Merlot not dead: apogeo, caída y resurrección de un clásico

Después de que su popularidad cayera en picada, esta uva con larga tradición vuelve, lentamente, a unirse al bando de los buenos.
En el mercado del vino hay variedades que tienen ganado el cielo. Junto con el Cabernet Sauvignon y el Pinot Noir, en uvas tintas, el Merlot cierra la trilogía de las cepas francesas celestiales. Pero ¿cuándo fue la última vez que probaste un Merlot?

Si sos un consumidor entendido, no puede haber pasado mucho tiempo, porque ningún bebedor se priva de elegirlos cada tanto. Pero si estás entre los consumidores allegados, del tipo “bebo vino cada tanto”, probablemente hace más de seis años que no pedís uno.

La fecha no es caprichosa. En 2004 se estrenó una película que fue sensación. Aquí se la conoció como Entre Copas, aunque su título original era Sideways: una taquillera road movie en la que el vino era un leit motiv que salpimentaba el celuloide. Aunque parezca mentira, para el Merlot la película fue como una estocada aguda en un momento de debilidad.

La historia es así: durante la década de 1990 el Merlot fue un fenómeno de consumo en Estados Unidos, tal como lo definió la revista Wine Spectator hacia 1998. En su apogeo, cualquier cosa que dijera Merlot se vendía sin inconveniente al gran público. Y en “cualquier cosa”, entraban vinos buenos y malos.

Unos años más tarde se estrenó la película. En ella, dos amigos emprendían una escapada a los viñedos de Santa Barbara. Uno se llamaba Miles y era fanático del Pinot Noir. Como buen entendido, por aquella época Miles aborrecía todo lo que fuera Merlot, por la sencilla razón de que el mercado estaba saturado de vinos mediocres.

Pero, al parecer, el gran público se identificó con Miles y creyó que Merlot era una mala palabra. En los años que siguieron al éxito notable de Sideways, los bodegueros de California señalaron a la película como la zancadilla que hizo tropezar su negocio. Pero estaban equivocados: habían sido sus propios vinos azarosos y mal hechos lo que provocó su caída. La película, en todo caso colaboró.

Esas expectativas a la baja cruzaron las fronteras y llegaron a otros mercados. Salvo Francia, que no lo produce como varietal pero lo emplea para la mayoría de sus vinos más famosos, nadie en su sano juicio podía declararlo en las etiquetas si quería vender. Y así empezó una espiral de silencio: se seguía bebiendo, pero no era glamoroso afirmarlo.

EL MERLOT VIVE
Pero ni el Merlot se esfumó de la faz de la tierra ni se dejó de consumir, ya que sus buenos vinos encuentran un consumidor que le es fiel. Y en nuestro país es una uva que goza de buena salud, con un consumo que viene lentamente en aumento. Según las mediciones publicadas por el Fondo Vitivinícola, desde 2004 casi ha duplicado su producción en volumen –de 1,2 a 2,2% del mercado- y ocupa un honroso cuarto lugar en el mercado varietal tinto, después del Malbec, Cabernet Sauvignon y Syrah.

Estos números vienen a refrendar una realidad hoy en la senda del Merlot. Si lleva siglos dando el alma a los más afamados vinos del mundo, como Chateau Pétrus, Le Pin, Lafite Rothschild o Latour, lo seguirá haciendo en las décadas venideras. El problema es que para hacer un Merlot sensual hace falta una exquisita combinación de factores: a) buenos suelos, algo pesados en algunos casos, b) un clima relativamente frío, y c) una sensibilidad enológica que reclama más sutilezas que un Malbec o un Bonarda.

Sacarle al Merlot sus diáfanos aromas de fruta roja precisa de buena mano. Lograr que conserve su acidez y su frescura, y que a la vez consiga estructura, cuerpo suelto y sabroso, no es tarea sencilla. De ahí que dar con un Merlot fuera de serie no siempre resulte fácil.
Para que no metas la pata, a continuación te recomendamos 10 etiquetas para que puedas romper la espiral de silencio y te dejes seducir por la más sensual de las uvas tintas.

Norton Mil Rosas 2010 ($20)
No todo es tinto en materia de Merlot. Y este rosado, precisamente, es el más canchero entre los varietales. Chispeante, apenas dulzón, de partida el nombre describe su principal cualidad: su riqueza aromática lo hace único, cargada de frutos rojos. Para empezar a conocer de Merlot, en nuestro mercado es un paso obligado. Y con una picadita de quesos con brie, gruyere y morbier, forma el ABC para el no iniciado.

Ikella Merlot 2008 ($35)
Bodega Melipal es un caso curioso. Ganó fama con su Malbec, pero en un medio donde todas las bodegas tienen uno bueno, pronto se diferenció con este Merlot, que la consagró como bodega. Ikella es accesible y representa una nueva cara para el varietal: un tinto que combina a la perfección el estilo cargado de tintas de la moda actual, con una solapada ligereza que lo hace veloz y consistente al paladar. Resulta ideal para acompañar una carne al horno bien adobada.

Andeluna Merlot 2007 ($47)
El Valle de Uco es una de las zonas que está dando que hablar en nuestro medio para el Merlot. En su parte alta, hacia los 1200 metros, con un manejo algo protectivo se consigue que las uvas maduren bien y conserven el perfume frutal del cassis, combinadas con notas especiadas. Este es el caso de Andeluna, que se hizo famoso entre los entendidos justamente por su logrado perfil intenso y refinado a la vez. Si querés conocer cómo es el costado potente del varietal, buscalo.

Humberto Canale Estate 2008 ($55)
La bodega rionegrina es, de las nacionales, la que tiene un currículum de éxito más largo en materia de Merlot. Desde la década del 80 Marcus es uno de los grandes vinos de la góndola cotidiana. El secreto son sus viejos viñedos en el Alto Valle del Río Negro, una zona fría que da algunos de los mejores ejemplares del país. Pero desde 2008 tiene un serio competidor dentro de la bodega: Canale Estate, más arriba en precio, es un tinto rico y perfumado, con ligeros trazos de roble que le dan relieve. Te va a gustar por su frescura y paso resuelto.

Giménez Riili Perpetuum 2007 ($72)
Esta bodega está ubicada en el Valle de Uco y acaba de inaugurar sus nuevas instalaciones. Pero las uvas están ahí desde hace unos 60 años. Por eso este Merlot es equilibrado y diáfano, con una nota frutal y vainillosa en la nariz, que te va a invitar la primera copa. De la segunda no nos hacemos responsables: ya que su tacto de seda es envolvente y acelera el paso por tu boca. Si buscás un vino poco conocido con el que lucirte, acá tenés un ejemplar perfecto.

Catalpa Merlot 2007 ($80)
Bodega Atamisque, ubicada también en Alto Valle de Uco, tiene dos grandes virtudes: una es estética, ya que su arquitectura Alpina, con techo de lajas, deja sin aliento al visitante; y la otra es este gran Merlot. De una finesa difícil de conseguir, el vino se presenta delicado, con perfume de frutas bien evidente, y algunos detalles especiados; en boca es elegante y sensual, con una acidez ricamente marcada que le da vida y larga persistencia.

Verum Reserva 2007 ($85)
Una nueva bodega, del Río Elorza, elabora uno de los Merlots patagónicos más sabrosos. En su elaboración participan el consejo experto de Alberto Antonini, el enólogo consultor italiano más renombrado, por lo que este Merlot tiene clara voluntad cosmopolita. Pero el frío del Valle, sus suelos medianamente pesados y la buena irrigación, hacen que su secreto esté en el equilibrio: no le sobra ni le falta nada. Lo suyo es el balance y la rica persistencia en el paladar. Es uno de esos raros vinos cuya botella se termina siempre antes de lo previsto.

Finca La Anita 2009 ($187)
La bodega de Manuel Mas fue siempre reconocida por su Merlot. Y no es para menos. Se trata de un vino fragante, que no destaca por su intensidad, pero sí por su rica nariz frutal, en la que el cassis y el membrillo son notas dominantes. Al paladar, el vino es cordial como una buena conversación de amigos, y se bebe sin prisas ni pausas. En eso, la uvas de Agrelo, Luján de Cuyo, le aportan la cuota de taninos finos y paso jugoso. Rico. Es un vino ideal para acompañar un risotto de hongos.

Mainqué Merlot 2007 ($210)
Es una de las figuritas difíciles de este listado. Sucede que bodega Chacra, ubicada en Mainqué, Río Negro, todo lo elabora y vende a cuentagotas y su Merlot no es una excepción. Concentrado, pero a la vez elegante, con un paso fluido y jugoso por la boca. Es el tipo de vino que, si uno fuera adinerado, adoptaría como vino mascota y descorcharía cada vez que hubiera alguien para homenajear. Así de sencillo.

Weinert Estrella 1999 ($300)
Único en su especie, este Merlot representa la cumbre de una bodega que dedicó su trayectoria a elaborarlos: ningún bebedor podría decir que los Merlots de Weinert se parecen al resto, son vinos clásicos en toda factura, con una frutalidad contenida, ya que se reconocen por sus aromas y sabores más evolucionados. Y entre ellos, el Estrella es el ejemplar más perfecto. Sus uvas provienen de un viejo viñedo en Ugarteche, Luján de Cuyo, y el vino fue criado en viejos toneles. De ahí su singularidad. El vino es el primer estrella elaborado por el enólogo suizo Hubert Weber que, de paso, hace un Merlot de autor delicioso: lo vas a conseguir como HB 2006.

por Joaquín Hidalgo

NOTA propia de este Blog:
Don Pablo, increible que incluya a Norton una bodega que esta produciendo vinos de baja calidad.
Lo invito a que pruebe nuestro majestuoso y premiado internacionalmente, Merlot 2007 Cicchitti. (65.00$)

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