Angel Mendoza III: Nunca hemos tomado vinos tan ricos como hoy


Fuente: Vinicast Blog.
Pasear por los viñedos con Ángel Mendoza es como recorrer una biblioteca. Cada rincón respira una historia, una reflexión, un comentario técnico o una anécdota. El enólogo mendocino cree que el vino argentino pasa por el mejor momento de su historia. No tiene dudas. Dice que hay una evolución general en la forma de elaborar los vinos pero que también se debe a que la vitivinicultura argentina ha ido cumpliendo y superando etapas.
Ángel Mendoza dice que el conocimiento de la expresión verdadera del terroir solo puede aprenderse a través del tiempo. “Por eso los vinos que tomaron nuestros abuelos no son los mismos que tomamos ahora. Y al mismo tiempo nunca hemos tomado vinos tan ricos como hoy. Por eso surge la pregunta de qué tomaremos en el futuro, de cómo serán los vinos que tomarán nuestros nietos”, asegura el ex enólogo de Trapiche, hoy concentrado en su propia viña, el Domaine San Diego.

Ángel Mendoza dice que el conocimiento de la expresión verdadera del terroir solo puede aprenderse a través del tiempo.

Desde su finca en la localidad de Lunlunta, en Maipú, Mendoza, Ángel cuenta que cuando decidió armar su propio proyecto de vinos, junto a su familia, apuntó siempre al concepto de “Domaine”. “Para nosotros lo importante es haber desarrollado el concepto ‘Domaine’ que privilegia la idea del viñedo y la bodega en el mismo lugar”.

“La uva debe estar demorando unas tres horas entre ser cosechada y empezar a ser elaborada en la bodega”, cuenta Ángel al explicar los beneficios de tener viña y bodega dentro del Domaine. La charla sigue mientras camina hacia la parte trasera del viñedo donde están las hileras de Malbec en “terrazas”, una característica muy común en Francia pero poco vista en Mendoza.
“Acá nosotros mimamos con bastante fuerza al producto que hacemos”, dice Ángel como si estuviera hilvanando varios pensamientos en voz alta. Lo cierto es que los vinos exponen esa dedicación apasionada y alta calidad: El Paradigma es un corte sin paso por madera de Malbec de espaldero de 90 años -rejuvenecido con mugrón- y Cabernet Sauvignon plantado en 1992; El Pura Sangre, un clásico de Mendoza, es un corte de 80 por ciento Malbec y 20 Cabernet, con 13,8 de alcohol. Y el Nueve Lunas, el mismo corte que el anterior, “pero mas sofisticado y con nueve lunas de barrica de roble francés”.

“La verdad es que estos proyectos no tienen la rentabilidad soñada pero si tienen altos placeres personales… por eso hay inversores de todo el mundo que buscan en la ruralidad una fuente de emociones.”

En un momento de la caminata, el enólogo se frena frente a una hilera y explica la importancia del “valor personal” que representa un emprendimiento de este tipo. Aclara que nada es fácil en el trabajo con la tierra y la delicada tarea de hacer vino de calidad. “Pero la recompensa es muy linda cuando las cosas salen bien. El camino es largo y con mucho sacrificio. Hay emociones personales en este trayecto porque cuando un vino sale rico y Rosalí (esposa de Ángel) dice ‘qué rico’, nosotros nos ponemos muy contentos”, agrega.

“La verdad es que estos proyectos no tienen la rentabilidad soñada pero si tienen altos placeres personales… por eso hay inversores de todo el mundo que buscan en la ruralidad una fuente de emociones.”

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