de ricota y los palos de Jacob con más de cinco variedades (dulce de leche, chocolate, pastelera, sambayón y crema chantilly). Como era de esperar, la pasta frola, con su distinguida masa quebrada de manteca es otro imperdible. Hay de membrillo o batata. Para toda la producción utilizan cuatro hornos de ladrillo refractario; los mismos desde 1917 que al  principio fueron a leña y ahora a gas. Tiene una linda barra para disfrutar de un buen café junto frente a todas sus confituras. 
La Pasta Frola- Corrientes 1365- San Nicolás. 
La Pompeya y sus panes italianos 
La panadería La Pompeya ofrece productos del sur de Italia desde el año 1920. Luigi De Riso, un inmigrante recién llegado de Salerno, cerca de Nápoles, se instaló en el barrio de San Cristóbal y decidió continuar con el oficio de panadero que le había enseñado su padre. Después de casi cien años, todavía hornean los panes al mejor estilo napolitano (llegan a durar frescos hasta más de una semana) y para su preparación no utilizan ningún tipo de conservantes.  
La construcción de la casa donde está instalada la panadería es del año 1905 y tiene un horno muy antiguo que nunca se apagó. El pan redondo es una de las grandes especialidades de la casa, al igual que los Taralli (pequeñas rosquitas con anís, pimienta y oliva) o los Friselle ideales para acompañar con una Caponata de tomates, berenjenas, etc. Dentro de las versiones dulces: tienen cannoli y la sfogliatella y por supuesto una versión súper casera de Tiramisú. Sin ningún tipo de reforma, ni cambio en las recetas, la panadería es un viaje a la historia de los panificados.  
La Pompeya - Av. Independencia 1912- San Cristóbal.
 
Por AGUSTINA CANAPARO.


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